11 Trabajos del pasado que ahora no se harían ni por todo el oro del mundo
Se podría decir que muchas personas no sueñan con trabajar, a pesar de que el abanico laboral hoy en día es bastante digno y variado. Sin embargo, las personas en la antigüedad no tenían tanta suerte. De hecho, algunos de los trabajos disponibles en ese entonces eran tan desagradables, que en la actualidad nadie querría desempeñarlos. Muchos son tan curiosos que difícilmente alguien podría adivinar que en verdad existieron. Por eso, hoy te contamos sobre algunos de ellos.
1. Caballero del taburete/inodoro
Este trabajo consistía en asistir al monarca en su labor de excreción de desechos e higiene en el baño. Además, algunos otros roles que esta persona tendría que desempeñar era monitorear la dieta y movimientos intestinales del rey e incluso conversar periódicamente con su médico.
Las épocas donde los “caballeros del taburete” más sobresalieron, fueron durante el período de la dinastía Tudor y el reinado de Enrique VII.
2. Barbero-cirujano
Estas personas eran considerados como los médicos comunes de la Edad Media. Sus labores incluían desde cortar cabellos y barba, hasta intervenir quirúrgicamente las heridas de soldados, y dado que solo los barberos tenían la autoridad para realizar cirugías en pacientes (debido al instrumental que poseían), a menudo este título reunía ambas profesiones.
No obstante, sí era posible encontrar artesanos que únicamente se dedicaran a la medicina, sin embargo, como se mencionó, ellos no estaban ni calificados, ni tenían el afán de operar a nadie. En cambio, se retiraban a trabajar en la academia, o a trabajar en castillos para tratar las enfermedades no traumáticas de los ricos.
3. Devorador de pecados
Los devoradores de pecados, más comunes en la cultura galesa, se dedicaban a preparar e ingerir un platillo ritual para asumir espiritualmente los pecados de una persona fallecida. Esto se hacía para, de alguna manera, “lavar” los pecados del difunto, y que así el devorador de pecados sea quien deba cargar con el peso de todos ellos. Esto, en consecuencia, hacía que estas personas fueran mal vistas y rechazadas socialmente.
4. Escriba
En el pasado, antes de la invención de la impresora, existían personas profesionales cuyo trabajo consistía en hacer copias a mano de manuscritos y otros documentos. Ellos también trabajaban en puestos administrativos, tomando dictados, haciendo registros comerciales o históricos para el servicio de la realeza, o de templos y ciudades.
5. Farolero
Antes de que existiera la luz eléctrica, se usaban velas o linternas a gas para el alumbrado público y, a su vez, existían personas cuyo trabajo era pasar cada noche a encender las velas, asegurarse de que no se apaguen durante la noche, y apagarlas en la mañana. Además, entre sus labores también estaba el dar mantenimiento y reemplazar las velas, de ser necesario. Este trabajo existió hasta el siglo XIX, cuando aparecieron las linternas a gas que contaban con un sistema de encendido y apagado automático.
6. Granjero de “gong”
Esta persona es quien se encargaba de excavar y retirar los desechos humanos de las letrinas de la ciudad. De hecho, la palabra “gong”, que apareció en la Inglaterra de los Tudor, se utilizó para referirse tanto a los retretes como a su contenido. Dada la naturaleza del trabajo, los granjeros del gong fueron relegados a desempeñar su trabajo únicamente durante las noches, alejados de la vista pública.
Una vez los desechos eran recolectados, estos granjeros los llevaban a las afueras de la ciudad, o a vertederos de eliminación oficiales. Pero este trabajo, así como las tantas costumbres higiénicas poco salubres de la época, irían desapareciendo poco a poco gracias a la aparición de los métodos de succión conectados al sistema de alcantarillado moderno.
7. Depilador de axilas
Esta profesión se remonta a los tiempos de los romanos y su existencia quedó registrada en diversos escritos de personas notables de entonces. Por ejemplo, en una carta dirigida a Julio Cesar, su funcionario Suetonio le comentaba sus hábitos de hacerse arrancar los pelos de las axilas de vez en cuando.
Por otro lado, también quedaron evidencias de esta labor en una correspondencia del escritor Séneca a un amigo suyo, donde se quejaba del ruido que hacían los hombres en los baños públicos mientras gritaban cuando el “desplumador” o depilador, les quitaba los vellos de las axilas, ya que era de esa manera que se atraía a más clientes. De hecho, los instrumentos con los que trabajaban aún se pueden encontrar en el museo romano Corinium.
No cabe dudas de que los hombres de la antigüedad no sentían temor a las costumbres que hoy serían consideradas “femeninas”. Por ejemplo, en territorios como Persia, los hombres incluso tenían el hábito de saludarse con un beso en la boca.
8. Niño de los azotes
En la Europa moderna temprana, los príncipes eran criados desde la niñez junto a niños nobles con el objetivo de que, en caso de que el príncipe cometiera una falta, el niño de los azotes, es decir, su amigo, sea castigado en su lugar. De hecho, esto se hacía dado que a menudo el rango del niño príncipe era mayor que el de su tutor. De allí el proverbio europeo “es mejor castigar a un perro antes que a un león”. A pesar de esto, aún se debate si estos niños servían a príncipes comunes o exclusivamente a futuros reyes, que “estaban protegidos” por el derecho divino.
9. Profeta de orina
Por definición, los profetas de orina eran quienes diagnosticaban las enfermedades de sus pacientes, tras inspeccionar cuidadosamente su orina. Los profesionales que desempeñaban este rol lo hacían dentro del rango de la uroscopia, una práctica médica que se remonta hasta el cuarto milenio antes de Cristo y que se volvió popular en diversos períodos como durante la Grecia Clásica, la era bizantina, y la Alta Edad Media.
De hecho, también existen registros de que ya en las culturas egipcias se utilizaba la orina para predecir otras condiciones, como por ejemplo el embarazo. Las mujeres tan solo tenían que orinar sobre semillas de trigo o cebada, y si germinaba, era una prueba bastante confiable de que estaban embarazadas.
10. Recolector de sanguijuelas
Las personas encargadas de buscar y recolectar estos pequeños animales lo hacían con fines medicinales, puesto que en la Europa del siglo XIX se los usaba en un tratamiento llamado sangría, que consistía en drenar la sangre de los enfermos para aliviar diversas dolencias.
De hecho, esta profesión era algo arriesgada, ya que, para atraer sanguijuelas en los pantanos, los recolectores usaban sus propias piernas como carnada. Esto daba como resultado que muchos sufrieran los efectos de la pérdida de sangre, puesto que las heridas hechas por las sanguijuelas al ser capturadas, quedaban abiertas y continuaban sangrando hasta por diez horas.
11. Cazador de ratas
En la Europa victoriana existían personas que se entrenaban profesionalmente para cazar y atrapar ratas con el objetivo de mantener las plagas de la ciudad controladas. Con esto, los cazadores de ratas no solo prevenían la propagación de enfermedades, sino también evitaban daños en los suministros de alimentos.