12 Relatos sobre familiares lejanos que trajeron diversión inesperada al día a día

Historias
hace 1 día

Dicen que, cuanto más lejos vivan los parientes, mejores son las relaciones. Leímos algunas historias sobre tías, tíos, abuelas, primos lejanos y otros familiares, y sin querer empezamos a creer en esta sabiduría popular. Presentamos estas historias para que las juzgues tú mismo.

  • Vinieron unos parientes lejanos de visita. Les acomodé un espacio, les mostré todo, les asigné toallas individuales y compré una esponja nueva. Antes de que mi tía fuera a la ducha, le expliqué y le pedí que no usara una esponja específica que estaba en una esquina. Dos días después, pasé cerca de su habitación y escuché esta conversación:
    “Qué gente, se guarda la mejor esponja, pero igual la estoy usando”.
    Cuando se fueron, tuve que comprar otra. ¿Cómo explicarles que esa la uso para exfoliarme la piel después de la depilación?
  • Tengo unos parientes lejanos que viven en un pequeño pueblo. Normalmente, los veo una vez cada varios años y casi no hablamos, pero este año nos cruzamos tres veces y terminamos conversando mucho. Para ellos, el mayor símbolo de que una mujer ha triunfado en la vida es tener un abrigo de piel. O, mejor dicho, un hombre que se lo regale.
    Mi prima lejana es considerada “progresista” entre ellos porque logró terminar una carrera universitaria en una buena institución. Trabaja, tiene hijos, pero enfrenta un gran problema. Durante años ahorró para comprarse un abrigo de piel caro, aun así comprarlo ella misma sería un deshonor: tiene que ser un regalo de su esposo. Y darle a su esposo una suma tan grande de dinero es arriesgado. Así que ahí está, viviendo su tragedia personal: tiene dinero para el abrigo, tiene marido, pero no tiene reconocimiento social. Su situación es tan absurda que da risa, pero también pena.
  • Unos parientes muy lejanos invitaron a nuestra familia a un cumpleaños. Nadie quiso ir, excepto yo. Escuché tantas quejas de mi familia: que tendría que dormir en el coche, que pasaría hambre, que todos eran unos tacaños... Al final, me recibieron como si fuera uno de ellos. Me dieron de comer hasta hartarme y me llenaron el coche con comida para llevar. Me preguntaron cómo estaba mi familia, por qué no iban a visitarlos, y hasta me ofrecieron ayuda. Durante el camino de regreso, reflexioné: “¿Por qué será así?”. Cuando llegué, mi familia no dijo nada. Solo se repartieron la comida que llevé.
  • ¡Odio dar discursos! Mi esposo y mis padres lo saben y no me obligan, y si es necesario, mi esposo habla por los dos. Pero cada vez que nos reunimos con la familia, ya sean los suegros o algún pariente lejano, siempre insisten en que diga unas palabras. Me ruegan, esperan, y después, si no lo hago, me humillan: “Bueno, si no quiere, no importa”. Piensan que lo hago por arrogancia. Pero cuanto más insisten, más me bloqueo: no puedo pensar en una sola palabra y siento como si mi lengua se pegara al paladar.
  • Trabajo en una escuela. Unos parientes lejanos no dejaban de insistir para que ayudara a su hija a conseguir trabajo. Ella ya casi tiene 30 años, ha pasado por cuatro universidades y no logra decidirse. Siempre se obsesiona con algo nuevo: yoga, veganismo, lo que sea. Les dije que en mi escuela no había vacantes y además advertí a algunos conocidos en otras escuelas que no la contrataran. Que primero resuelva su vida, y luego piense en trabajar con niños.
  • En verano decidimos visitar a la bisabuela de mi esposo, a quien nunca había conocido y él no veía desde hacía al menos 15 años. Viajamos dos días para llegar, y yo estaba en el séptimo mes de embarazo, así que el trayecto fue aún más difícil. Al llegar, nadie nos recibió. Entramos a la casa y había unas 15 personas sentadas a la mesa: parientes lejanos de mi esposo que él ni siquiera conocía. Resulta que ese día habían planeado cosechar papas y estaban emocionados porque “habían llegado dos ayudantes más”.
    Mi esposo les dijo de inmediato que él ayudaría, pero que su esposa estaba embarazada y no la dejaría trabajar. Mi barriga ya era bastante grande. Entonces, esos tíos y tías comenzaron a gritarme y a insultarme. Nunca en mi vida me habían humillado tanto. Me quedé allí, llorando en silencio. Mi esposo me cargó, me llevó al coche, me cubrió con una manta y me dio un beso. Sacó del maletero los productos que llevábamos como regalo, los dejó en la puerta de la casa, y nos fuimos de ese lugar tan cruel. Es triste desilusionarte de personas que, en teoría, son tu familia.
  • Una familia grande es maravillosa... Bueno, al menos hasta que todos los parientes lejanos deciden caer sobre ti como una avalancha. Una vez, unos familiares llegaron a nuestra casa sin previo aviso. Según ellos, solo estaban “de paso por la capital”. No solo arruinaron todos nuestros planes, era verano, las vacaciones de mi hijo acababan de empezar y queríamos pasar tiempo juntos, sino que también se negaron a hospedarse en un hotel. ¿Para qué pagar si podían quedarse gratis en nuestro pequeño departamento de dos habitaciones?
    Tuvimos que acomodarlos en todos los sofás y camas disponibles, mientras nosotros dormíamos en el suelo. Porque, claro, eran “invitados”, y no era adecuado ofrecerles camas plegables. Gracias a mi esposo por este “regalo” en forma de familiares a los que “no se puede negar nada porque son familia, después de todo”.
  • Tengo un primo en tercer grado que es un año mayor que yo. Vive lejos de nosotros. Sabíamos que era adoptado, pero nunca se lo mencionamos. Es un chico excelente, incluso se parece mucho a su padre adoptivo. Una vez, durante una reunión familiar, cuando él ya tenía 14 años, mi abuela comentó en la mesa: “¡Qué buen muchacho ha crecido! Ni parece que sea adoptado”.
    Lo habían criado prácticamente desde que nació. Pero esas palabras lo devastaron. Casi pierde la razón. Desde entonces, su familia dejó de visitarnos y cortaron todo contacto.
  • Vivo en una ciudad turística y siempre ocurre lo mismo: parientes lejanos te encuentran en redes sociales. Y ahí estás, sin saber si responder o ignorar. Hace 15 años hablamos una vez y todo bien, pero, ¿por qué ahora se acuerdan de mí justo en verano? ¿Realmente quieren mantener una relación familiar o simplemente buscan un lugar donde hospedarse gratis cerca del mar?
    Te quedas pensando: “¿Soy una persona horrible que sospecha de todos o debería responder porque quieren reconectar?”.
  • Tuve una pelea con una pariente. Hace unas semanas me contó que estaba pasando por un mal momento económico, que no tenía dinero para irse de vacaciones y que quería llevar a su hijo a algún lugar. La escuché y le ofrecí mi apoyo emocional, pensando que el tema estaba cerrado.
    Sin embargo, de repente me escribe para acusarme de ser una egoísta y avara. ¿El motivo? Últimamente estoy entusiasmada con la cocina y la decoración de mesas, y suelo compartir en redes sociales fotos de mis compras de vajillas vintage: soperas, ensaladeras y porcelana alemana y francesa antigua. A veces comparto enlaces a tiendas sin pensarlo mucho, porque otros me lo piden. Ella vio esas publicaciones y me escribió indignada, diciendo que “podría haber ofrecido ayudarles con las vacaciones, ya que claramente me sobra el dinero”. Nunca me pidió un préstamo directamente, pero se ofendió porque no se lo ofrecí por mi cuenta.
  • Visitamos a unos parientes lejanos. Ellos vivían bien: una mansión enorme, coches de lujo. No sé a qué se dedicaban. Nos mostraron las habitaciones donde dormiríamos y todo parecía bonito, hasta que nos llevaron al baño. Mi mamá y yo entramos y nos quedamos impactadas: un olor insoportable llenaba el lugar. Cuando mi madre corrió la cortina de la bañera, encontramos ropa empapada que había empezado a pudrirse y estaba llena de larvas.
  • Una vez vinieron unos parientes lejanos a quedarse en nuestra casa. Estuvieron con nosotros una semana. Noté que apenas desempacaban sus cosas y, en tono de broma, les pregunté: “¿Por qué siempre guardan los cepillos de dientes? Podrían dejarlos en el vaso del baño”. La respuesta me dejó sin palabras. Me dijeron: “En el baño ya hay un montón de cepillos, ¿para qué traer los nuestros?”.

No solo los parientes nos regalan momentos curiosos y caóticos. Los vecinos también tienen un talento especial para complicar y alegrar nuestra vida cotidiana.

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