13 Viajes que no salieron como esperaban... ¡y eso fue lo mejor!

Gente
hace 6 horas

A veces vas a algún sitio una vez y te pasas toda la vida hablando de lo que te ha aportado. A veces, los viajes no solo dejan impresiones, sino también historias tales que puedes incluirlas en una guía del lugar. Divertidas, estrambóticas, absurdas... hemos recopilado historias de viajes de este tipo, de personas que claramente no se esperaban cómo iban a ser sus vacaciones.

  • Una vez estuve en Japón y me compré unos lentes con cámara integrada, de esos que graban desde tu punto de vista. Fui a un museo y vi un cartel que decía “prohibido tomar fotos”. Pero yo, todo un espía moderno, pensé: “Ajá, pero mis lentes nadie los nota”. Di mi paseo, muy feliz con mi “misión secreta”, y por la noche llegué al hotel listo para revisar mis grabaciones. Espóiler: solo hice fotos de techos y lámparas. Resulta que me los había subido a la cabeza, como siempre hago, y no grabaron nada útil. © Overheard / Ideer
  • Una vez, de vacaciones, el barco se caló en medio del mar: era de noche, no se veía nada alrededor, solo oscuridad y olas. Éramos cuatro: dos chicos, mi amiga y yo. El barco era diminuto, el agua caía por la borda, mi amiga lloraba y yo estaba aterrorizada. Una hora después, nos sacaron los guardacostas. Resultó que llevaban cinco horas buscándonos, porque los chicos alquilaron el barco durante una hora, y nosotros desaparecimos durante medio día. Nuestro guía gritó a todo el hotel, y por la mañana en el desayuno todo el mundo nos miraba solo a nosotros. Han pasado diez años desde entonces, y no me acerco a los barcos pequeños: todavía tiemblo. © Overheard / Ideer
  • Hace un par de años, yéndome de vacaciones con mi esposo, compré dos dentífricos de una marca nueva para probar. Ya en el hotel abrí una de ellas, la probé... y, sinceramente, me arrepentí: sabía a jabón y a coco, ¡horrible! Pero tuve que usarlo. El segundo tubo se quedó sin abrir. Hace poco lo encontré en casa y, sin pensarlo, decidí usarlo. En cuanto lo abrí, me invadió una oleada de recuerdos. Ese mismo olor, esa misma mañana en el hotel, cuando el sol brillaba a través de la ventana y el océano estaba al otro lado de la puerta. Incluso pensé que iba a saltar del cuarto de baño en bañador y correr hacia las olas. Quién iba a pensar que una simple pasta de dientes podría devolverte a un momento feliz. © Overheard / Ideer
  • Me fui de vacaciones con mi ahora exnovio por primera vez. Nos registramos en el hotel y empezamos a deshacer las maletas. En el proceso le pregunto si se ha llevado tal o cual cosa, a lo que me suelta: "Mi madre me hizo la maleta, no sé qué puso adentro". ¡El chico tiene 28 años! Y cuando nos íbamos, me pidió que lo ayudara a volver a hacer su maleta, porque no sabía cómo hacerla. Me alegro mucho de que sea un ex desde hace tiempo. © Overheard / Ideer
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  • El año pasado fui de vacaciones con mi esposo y un día entramos a un mercado local, solo para curiosear. Pero él enseguida vio un souvenir que le encantó: un apuntador láser, y no cualquiera, sino uno muy potente. Estaba feliz como niño. Obvio, no pudimos resistirnos, lo compramos y nos fuimos a la playa a probarlo. Alumbrábamos la arena, las palmeras, nos estábamos divirtiendo. Y de pronto a mi esposo se le ocurre la “genial” idea de apuntar al agua. Ahí empezó lo raro: algo se movía en el haz de luz, pero si lo enfocaba directo, desaparecía. Estuvimos como diez minutos cazando a “esa cosa”, inventando leyendas sobre serpientes marinas luminosas y extraterrestres submarinos. Hasta que de pronto ese “algo” se levantó por completo... y resultó ser un hombre que solo estaba nadando de noche y todo ese tiempo intentaba esquivar nuestro láser. © Cámara 6 / VK
  • Un día decidimos hacer rafting en familia: yo, mi esposa, nuestras dos hijas y mis padres, que ya pasan de los 70. Nos tocó un guía joven, entusiasta y claramente con un exceso de adrenalina: todo el tiempo hablaba de lo mucho que amaba el extremo y “las aventuras de verdad”. Cuando nos acercamos a los rápidos más peligrosos (algo así como de clase tres), todas las demás balsas los rodearon con cuidado por un lado. Pero nuestro “héroe” decidió ir directo al “infierno”.
    Primero salió volando mi esposa, luego yo con las niñas y después mis padres. A mi mamá la dejó atrapada un rato bajo la balsa, a mi papá se le salió el chaleco salvavidas y mientras intentábamos subirlo otra vez, la corriente arrastró a mi esposa y una de las niñas, que fueron rescatadas por otras balsas. El guía, mientras tanto, se reía como loco, como si fuera lo más divertido del mundo. Ya han pasado cinco años desde aquel día, y mis padres aún lo recuerdan con indignación. Desde entonces, nadie en la familia ha vuelto a acercarse a un rafting. © ParticleHustler2 / Reddit
  • En mi primera mañana en Perú fui a desayunar a un café. Pedí café y algo de comer, y al poco rato el mesero me trajo el desayuno, una taza de café solo, un par de sobrecitos de azúcar y una botella grande con dispensador. Supuse que sería algún tipo de crema local o quizá leche condensada —uno nunca sabe cómo se toma el café en otros países. Así que la abrí, exprimí un poco de la sustancia blanca en la taza y empecé a revolver.
    Pero no se disolvía, solo flotaba en la superficie en manchas grasosas.
    Era mayonesa.
    Resulta que en Sudamérica la mayonesa es como el kétchup: te la sirven por defecto en todos lados. Y si quieres leche para el café en un café peruano, tienes que pedirla por separado o directamente ordenar un latte. © bmadisonthrowaway / Reddit
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  • Una vez decidimos con mi amiga ir en tren de LondresParís. Llegamos, paseamos, empezó a llover y pensamos: “No importa, vamos a sentarnos en un café junto a la Torre Eiffel y disfrutar del ambiente”.
    Cuando faltaba una hora para el tren y estábamos como a cinco kilómetros de la estación, pedimos un coche por la app... y ahí empezó el caos. Un conductor canceló, otro quedó atascado en el tráfico y no se movía para nada. Le escribimos y nos dijo sinceramente: “Si me esperan, no van a llegar a tiempo”. Pánico.
    Decidimos rentar bicicletas eléctricas y llegar por nuestra cuenta. El tráfico en París es una locura aparte: cómo logramos esquivar entre los coches es otra historia. Además, mi amiga llevaba un vestido corto, le gritaban cosas, le chiflaban... Al final entramos a la estación con un par de minutos de sobra antes de la salida del tren. El corazón nos latía a mil, pero llegamos a tiempo. © Alternative-Art3588 / Reddit
  • Hace muchos años, mi esposo y yo fuimos a Cancún con mis padres. Mi mamá insistió en que fuéramos — los dos hablamos español, y ella estaba convencida de que los locales la criticaban todo el tiempo.
    El viaje no fue nada fácil: a mi mamá no le gustan los lugares nuevos, es impaciente y se la pasaba refunfuñando. En un momento, en el vestidor, empezó a regañar a mi papá a gritos. Mi esposo y yo estábamos algo apartados, junto a la chica que repartía las fichas para los casilleros.
    Mi esposo quiso bromear y le dijo en español: “Viajar con la suegra es un placer”. La chica miró a mi mamá, luego a mí, después a él y, con sincera sorpresa, preguntó: “¿Te casaste con su hija?”. Así que la broma se le volvió en contra.
    Y resulta que mi mamá tenía razón: sí hablaban de ella en español. Después de eso, ya no viajamos más con mis padres — y, la verdad, no nos arrepentimos ni un poquito. © Hawkgrrl22 / Reddit
  • Parque Kruger, Sudáfrica. Mi familia y yo nos hospedamos en una de las cabañas turísticas justo dentro de la reserva. Una noche, tomé un libro y una linterna para sentarme afuera, leer un rato y tal vez ver algún animal.
    Apenas me acomodé en la banca, escuché que alguien gritaba: “¡Oye, chica!”. Pensé que seguramente estaba rompiendo alguna regla no escrita como “no andes por ahí después del atardecer” y ya me iba a disculpar toda apenada... Pero la vergüenza se me quitó de golpe cuando la misma voz gritó: “¡Hay una hiena detrás de ti!”.
    Y sí, efectivamente: a un par de metros de mí estaba una hiena manchada de verdad. Respiré hondo y caminé de regreso a las cabañas, tratando de no correr (lo cual, créenme, no fue nada fácil).
    Al final, la hiena parecía más molesta por las linternas que le apuntaban mientras husmeaba en el bote de basura. Yo me quedé un rato en la cabaña de otra familia hasta que el camino de regreso a la mía estuvo seguro. © Luminaria19 / Reddit
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  • Una conocida ganó un “Viaje romántico a París” de alguna revista. Todo lo que tenía que hacer era comprar un visado y los billetes por su cuenta. Ella y su novio, los exestudiantes sin dinero, volaron, felices, esperando el romance y el glamour parisino... Y los alojaron en una caseta de perro en un ático sin calefacción ni aseo... y ahí se acabó la implicación del partido organizador. © Anxiety Cake / ADME
  • Quería pasar una semana en la capital con mi hijo. Pero después de la operación empecé a tolerar mucho peor el calor, por lo que no podía salir a la calle, y en la habitación no había aire acondicionado, solo un débil ventilador. Decidimos terminar las vacaciones antes de tiempo.
    No le dije nada a mi esposo, decidí darle una sorpresa. Llegamos a casa y allí... estaba toda limpia, los platos lavados, pollo con fideos en una sartén, los gatos alimentados, mi marido estaba en su computadora, trabajando. No, no nos esperaba. Así es como vive siempre. © Miranda Bush v2.0 / ADME
  • Volvía de Armenia, donde compré un silbato de cerámica con forma de pájaro — bonito, pintado. En la frontera, en la inspección, el oficial lo toma, lo gira de un lado a otro, lo mira, incluso sopla una vez. Luego me mira seriamente, con gesto severo, y me dice: “¿Dónde lo has comprado? Quiero regalarle uno a mi hija”.

El conocimiento de lenguas extranjeras es una habilidad que nunca está de más. Cuando se viaja, puede ayudar no solo a hacer el pedido correcto en una cafetería, sino también a no perderse en una ciudad que no conoces. Pero la gente que no tiene talento para con los idiomas se ve a menudo en situaciones divertidas por culpa de la barrera lingüística, como los protagonistas de este artículo.

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