"mi hijo prefería sentarse y leer durante los recreos en lugar de correr por los pasillos" Quiero conocer a ese niño,que sea mi mejor amigo, no me importa que sea mas pequeño. Es igual a mi!
14 Genios que pueden lidiar con los niños más traviesos incluso con los ojos cerrados
La crianza de los niños es un asunto indudablemente minucioso que también requiere mucha resistencia y paciencia. Y una cantidad considerable de ingenio. Después de todo, es precisamente eso lo que ayudará al niño a enamorarse de la lectura, de la historia e incluso a dejar de temerle a un dentista aterrador.
Genial.guru no puede dejar de leer los trucos de vida de los usuarios de la red que le hacen frente a cualquier capricho infantil con los ojos cerrados. Y lo hacen de una manera extremadamente elegante.
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Voy de camino a mi casa. Delante de mí, una abuela con su nieto de unos 4 años caminan por la calle. Pasan por una tienda de juguetes. Al chico le gusta algo allí, y se detiene con un “¡Guau!”. La abuela disminuye la velocidad, pero no se detiene del todo. El nieto la alcanza y dice: “¿Lo viste?”. Ella responde: “Lo vi”. Después de 3 segundos la pregunta y la respuesta se repiten. Y así unas 5 veces. El chico ya no puede resistir y pasa a la ofensiva: “¡Cómpralo!”. La abuela, templada por la crianza de sus hijos, responde con calma: “No lo vi”. Me da risa cada vez que recuerdo el rostro del pequeño en ese momento. © Oídoporahí / Ideer
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Cuando mi nieto, a los 3 o 4 años, se ponía caprichoso y no quería salir a pasear, yo siempre le decía que no iríamos a pasear, ¡sino a contar “Toyotas”! Y Renault. Bueno, lo que haya por ahí. Siempre funcionaba, corría hacia la calle. © Svetlana Usoltseva / Facebook
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Mi hijo mayor tiene 6 años. Llamaron desde el kínder y dijeron que estaba llorando y quejándose de dolor de muelas. Mi esposa lo fue a buscar e inmediatamente se dirigió al dentista. Antes, por cierto, mi hijo nunca había sido tratado, solo le habían hecho exámenes, pero él sabía sobre la máquina perforadora infernal de algún lado, sin embargo, aparentemente no sabía cómo se veía.
Bueno, en cuanto entraron al consultorio, mi hijo empezó a preguntar: “¿Y para qué sirve esto? ¿Y esto?”. En pocas palabras, cuando llegó el turno de la “perforadora”, la doctora le dijo que se trataba de una aspiradora pequeña y que ella simplemente aspiraría rápidamente sus dientes para que no le dolieran. Fue increíble lo bien que funcionó eso, el tratamiento transcurrió sin gritos ni lágrimas.
Y por la noche, cuando llegué a casa del trabajo, mi hijo vino corriendo y gritó: “Papá, me han aspirado los dientes y ahora no me duele nada”. © Kentovit / Pikabu
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Hace poco escuché en una tienda a una linda niña (de 3 o 4 años) preguntarle a su madre en un tono serio: “¿Necesito esto o no me hace falta?”. Esto es lo que entiendo por una dura educación. © Oídoporahí / Ideer
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Cuando mi hija tenía dos años y medio, la llevé al kínder. Durante una semana hubo rabietas por la mañana y por la noche (y claro, también había que llorar por adelantado), hasta que una vez dije casualmente que mañana no iríamos al jardín de infantes, sino a visitar a la maestra (insertar el nombre correspondiente), porque estaba extrañando mucho a mi hija y me daba mucha lástima. Y eso fue todo, desde entonces vamos “de visita” con mucho gusto. © Elena Vasilievskaya / Facebook
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Estaba viajando en autobús, y una niña de unos 5 años gritaba a viva voz: “¡QUIERO UN PEGAAAAASO!”. Y su madre simplemente le dijo: “Ahora te filmaré llorando y lo publicaré en Internet”. Crianza severa. © Oídoporahí / Ideer
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El kínder estaba cerrado y mi hijo estaba en casa. Trabajo de manera remota. A mi pequeño le encanta acercarse sigilosamente por detrás, agarrar el mouse y comenzar a cambiar de ventana. Si estoy trabajando, le digo: “¡Hijo, estoy trabajando! No me distraigas / no toques eso, por favor”.
Hace poco, durante una videoconferencia, me alejé de la computadora y mi hijo enseguida aprovechó el momento: agarró el mouse y comenzó a mirar todas las ventanas. Y entonces mi jefe dijo con voz severa: “¡Pequeño, papá está trabajando! ¡No toques el mouse!”.
¡Valió la pena escuchar su grito de resentimiento y sorpresa! © Nurmann / Pikabu -
Mi papá es un historiador y realmente quería que me interesara en estudiar el pasado. Al final, se dio cuenta de que no funcionaría cautivarme solo con las charlas. Así que me contó que los hunos establecieron campamentos en el territorio de nuestra casa de campo, luego también lo hicieron tártaros, los polacos, los suecos también anduvieron por allí y así en orden cronológico. Me dio la tarea de palear cierta parte del jardín, y al final enterraba una bala de decoración, un trozo de lanza o de cota de malla. A mí me daba una curiosidad insuperable poder sostener una reliquia en mis manos, así que excavaba el sitio con una dedicación increíble, ¡porque quería sentirme como un verdadero arqueólogo! Y aunque aré mucho ese jardín, ¡igual terminé amando la historia con todo mi corazón! © Habitación № 6 / VK
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A la hora de la siesta, le digo a mi hijo de 3 años: “O te quedas acostado en silencio con los ojos cerrados durante 5 minutos, o duermes durante 2 horas”. ¡Funciona! De nada. © Marina Kalachikova / Facebook
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A una edad muy temprana, a menudo me enviaban a la casa de campo de mi abuelo. Y allí, después de despertarme, por supuesto que quería ponerme lo más rápido posible mi vestido de verano, comer un delicioso desayuno y salir corriendo a la calle soleada, y no hacer la cama. Pero el abuelo era estricto y vigilante: hasta que no le mostrabas la cama hecha, ¡no te permitía comer!
Y entonces, un día, decidí usar una lógica dura contra la terquedad de mi abuelo. Pensé y pensé, y le dije, triunfante:
—¡Abuelo! Pero no tiene sentido hacer la cama por la mañana: ¡si por la noche igual volvemos a desarmarla!
Y mi abuelo me respondió con calma:
—¿Y para qué, entonces, te pones tu vestido de verano todas las mañanas, si igual te lo quitas por la noche?
Honestamente, hasta el día de hoy (¡y ha pasado mucho tiempo!) recuerdo ese sentimiento de “no hay cómo rebatirlo...”, combinado con “¡vaya que el abuelo es listo!”. © BrownELCB / Pikabu
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Desde los 2 años, mi hijo conocía muy bien los números y contaba frente a todos los presentes hasta el punto de la locura. También conocía las letras, pero no le gustaban en absoluto y se negaba categóricamente a intentar leerlas solo en una secuencia lógica. Un día, en el trabajo me ofrecieron un viaje gratis a un sanatorio y también podía llevar niños menores de 7 años sin cargo. Fuimos. Allí tomé prestado de la biblioteca un libro infantil. Durante la tarde comencé a leérselo a mi hijo, llegué a un punto interesante, dije que estaba cansada de leer y le pedí a mi hijo que ahora me leyera él. Comenzó a leer en voz alta, terminó un par de páginas y se quedó en silencio; pensando que yo me había quedado dormida, y comenzó a leer para sí mismo. Me quedé inmóvil durante aproximadamente una hora, tenía muchas ganas de darme la vuelta, pero tenía miedo de distraerlo.
Unos años después, casi comenzaron a regañarme porque mi hijo prefería sentarse y leer durante los recreos en lugar de correr por los pasillos. Pero yo estaba orgullosa. © Hishniy zaiac / Genial.guru -
Le pedía a mi hijo (de 3 o 4 años) que me tomara de la mano para que no me cayera al barro ni a un charco. Y él, como un verdadero caballero, me ayudaba. Y, naturalmente, los esquivaba también. © Paraskovya Kozmulich / Facebook
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Cuando era pequeño, mi papá me retaba y me desafiaba constantemente: “Apuesto a que no puedes traerme un vaso de agua de la cocina ahora ¿Apostamos a que no puedes juntar todos estos juguetes en 15 minutos?”. Definitivamente debo recordar esta técnica para criar a mis propios hijos. Y sí, he crecido, pero él sigue bromeando: “¿Apostamos a que no puedes encontrar trabajo y mudarte a tu propia casa?”. © Habitación № 6 / VK
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Mi hijo y yo tratamos de hacer un análisis de sangre en un laboratorio privado, donde lo mimaron y le dieron un huevo kínder, un apósito genial y una pelota, pero derramó tres litros de lágrimas y no pudimos hacer ningún análisis de nada. Luego fuimos a una clínica. Allí, una señora me dijo: “Siéntate, sostén al niño en tus brazos, agárralo fuerte”. Miró a mi hijo y le dijo: “¿Sabes contar? ¡Cuenta!”. Él llegó al número 4 y empezó a gritar, y ella le preguntó por qué gritaba si todo ya había pasado. Había que gritar antes.
Fue tan simple y estricta. En el laboratorio privado, él gritó salvajemente, y ella simplemente lo distrajo. Sumado a que se veía tan estricta que al pequeño le daba miedo pronunciar una palabra, pero, de hecho, todo se hizo clara y rápidamente. © Lisavtrusah / Pikabu
Estamos seguros de que también tienes un par de trucos únicos que ayudan a sobrellevar cualquier dificultad de crianza. ¡Cuéntanos sobre ellos!
Comentarios
Ow, qué tierno. Yo también lo quiero conocer.
Tendré que probar la de la siesta ;)
Si estos trucos funcionan...¡Bienvenidos sean!
El padre historiador es increíble.