14 Personas que consiguieron cambiar patrones paternos de los que ellos mismos sufrieron de niños
Muchos padres, sin saberlo, adoctrinan a diario a sus hijos con ciertas actitudes y normas que, por decirlo suavemente, no se corresponden del todo con los métodos modernos de crianza. Dicen “no cierres las puertas de la habitación: ¿qué le vas a esconder a mamá?”, revisan las pertenencias personales y hasta prohíbe a las jóvenes princesas llevar vestidos elegantes, dejando la ropa bonita para ocasiones raras y “especiales”. Y solo unos pocos de estos niños, al crecer, consiguen romper esos guiones paternos. He aquí 14 historias reales.
1.
Cada vez pienso más a menudo en la huella que distintas dificultades dejan en mi vida. Cuando era niña, vivía sobre todo con mi abuela, que era muy activa, profesora y organizadora del club local. Económicamente era difícil, pero también hubo épocas bastante prósperas: conseguíamos hacer remodelaciones en casa y comprar dispositivos electrónicos. Pero ir de vacaciones al mar o simplemente ir al circo eran todo un sueño.
Incluso ahora, siendo yo adulto y padre de familia, cada vez que mi abuela me hace la misma pregunta: “¿Para qué lo necesitas?”. Para ella no tiene sentido ir de vacaciones al mar o simplemente a un lugar bonito e interesante, es mejor gastarse el dinero en la casa. Lo mismo ocurre con el ocio: “¿Por qué sales tan a menudo con tus amigos? Esto cuesta dinero”, “Te depilaste hace un mes, ¿por qué lo haces tan a menudo en la época de frío?”, “De nuevo te vas de excursión el fin de semana, ¿tanto lo necesitas? Como si no hubiera nada que hacer en casa”.
Entiendo que vivió en una época difícil, pero incluso cuando hay oportunidad de disfrutar de la vida, ella no sabe cómo y no lo entiende....
2.
Tuve el lujo de tener mi propia habitación de 20 metros cuadrados, con puertas de roble antiguo, con un enorme tirador. Era preciosa. Pero la puerta siempre estaba abierta: “¿Cuál es el problema? Soy tu madre, no tienes nada que ocultarme”. Vaaale...
Ahora tengo uno de esos puntitos -como en la película Los otros- en los que no puedes abrir la siguiente puerta a menos que la anterior esté cerrada. Solo se puede mantener entreabierta la puerta del baño, ya que ahí va el gato.
3.
Tengo poco más de 50 años, pero últimamente me sorprendo a mí misma pensando que vivo con el “síndrome de la vida retrasada”. Una amiga me trajo unas mascarillas faciales. Pero, ¿cómo puedo usar algo así todos los días? Las guardaré para ocasiones especiales y antes de grandes eventos, para que “mi cara brille de frescura y juventud”.
Entonces me di cuenta: si me hago la mascarilla una vez cada 3 meses, ¿de qué me sirve? En general, las uso todos los días, complaciéndome a mí misma. Y ahora decidí ponerme para el trabajo la ropa que me compré “para salir”.
4.
Sentí mucha lástima cuando, de niña, me dibujé en la portada de un álbum de fotos y mi madre me castigó severamente por ello. Una vez mi hijo pequeño dibujó un muñeco de nieve en el papel pintado con rímel y luego pintó con él las ventanas del salón. Llegué a casa del trabajo y cuando quería abrir la boca, mi hijo me pregunto contentó: “¿Te gusta?”. Recordé la pena de mi infancia e inmediatamente le di las gracias por haber decorado el salón para la Navidad. © Alma Musina / Facebook
5.
Mi madre tuvo una vida complicada (divorcio, trabajo que no quería, falta de objetivos), así que sacó su autoimportancia de ser la madre de una “hija enferma”. Me recordaba constantemente que tengo la sinusitis maxilar, la discinesia biliar, la escoliosis y los pies planos, pasé toda mi infancia en hospitales, cirugías y procedimientos. Me di cuenta muy pronto de que mi madre solo me prestaba atención cuando yo estaba enferma, y psicosomáticamente seguí estando enferma.
Luego crecí, me mudé y me di cuenta de que tenía una salud perfecta y que mi madre había delegado en mí el síndrome de Münchhausen. © Irina Lapshina / Facebook
6.
Mi padre despilfarró la herencia que nos habían dejado a mí y a mis dos hermanas (unos 200 000 dólares). Se gastó nuestro dinero en un todoterreno para él, en su mujer y en sí mismo. Cuando le pregunté dónde estaba el dinero que me correspondía, me presentó una factura por haberme criado durante los 24 años de mi vida. Me sentí tan repugnado de haber tardado tanto en darme cuenta de lo horrible persona que era.
Ahora probablemente me moriría de vergüenza si alguien me dijera que cobrara a mis propios hijos por su crianza y educación. Sobre todo si despilfarrara su legítima herencia en mujeres y pseudoamigos.
7.
Durante toda mi infancia me enseñaron a comer con cuchillo y tenedor y a servir comida correctamente. Me reprendían cuando, a solas con mi madre, usaba solo un tenedor para cenar. No me quejo, es genial. Estoy subconscientemente programada para comer de la manera “correcta”. Pero a veces, cuando quiero hacerlo todo por despecho, llego a una cafetería y me lo como todo con un solo tenedor. Pero me lo puedo permitir cuando estoy sola, porque incluso los conocidos me pueden avergonzar.
8.
Todo el mundo en el kínder me pregunta por qué dejo que mi hija lleve un vestido elegante todos los días. Pero simplemente abrimos su armario por la mañana y ella elige lo que quiere ponerse. A veces es “este con un gatito”, y a veces es “mamá, quiero parecer una princesa”. Y tengo en mi memoria los preciosos vestidos infantiles en el armario de mi madre, que mi padre marinero traía del extranjero, y que era “solo para celebraciones”. Cada uno me lo puse, como mucho, una única vez... Así que mi hija va al kínder con lo que quiere ponerse.
9.
Ahora estoy esperando mi segundo hijo y me molestan mucho las conversaciones de su abuela del tipo “qué bien que ya tengan un montón de juguetes, por lo que no hay que comprar nada para el segundo”. Siempre respondo que son los juguetes de mi hija y punto. Si ella quiere, los compartirá, y si no, ni se te ocurra tocarlos. Cuando yo era niña, todos mis juguetes se los regalaban a mis primos con el pretexto de “ya eres mayor”, por mucho que me gustaran.
10.
En cuanto a los límites personales, es un trauma para toda la vida. Me hacían dejar todas las puertas abiertas, revisaban mi mochila escolar, leían mi diario, registraban los cajones de mi armario y del escritorio. A los 16 años me fui de casa para estudiar lo más lejos posible. Pero mi hermana mayor y mi madre no dejaban de hacer revisiones cuando venían a visitarme. La sensación de asco de estos recuerdos aún vive en mí. Pero sé exactamente cómo no actuar con mis hijos, para poder ser siempre su mejor amiga. © Julia Rakova / Facebook
11.
A mí me pasó pronto, cuando tenía 11 años y medio. Por suerte, mis amigas eran un poco mayores y yo ya sabía qué hacer. Mi madre tardó dos días en enterarse. Así que cuando envié a mi hija al campamento, le di una bolsa de toallas femeninas para que se la llevara. Se acercaba un momento importante en la vida de la niña. © tatiana protsenko / Facebook
12.
Teníamos una limpieza general obligatoria el fin de semana: todo el sábado y a veces la mitad del domingo. Todos los niños salían al patio y mi madre y yo limpiábamos. Cuando me fui a vivir sola, empecé a limpiar según mi estado de ánimo. Y ahora incluso puedo no hacerlo en absoluto. © Valentina Omelko / Facebook
13.
A mí me pasaba lo mismo, y era yo la que tenía que hacerlo, desde los 7 años. No podía agarrar bien una escoba, recuerdo que mis manos eran aún pequeñas. Recogía la basura y el polvo arrastrándome por el piso. Odié los sábados hasta que me hice adulta y ahora no hago nada ese día, descanso, puedo tirarme todo el día en la cama con una serie de televisión y golosinas. © Olena Yasen / Facebook
14.
En mi familia me llamaron “niñera” desde que tenía 5 años. Mi hermano es 3 años menor que yo. Mis padres, y luego mis tías y las amigas de mamá me utilizaron en su beneficio. Por ejemplo, cuando era adolescente, me llevaban a todo tipo de fiestas y no fiestas, si sabían que alguien de los invitados asistía con sus hijos. Tuve que llevar a mi hermano a los cumpleaños de mis amigas e incluso a mis primeras citas.
Sí, no puedo agradecérselo a mis padres. Crecí con un sentido de la responsabilidad hipertrofiado. Mientras que mi hermano creció infantil y confiado en que todos debían ayudarlo, perdonarlo, comprenderlo... Por cierto, felleció a los 42 años, la gente con ciertos hábitos no vive mucho. Nunca he trasladado mis responsabilidades a mis hijos mayores. Di a luz a mis hijos pequeños para mí, no para mis hijos mayores. © Baddies Irl / Facebook
En general, hoy en día muchas personas estarían de acuerdo en que las acciones de nuestros padres y sus métodos de crianza nos afectan directamente a nosotros y a nuestro futuro. Hemos recopilado 10 signos de padres tóxicos que arruinan la vida de sus hijos sin darse cuenta.