14 Veces que ser inquilino fue peor que ser Don Ramón con Doña Florinda de vecina

Historias
hace 6 horas

A simple vista, alquilar un departamento no parece gran cosa. Pero algunos usuarios de redes sociales descubrieron que puede convertirse en una verdadera pesadilla.

  • Rentamos un departamento con mi novio. Durante la visita, notamos un olor raro, pero la dueña nos aseguró que desaparecería pronto. Esa misma noche, me empezó a picar la cara, a él se le inflamó la lengua y los dos terminamos con mareo. Nos fuimos al día siguiente. Luego, la dueña confesó que había vaciado ¡cuatro botellas de limpiador de alfombras en el sofá! Nunca entendimos por qué. © Oído por ahí / Ideer
  • Estoy harta de nuestra arrendadora. Llega cuando quiere, sin avisar, y se pone a limpiar el baño o el inodoro. Le he dicho que nosotros nos encargamos de eso, y de hecho lo hacemos, porque el lugar, en general, no está sucio. Pero el colmo fue hace poco: ¡no pude entrar al baño porque ella estaba adentro limpiando y lo peor de todo sin avisar! Muero por mudarme, pero no tengo dinero para pagar otra renta© No todos lo entenderán / VK
  • Vivía en un departamento de dos habitaciones que le rentaba a una dulce abuelita. Un día, al volver de la universidad, entré a la cocina y vi a un hombre tomando café. Salí corriendo al patio justo cuando la señora llegaba. Le dije que había un desconocido en casa y que llamaría a la policía. Ella, muy tranquila, me respondió: “No hace falta. Es tu nuevo compañero. Vi que llevas más de un año sola y ya es hora de casarse, así que te ayudé. Además, ahora pagarás menos renta”. Asentí, subí, empaqué mis cosas y me fui ese mismo día. © No todos lo entenderán / VK
  • Se tapó el baño. El plomero dijo que la causa eran tampones y productos de higiene infantil. Soy un hombre soltero. Aun así, la dueña insistió en que yo debía pagar el arreglo, porque “el desastre lo causé yo”. Aunque antes de mí, ahí vivieron dos mujeres. © _Raul_ / Reddit
  • Rentamos un lugar con una lavadora bastante vieja. Al cuarto mes, dejó de funcionar. La dueña llamó a su técnico de confianza y dijo: “Eso ya debería estar en el basurero”. Yo esperaba que llamara a otro técnico, o que al menos se ofreciera a compartir el gasto de una nueva. Le pregunté si conocía a alguien con auto que pudiera ayudar a trasladarla, porque no es nada barato. Me respondió: “No, no. Ay, la verdad, no sé cómo ayudarlos”. © Habitación № 6 / VK
  • Renté un departamento y jamás conocí en persona a la dueña. Me mandó las llaves por mensajería. Pero empecé a notar cosas raras: desaparecían alimentos, aparecía una vajilla nueva. Llamé para preguntarle si sabía qué pasaba. Me dijo con toda naturalidad: “No estoy segura, pero probablemente fue mi hijo. Aún no asimila que ya no es su departamento”. Me pareció absurdo. Una semana después, al llegar a casa, encontré a un tipo de unos 20 años en mi cocina ¡comiéndose mi sopa! Le pedí amablemente que se fuera. No volvió a aparecer. © Karamel / VK
  • Una compañera de la universidad se mudó con una amiga a una habitación. El departamento lo compartían con una abuelita. Rentaban con la hija de la señora, quien supuestamente iba todos los días a cuidarla, pero en realidad apenas se aparecía un par de veces por semana. Por compasión, las chicas terminaron cuidándola: la alimentaban, la bañaban y hasta le cambiaban los pañales. No tenían dinero para mudarse, así que vivieron así un mes. Al irse, la hija todavía las regañó por no haber cuidado “bien” a su madre. © Oído por ahí / Ideer
  • Llevo dos años rentando en un lugar. La dueña es tranquila y sin complicaciones. A veces tomamos el té juntas, platicamos de la vida. Ayer, en una de esas charlas, hubo una pausa y entonces me preguntó: “Oye, ¿y cómo te llamas?”. © SITUACIÓN / VK
  • Rentamos un departamento. Una noche apareció una señora mayor recogiendo frascos. Volvió días después a gritarnos porque no habíamos descongelado el refri ¡y decidió quedarse a vivir con nosotros! Resultó ser la madre del dueño. Lo llamé y vino de inmediato, creímos que pondría orden. Pero la señora empezó a regañarlo: “¿A quién metiste a mi casa?” Él solo agachaba la cabeza como un niño regañado. © Zharkushy / Pikabu
  • Mi esposo y yo tardamos en encontrar un departamento. Siempre había algo raro, o los dueños eran muy extraños. Finalmente, hallamos uno ideal: buena ubicación, todo cerca. Pero la conversación con la dueña fue complicada. Le preocupaba que no tuviéramos mascotas, decía que eso era “sospechoso”. Cuando explicamos que mi esposo tiene alergia, empezó a preguntar por qué no teníamos hijos. La charla fue larga, pero al final encontró consuelo cuando le mandé una foto donde claramente se veía que un bebé ya venía en camino. © Mamdarinka / VK
  • Hace un mes mi novio y yo rentamos un departamento. Preguntamos si podíamos tener un gato. La dueña respondió: “Sí, claro, me encantan los animales, no hay problema”. Hace dos días vino, vio a nuestro gatito pelirrojo (que ya llevaba dos semanas con nosotros) y dijo: “No me gustan los gatos naranjas. Sáquenlo, en mi departamento no puede estar”. Así que, empacamos y empezamos a buscar otro lugar. © Oído por ahí / Ideer
  • Rentábamos la planta baja de una casa grande. La dueña nos pidió compartir lavadora y secadora con los vecinos. Yo trabajaba todo el día, pero la vecina pasaba casi 12 horas diarias lavando. Aun así, la dueña se quejaba conmigo y me subía la renta. Un día decidí deshacerme de los electrodomésticos. La vecina se enfureció. La dueña, en venganza, ¡tapó el drenaje con cemento! y se inundó el sótano. Durante seis meses trató de arreglarlo. Iban y venían trabajadores, pero nunca resolvieron nada. Nos fuimos después de siete años. © Diane Shafer / Quora
  • Encontré un departamento. Cuando llegué, la dueña me interrogó durante media hora: dónde nací, a qué me dedico, incluso cosas personales. Finalmente me instalé y salí a caminar. Diez minutos después, me llama para decirme que su esposo pensó que no era “apto” para vivir ahí. Tuve que regresar y desalojar. © sanches91 / Pikabu
  • Los dueños dejaron una habitación cerrada. Al poco tiempo empezó a salir un olor horrible. Les pedí que lo revisaran. Fueron, abrieron y sacaron seis bolsas enormes de basura llenas de cebollas podridas. Después, tuvieron el descaro de exigirme dinero como compensación, porque “por mi culpa” ya no podrían usar eso como abono para su jardín. © Oído por ahí / Ideer

A veces, las historias más extrañas y graciosas no ocurren solo en taxis, sino también cuando rentas un departamento.

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