15 Casos en los que ha estallado un gran drama entre manicuristas y sus clientes

Mujer
hace 4 meses

Una visita ordinaria a un salón de manicura se convierte a menudo en una aventura, sobre la que se quiere contar inmediatamente a todo Internet. Y los profesionales no se quedan atrás en este sentido: a menudo comparten historias sobre sus clientes en las redes sociales. Recopilamos las historias de unos y otros y nos dimos cuenta de que su relación es igual de apasionada como en un culebrón brasileño.

  • Una vez compré un coche a una pareja. El hombre se enteró de que yo era manicurista y dijo: “¿Por qué no se debe lavar los platos con esmalte de gel?” Yo (sin pensármelo dos veces): “¿Por qué no se debe? Sí, se puede”. Tendrías que haber visto la cara que puso su esposa.
  • Desde hace algún tiempo dejé de utilizar los servicios de manicuristas con hijos pequeños. No solo que en el 90 % de los casos meten la pata y se justifican con que su hijo les ha distraído. Además, hace poco una de esas señoras me hizo la manicura, y en el pasillo su hijo me ensució el abrigo. Ella se negó a pagar por la limpieza en seco. Informé de su negocio a la Agencia Tributaria, donde tengo ciertas amistades. No me arrepiento de nada.
  • No duermo mucho, así que suelo quedarme dormida durante los procedimientos estéticos. Eso es lo que me ha pasado hoy en la manicura. Antes de eso, mi esposo me gritó y me dijo que con las uñas de colores llamativos me echaría a la calle. Llevo mucho tiempo en una mala situación en nuestra relación. Y mi manicurista lo sabe. Una vez más le cuento lo ocurrido con mi esposo y me quedo dormida tranquilamente. Cuando me despierto, ¡veo que tengo las uñas de color rojo vivo! En un estado de shock miro a la manicurista y me ella dice: “Te mereces más. La manicura corre de mi cuenta si tú y yo salimos a celebrar tu divorcio”. Gracias a eso, por fin me decidí a solicitarlo.
  • Llevo muchos años utilizando los servicios de la misma manicurista, siempre he estado satisfecha. Pero últimamente, se ha convertido en una tortura, porque se ha vuelto loca. Tiene un hombre rico, o mejor dicho, se lo robó a su familia. Y ahora intenta demostrar que su coche es mejor y demás. Y ya hay quejas sobre ella como profesional, porque se permite caprichos: “No quiero hacer la manicura francesa”, “No me gusta este esmalte”. No puedo dejarla porque no la quiero ofender, es casi como una amiga.
  • Trabajo como manicurista y un día vino una clienta que quería que se lo hiciéramos todo a la vez. Nuestro salón no está habilitado para hacer la manicura y la pedicura al mismo tiempo, pero ella dijo: “Que una persona me haga la manicura, y la otra, bajo la mesa, la pedicura”. También quería teñirse el cabello y que le hiciéramos la depilación con cera, pero de tal modo que todo no le llevase más de una hora. Todo el equipo nos imaginamos eso y nos pareció muy divertido. Ahora la tenemos fichada como “Todo a la vez”.
  • Vino una señora y eligió un color bastante difícil de trabajar. Pinté cada uña con mucho cuidado para asegurarme de que todo quedaba perfecto. Cuando terminé, ella miró y pareció satisfecha, me dio las gracias y fue a pagar. Y entonces la oí calificar mi trabajo de horrible, exigiendo que otra persona volviese a pintarle las uñas. © Laura Sandiego / Quora
  • Trabajo como manicurista. Me sorprende lo fácil que le resulta a la gente contarle su vida privada a una desconocida. No soy su amiga ni una conocida íntima, simplemente le arreglo las manos una vez al mes. Hoy una clienta me ha vuelto a contar que su esposo está loco por ella. Ha sido divertido escucharla. Sé que su marido tiene una aventura con otra clienta mía. Tengo una gran base de datos, es una ciudad pequeña.
  • — Hola, ¿puedo ir a hacerme la manicura?
    — Sí, hay un hueco para mañana a las 15:00.
    — Genial, me viene bien. ¿Cuál es la dirección?
    — Te llamaré mañana y si me confirmas la cita, te lo diré.
    — ¿Qué quieres decir? ¿Cómo voy a planear mi día si no sé adónde voy? Si tienes miedo de dar tu dirección a tus clientes, quizá deberías alquilar una oficina.
    — Es la única manera.
  • Hace poco me di cuenta de que la profesional que me hace la manicura y pedicura, a la que acudo desde hace casi dos años, ¡nunca me ofrece agua, té ni café! Tiene una buena cafetera en su estudio, diferentes tipos de té, agua mineral, galletas, dulces... Otras manicuristas de ese estudio siempre tratan bien a sus clientes. Y más de una vez la he visto ofrecer café y té a las chicas que venían detrás de mí. Me doy cuenta de que todo esto son nimiedades y tonterías, y que si lo pido, me traerá el café o el agua. Pero no quiero pedirlo, ¡quiero que ella me lo ofrezca! No entiendo cuál es la razón, nos comunicamos muy respetuosa y educadamente, ¡pero ella nunca me ofrece una bebida!
  • Mi madre trabaja a tiempo parcial como maquilladora. Un día ella y yo fuimos a un salón de manicura y entabló una conversación con la manicurista. Empezaron a hablar de las clientas más molestas que habían tenido. Mi madre contó que tuvo una clienta que empezó a sacarla de sus quicios un mes antes de su boda. Unas horas antes de la boda, cuando mi madre ya la había maquillado, la chica dijo que todo estaba fatal, se quitó el maquillaje y se maquilló ella misma. Mi mamá dijo todo lo que pensaba de esa novia e incluso la llamó por su nombre, y la manicurista no pudo aguantar las risas. Y solo cuando mamá terminó su historia, la mujer, riéndose a carcajadas, le dijo que esa novia era su hermana.
  • Trabajo a tiempo parcial como manicurista en mi propia casa. Una vez vino una mujer de unos 30-35 años de edad, miró a su alrededor y soltó:
    — ¿Y dónde está tu bebé?
    — No tengo hijos.
    — ¿Y por qué no tienes hijos?
    — Considero irrelevante esta pregunta...
    — Pensé en charlar contigo sobre los niños, tomando café... Si no hay nada de qué hablar, me voy. Que tengas un buen día.
  • La chica llegó muy tarde, pero aun así vino. Pero no sola, sino con su madre y una amiga. Cuando empecé a hacer mi trabajó, se puso a comer papitas y a hablar en voz alta por teléfono. Le reprendí para que no comiera mientras yo trabajaba, pero su madre, a su vez, me reprendió a mí: “¿Cuál es el problema?”. © Holly-Louise Leahy / Quora
  • Tenía una manicurista maravillosa, era perfecta, fui a verla durante mucho tiempo hasta que se mudó. Ella trabajaba en casa, y un día tuve que ir al baño con mucha urgencia. Le pregunté si podía usarlo. La respuesta me sorprendió: “No, tengo a mi esposo en casa, no le gusta que mis clientes vayan al baño. Hay uno de pago cerca de la parada del autobús, ve allí”. No encontré ningún baño, mi sistema urinario estaba al límite, apenas pude aguantar hasta llegar a casa. No dejé de ir a hacerme la manicura con ella, pero ya nunca bebía agua antes.
  • No paro de cambiar de manicuristas, porque no sé de qué hablar con ellas en nuestras siguientes citas. Pronto empezaré a hacer un nuevo círculo, ya que su número en nuestra ciudad no es infinito. Espero que la primera ya no se acuerde de mí y volvamos a conocernos.
  • Un hombre trajo a su hija de unos 15 años. Entablé una conversación con ella. Padres divorciados, vive con su mamá y los fines de semana su papá la lleva y la mima. ¡Qué hombre tan cariñoso! Le hice la manicura. Llegó el papá, me dio las gracias y salió rápidamente por la puerta, diciendo que iban tarde. Y entonces me di cuenta de que no había pagado. Intenté llamarlo, pero mi número ya estaba bloqueado. Pero este estafador no ha tenido en cuenta que la chica y yo intercambiamos números por si había algún fallo. Le escribí desde otro número que si no pagara, llamaría a su hija y le diría lo deshonesto que es su padre. Siete minutos después, tuve el dinero en la tarjeta.

Las relaciones entre profesionales y clientes suelen formarse de una manera específica. Los protagonistas de nuestra otra selección no perdieron la oportunidad de compartir historias sobre clientes que son difíciles de olvidar.

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