15 Historias que demuestran que ser padre no es tarea fácil


¿Te resulta familiar esa sensación de sacar del fondo del clóset tu abrigo de invierno, ponértelo y encontrar en el bolsillo una grata sorpresa, como unas monedas olvidadas desde el año pasado? Los protagonistas de este artículo sintieron una alegría similar, solo que sus hallazgos no fueron unos cuantos billetes.
Compré un conjunto vintage (saco con falda) para una cena temática de “detectives del siglo pasado”. Y en el bolsillo encontré esto. Claro, no es de oro, pero complementó el atuendo de una forma genial.
Sinceramente, me sorprende que permaneciera allí tanto tiempo y que nadie lo hubiera sacado, considerando que la fecha en el dibujo es del 29 de julio de 2006.
Encontré esta chaqueta el año pasado en una tienda de segunda mano. Lo más curioso fue descubrir que en los bolsillos había unas cuantas agujas de pino y un par de cerillos quemados. Por alguna razón, eso me hizo sentir simpatía por su antiguo dueño, aunque no tenga idea de quién fue.
Aún conservo las agujas en los bolsillos; hoy son mi amuleto.
Es un frasco de vidrio que guarda todas las cosas que mi mamá encontraba en mis bolsillos cuando lavaba mi ropa durante mi infancia. Al principio, solo contenía palitos, piedritas y canicas de vidrio. Pero con el tiempo, se fue llenando de todo: fichas Pogs, un cartucho de Gameboy, juguetes pequeños, un yoyo y tarjetas de Laser Quest. Cuando era niño y dejaba algo en los bolsillos antes de lavar la ropa, mi mamá siempre los revisaba y, si encontraba algo, lo guardaba en ese frasco de vidrio, en la repisa más alta. Recuerdo cuánto deseaba recuperar al menos una parte de esos tesoros, pero tocar el frasco estaba estrictamente prohibido.
Pasaron los años, me casé, y durante el ensayo de la boda, mientras mi mamá y mi papá daban su discurso de agradecimiento, ella sacó de debajo de la mesa una gran bolsa de regalo. Comenzó con una breve historia sobre cómo, durante todos esos años, había estado guardando las cosas que encontraba en mis bolsillos. Y en ese momento lo supe: “¡Voy a recibir ese frasco!”. Me emocioné incluso antes de que terminara de hablar. Cuando terminó, abrí la bolsa y vi que no era solo el frasco, era una lámpara hecha con él. Sin duda, el mejor regalo que he recibido en mi vida.
Tuve estos jeans durante un par de años, y todo ese tiempo sentía como si hubiera una moneda de 2 dólares en el bolsillo. Pero, por más que lo intentara, no podía sacarla ni entendía cómo había llegado ahí. Hace unos días, los jeans ya estaban completamente desgastados, así que decidí que, antes de tirarlos, sacaría por fin aquella “moneda”. Tomé unas tijeras, hice un corte y la saqué. Pero, en lugar de una moneda de dos dólares, lo que encontré fue un medallón extraño, más parecido a un amuleto.
El fin de semana estuve recorriendo tiendas de segunda mano y encontré este anillo en el bolsillo de una bolsa que compré. Tiene el sello “18k”. Parece ser de oro amarillo con amatista, posiblemente hecho a mano.
A veces, la felicidad realmente está en nuestro propio bolsillo, aunque hace mucho que no miramos dentro. Y tú, ¿alguna vez encontraste algo olvidado que merezca ser contado?
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