15 Historias que comenzaron en la fila del súper... y terminaron en lo inesperado

Historias
hace 1 hora
15 Historias que comenzaron en la fila del súper... y terminaron en lo inesperado

A veces vas al supermercado y vuelves con una anécdota para contarles a tus amigos. Justo así les pasó a los protagonistas de este artículo: se encontraron con situaciones que terminaron en carcajadas o en giros completamente inesperados.

  • Llené el carrito y me acerqué a la caja. Me di cuenta de que el paquete de huevos tenía nueve en lugar de diez. Se lo dije a la cajera y corrí a cambiarlo. Cuando regresé, vi un huevo en el suelo: se me había caído mientras acomodaba las cosas. El guardia estaba detrás de mí, entré en pánico, pagué rápido y salí corriendo. Entonces escuché: “¡Señorita! ¡Olvidó su bolsa con las compras!”. Resultó que me puse tan nerviosa que me fui sin llevarme nada. © Overheard / Ideer
  • Estaba en la caja del supermercado cerca de mi casa, que es mi lugar favorito para hacer las compras. Todo siempre está fresco y delicioso, los empleados son amables, educados, y las cajeras son un encanto. Ya me había acostumbrado a eso. Delante de mí, en la fila, había un hombre. Pagó sus productos y empezó a guardarlos en sus bolsas. La cajera le dijo: “Gracias por su compra, ¡que tenga un buen día!”. El hombre, al parecer, no se lo esperaba y exclamó: “¿Qué? ¿Me deseó un buen día? ¡Igualmente para usted! ¡Dios mío, aún queda gente que sabe ser humana en este mundo!”. Se fue contento y feliz, y yo no pude evitar sonreír. Parece una tontería, pero ¡cómo unas simples palabras pueden cambiarle el día a alguien! © Ward No. 6 / VK
  • Estoy casada, aún no tenemos hijos, pero sí un gato que recibe toda la atención, como si fuera hijo único. Incluso mi esposo y yo lo llamamos “nuestro nene”. Un día estábamos en la caja, pasando las compras, y me acordé de que habíamos olvidado su comida. Le dije a mi esposo: “¡Ay no, se nos olvidó el nene! Ve corriendo y agarra algo con pavo, pero que sea estrictamente para menores de un año, que si no, otra vez le va a doler la pancita”. La fila entera se llenó de ternura, alguien susurró: “Ay, qué padres tan atentos”. Y justo en ese momento, mi esposo regresó con un costal enorme de croquetas para gato. Tenían que ver las caras de la gente. © Ward No. 6 / VK
  • Recuerdo que, de niño, mi mayor miedo era estar en la caja sin mi mamá. ¿Y si me tocaba pasar y ella todavía no llegaba? Hace un par de días, estaba comprando algo y, delante de mí, había un niño de unos ocho años que su mamá había dejado allí. Cuando llegó su turno, de pronto se dio vuelta hacia mí y, con toda calma, dijo: “Pase usted, yo todavía estoy esperando a mi mamá. Voy después de usted. O después de los que sigan, depende de cuándo llegue ella”. Me quedé en shock. ¿¡Cómo!? ¿Se podía hacer eso? © Ward No. 6 / VK
  • Todos los días voy al supermercado que está cerca de mi casa, y siempre compro lo mismo: chocolate y yogur. Normalmente lo hago en la mañana, antes del trabajo, o por la noche, cuando de repente se me antoja, y las bolsas con comida “de verdad” las llevo ya después de salir del trabajo. Casi siempre paso por la caja donde está un chico que atiende rápido, así no tengo que hacer tanta fila. La semana pasada todo fue como siempre, pero, al momento de pagar, él sacó de debajo del mostrador una bolsa con frutas y me dijo: “Espero que dejes esa dieta de chocolate y yogur... porque, sin ella, ya eres muy hermosa”. Eso me conmovió casi hasta las lágrimas. Al llegar a casa, en la bolsa, también encontré una nota con su número de teléfono. Ya vamos por la segunda cita. © Karamel / VK
  • Hoy estaba en la caja del supermercado. Detrás de mí había un hombre de unos 60 años. Le ofrecí pasar primero, ya que yo llevaba una canasta llena de productos y él solo tenía una bolsa de papas. El hombre reaccionó con un rotundo “no”, porque dijo: “Me daría vergüenza que una mujer tan guapa me cediera el lugar”. Un pequeño detalle, pero que alegra el día. © Karamel / VK
  • Estando en la caja del supermercado, me di cuenta de que, en lugar de llevar una bolsa para las compras, había traído una de basura. Pero ya era tarde para dar marcha atrás, y cuando la cajera me ofreció comprar una bolsa, le respondí que no. Con toda la calma del mundo, como si todo estuviera perfectamente planeado, puse los productos en la bolsa de basura y me fui con la frente en alto. Ha pasado un año, pero todavía no puedo olvidar las miradas de la cajera y de las personas en la fila. © Karamel / VK
  • Entré con mi esposo a una tienda de cosméticos. Ya había tomado todo lo que necesitaba y estábamos en la caja. Justo delante de nosotros, había una abuelita conversando con las vendedoras. Ellas le explicaban cosas y le daban algunos consejos. Mi esposo se rió bajito y dijo: “¡Se cuida, a pesar de la edad! Amor, ¿tú también serás así?”. Y justo en ese momento, la abuela les dice a las vendedoras: “¡Ay, muchas gracias! Trato de cuidarme, al fin y al cabo tengo dos novios. Uno de 56 y el otro de 60”. Todos nos quedamos boquiabiertos al escuchar eso. © Not everyone will understand / VK
  • En primer año de universidad, el dinero apenas me alcanzaba. Estaba en la caja del supermercado, poniendo en la banda un par de sobres de comida para el gato y un panecillo para mí. La cajera empezó a marcar todo y, de repente, resultó que el descuento ya no aplicaba y no me alcanzaba. Casi con lágrimas en los ojos, le pedí que quitara el panecillo. La cajera suspiró. Y en ese momento apareció un joven, claramente apurado, que gritó con tono épico: “¡Deje el panecillo!”, lanzó el dinero sobre el mostrador y salió corriendo. Ya pasaron muchos años, y todavía recuerdo ese momento con cariño. © Overheard / Ideer
  • Estaba haciendo fila en una cola larguísima en el supermercado. De seis cajas, solo dos estaban abiertas. Detrás de mí había un tipo y, de repente, gritó: “¡Laura, acércate a la caja!”. Todos los clientes que estaban delante de nosotros se fueron corriendo hacia las cajas libres, y nosotros, con este tipo, nos acercamos más a la caja. Todos se quedaron esperando a una tal Laura que no existía, y el hombre solo sonreía. © Overheard / Ideer
  • Estaba en el supermercado y vi a una joven pareja con dos niños. Ella iba poniendo los productos en la banda, y él, del otro lado de la caja, los guardaba en las bolsas. De pronto, la chica le empujó el carrito vacío al chico y le dijo: “Pon todo lo más valioso aquí.” Él tomó a los niños y los sentó en el carrito. No pude evitar conmoverme. © Overheard / Ideer
  • Después del trabajo, cansada, me obligué a ir al supermercado. Puse mi montaña de productos en la banda, y delante de mí había una mujer pagando sus compras. De repente, ella exclamó: “¡Oh, pepinos!” y agarró de mi montón una bolsita de pepinos que yo había seleccionado y pesado cuidadosamente. Me sorprendió su descaro y no se me ocurrió nada más ingenioso que gritar: “¡Míos!” y empezar a tirar de la bolsita hacia mí. Parecía tan educada y correcta... y, aún así, casi terminé peleándome en el supermercado por unos pepinos. © Overheard / Ideer
  • Hace unos días me disponía a salir a pasear con mi hijo: lo puse en el cochecito, salimos a caminar y, mientras paseábamos, decidí entrar a una tienda. Recorría el supermercado, llenaba la cesta de productos y los colocaba en la bandeja debajo del cochecito. Llegué a la caja y empecé a sacar los productos para ponerlos en la banda. Creí haber sacado todo, pero de reojo noté que todavía había algo en la bandeja. Miré y... ¡y descubrí un gato! ¡Mi gato! © Overheard / Ideer
  • Entré a la tienda con un billete grande porque quería cambiarlo por billetes más pequeños. Tomé una gaseosa y me dirigí a la caja; había fila y me distraje un momento. La cajera pasó la gaseosa a un hombre que estaba delante de mí en la fila. Él me dijo: “No hay problema, quédate con ella, es un regalo para ti”. No me lo esperaba. Le agradecí tres veces y me fui con la bebida. Cuando llegué a casa, me di cuenta de que ni siquiera había cambiado el billete. © Ward No. 6 / VK
  • Cuando tenía unos cinco años, mi mamá y yo fuimos a comprar ropa nueva. Me encantó un vestido y quise volver a casa con él puesto. Mi mamá me sentó sobre la cinta transportadora de la caja mientras la amable cajera quitaba los sistemas de seguridad del vestido. Parece una tontería, pero todavía recuerdo este momento con una sonrisa y cómo mi mamá hizo para mí un pequeño milagro. © Overheard / Ideer

Quién lo hubiera pensado: cuánta diversión se esconde entre los pasillos del supermercado. Puedes leer más situaciones divertidas y fuera de lo común en las tiendas en esta selección.

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