14 Mujeres que no tienen la oportunidad de aburrirse en su matrimonio

Genial.guru ha revisado las publicaciones de las comunidades “Pikabu”, “Oído por ahí” y “La habitación Nº 6” y ha encontrado algunas historias interesantes sobre los extraños giros de la vida que son difíciles de creer.
“¡Para los vecinos del edificio!
Les pedimos encarecidamente no abrir el agua después de las 23:00 hs. Eso genera mucho ruido en los departamentos vecinos. En caso de no cumplir con esta solicitud, se tomarán medidas”.
Me di cuenta de que era hora de tomarme unas vacaciones cuando, al salir de una tienda, puse la leche en el suelo con las palabras: “Corre un poco”, habiéndola confundido con un perro.
Una vez, en el trabajo, le escribí una carta muy furiosa al departamento de al lado. Tardé media hora en redactarla, los había devastado. Describí punto por punto dónde se habían equivocado y expliqué exactamente por qué deberían avergonzarse de ello. ¡Era una obra maestra! Absolutamente orgullosa de mí misma, releí la carta después de haberla enviado y entendí que era un completo fracaso. Mi furioso mensaje comenzaba con las palabras “Estimadas coletas”.
Una vez, mientras estaba de vacaciones en uno de los países del Medio Oriente, contraté a un guía local para que me mostrara los valores culturales e históricos del país. Acordamos un precio. El lugar al que íbamos quedaba lejos, y fuimos en su minibús. El hombre giraba el volante y mantenía una conversación casual conmigo, charlando sobre todo un poco: sobre el clima, sobre la cocina, sobre la familia...
Me preguntó:
— ¿Tienes hijos?
— Sí, — respondí, — una hija. Tiene 20 años.
— ¿En serio? — exclamó el hombre en inglés con acento árabe. — ¿Y tú cuántos años tienes entonces?
— 42.
-¡Imposible! ¡No te daría más de 25! ¡Qué joven pareces!
No me sorprendió una adulación tan franca: el hombre claramente contaba con recibir una buena propina. Le agradecí educadamente. Entonces él se volvió hacia mí y, entusiasmado, me dijo:
— Bueno, ahora tú: adivina, ¿cuántos años tengo?
Pensé que debía responder con la misma cortesía que él y evalué la apariencia de mi acompañante: cara hinchada, bolsas debajo de los ojos, piel porosa, manchas de calva, cabello gris. Mentalmente quité una docena de años a la edad que había calculado y dije con tono seguro:
— ¿40?
No me respondió de inmediato. Durante medio minuto miró el camino con tristeza y sin parpadear, y luego dijo:
— 27...
El resto del camino transcurrió en silencio. La conversación ya no fluía bien. Los dos nos quedamos pensando en algo propio.
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