15 Personas que nunca podrán olvidar lo que pasó en su infancia

Historias
hace 8 meses

Algunos pueden pensar que las ofensas de los niños deben dejarse pasar, en lugar de revivirlas una y otra vez. Al fin y al cabo, los adultos pueden hacer daño sin querer y en absoluto con maldad. Pero por mucho que uno quiera perdonar a alguien, le puede ser muy difícil. Sobre todo cuando tú, siendo un niño pequeño y vulnerable, has sido acusado inmerecidamente por quienes considerabas los más importantes del mundo.

  • Tenía 17 años. Le pedí a mi madre que me llevara al ginecólogo. Tenía menstruaciones abundantes y pensé que algo iba mal. Pero mi madre no me creyó y empezó a gritar que había contraído una enfermedad. De todos modos, el ginecólogo dijo que estaba bien. Pero mi madre no se calmó y llamó a esta mujer (eran como amigas) para oírlo ella misma.
  • Mi abuela recibió su pensión a domicilio. Era verano, hacía calor, yo estaba fuera, las ventanas de nuestra casa estaban abiertas de par en par. Entrando corriendo a casa a beber agua, me topé con el cartero en la puerta. Bebí y volví a la calle a toda prisa. Y 10-15 minutos después, mi abuela apareció en el patio gritando que yo le había robado su dinero, toda su pensión, que era una ladrona y que tenía que devolvérselo todo ahora mismo. A los niños se les prohibió ser amigos míos después de eso, ¡dejaron de invitarme a su casa! Por la noche, cuando mis padres volvieron del trabajo, me interrogaron entre todos. Y el dinero... la corriente de aire se lo llevó de la mesa y acabaron debajo del armario, todo ese dinero. Cuando abrieron la puerta, salieron volando. El fin de semana empezaron la limpieza y allí lo encontraron. Pero yo lo descubrí unos 15 años después, siendo ya adulta.
  • Un día me sentí muy triste y rompí a llorar en mi habitación. Mis padres entraron en el cuarto y me dijeron: «Oye, ¿podrías bajar la voz? Tu hermana está estudiando para los exámenes y, por culpa de tu ruido, no puede concentrarse». © autor desconocido / Quora
  • Estaba visitando a mis tíos. ¡Y un día llegaron con un cubo entero de fresas! Grandes fresas rojas de jardín. Mi tía me dijo: «Vete a casa, tu madre también las ha comprado». Así que corrí a casa. Tenía mucha prisa. Llegué y le pregunté a mi madre por las fresas, pero no había fresas en casa. Estaba muy amargada y dolida. Tenía unos 10 años. Todavía no entiendo por qué ni siquiera me dejaron probar una. De adulta, cultivo las mías. Y si quiero muchas fresas, las recogemos en el campo pagando dinero. ¡Estas!
  • Mi madre me decía que me metiera la barriga adentro. Y también los glúteos. Porque es asqueroso cuando están colgando. Tenía que controlarme todo el tiempo. Y yo todavía estaba en la escuela primaria. Ahora miro las fotos de aquella época: yo era una chica tan linda. © Renee Kestell / Quora
  • Mis padres me dijeron que si quería ir a la universidad, tenía que ganarme la matrícula. Me esforcé mucho, pero me lo gané. Sin embargo, mis padres pagaron la educación de mi hermano mayor y mi hermana pequeña. Y cuando le pregunté a mi padre por qué, me dijo que era su dinero y que lo gastaba como quería. Pues, independizarme de ellos fue mucho más fácil para mí. © Paul Leckner / Quora
  • Yo tenía nueve años. Venía de visita la hermana de mi padrastro, que llevaba un abrigo muy bonito. Y un día, al pasar junto al abrigo colgado en el perchero, me fijé en un botón de una belleza inexplicable en el bolsillo. Me entraron unas ganas terribles de tocarlo. Y entonces la dueña del abrigo entró en la habitación... Me acusó de haberle robado monedas del bolsillo. Me sentí muy ofendida por todos ellos. Porque me acusaron todos los que estaban en casa, incluida mi madre. Todavía no tengo contacto con esa mujer, aunque ya han pasado 40 años.
  • En el instituto llevaba una vida que me parecía aburrida. Soñaba con salir con bellos desconocidos e ir a fiestas elegantes. Y tenía un diario en el que describía la vida con la que soñaba. Un día, llegué a casa de la escuela y oí a mi abuela al teléfono leyéndole mi diario a mi madre. Sí, todas estas cosas inventadas. Nunca perdoné a mi abuela ni a mi madre. Nunca volvimos a recuperar nuestra relación, aunque han pasado ya 20 años. Me fui a vivir sola, lejos. Y mis parientes están seguros de que llevo una vida indecente, y nada puede convencerlos de lo contrario.
  • A mamá, por lo visto, le decepcionaba mucho que yo fuera una nerd callada, siempre leyendo libros, y se le ocurrió un juego muy divertido. Cuando viajábamos en el coche, buscaba al hombre menos atractivo, de aspecto marginal, y decía: «¡Apuesto a que ni siquiera él aceptaría tener contigo una cita!». Y entonces mis hermanos se unían con entusiasmo a este juego. Esta «diversión» desenfrenada continuó durante todos mis años escolares y cada vez que volvía a casa de la universidad. Lo cual, por supuesto, no ocurría muy a menudo. © Myra Scott / Quora
  • Tuve una situación desagradable que le recuerdo a mi madre muchos años después. Vivíamos temporalmente en casa de mi hermano, mientras se hacían remodelaciones en nuestro departamento. Mamá me pidió que fuera al mercado. Estaba a punto de salir, pero no estaban las llaves. Todo el mundo solía colgarlas en la caja de la entrada. Recorrí toda la casa, miré por todas partes, pero no estaba mi llavero. Llamé a mi madre y le dije que no había llaves y que no dejaría el departamento abierto. Recibí un desagradable chorro de palabras sobre lo irresponsable y perezosa que soy. Por la noche resultó que mi hermano, sin querer, se había llevado tanto sus llaves como las mías, pero no se había dado cuenta. Y eso que yo lamé a todos y les pregunté si se habían llevado mi llavero. Mi madre nunca se disculpó, porque de todos modos yo era «irresponsable y perezosa». Han pasado unos 14 años y todavía lo recuerdo todo.
  • Mi madre leía mis diarios y después me reprochaba mis pensamientos o se reía de mí por mis pensamientos. También ocurrió lo siguiente. Cuando mi hermano tenía 14 años y yo 11, yo estaba ahorrando dinero. Y un día mi madre dijo: «Vamos a asegurarnos de que todo tu dinero está ahí. Es que tu hermano está en esa edad, podría robarlo». Al cabo de un rato me di cuenta de que solo quería averiguar cuánto dinero había ahorrado. Pero a día de hoy, cuando pierdo algo o se me olvida dónde lo he puesto, lo primero que hago es mirar con recelo a mi hermano. No le digo nada, y él no está al tanto de este tema, pero aún me queda cierta convicción de que es capaz de esas cosas porque mi madre estuvo segura de ello en su momento.
  • Yo tenía unos 12 años. Una vez fui a casa de una amiga de mi madre y me quedé dormida en el sofá. Me desperté y me fui a casa. Y entonces resultó que en el sofá, debajo del cojín, estaba la cartera de la señora. Y cuando me fui, la mujer miró y no la encontró. Pensó que había sido yo, fue a alcanzarme y se lo dijo a mi madre. Me registraron enseguida, pero por supuesto no encontraron ni la cartera ni el dinero. La mujer fue a casa a buscarla de nuevo y la encontró en una hendidura del sofá. Mientras tanto, mi madre se esforzaba por sacarme la verdad, diciendo: «¿Dónde habrás metido esa cartera?». La mujer volvió y dijo que la había encontrado. Pero mamá no me pidió disculpas. Y yo, desde entonces, no confiaba en ella ni en nadie más.
  • De pequeña me encantaba hacer tartas y bollos y se me daba bastante bien. Siempre quería complacer a mi madre, pero una vez me dijo que no hacía más que desperdiciar comida. Ahora entiendo que el dinero escaseaba, mi madre ahorraba y mis platillos no estaban a nuestro alcance, pero en aquel momento decidí que no tenía talento y que era mejor para mí no cocinar. ¿Por qué no me lo ha explicado todo? Desde entonces, cada vez que cocino, pienso que solo desperdicio comida y me cuesta mucho invitar a la gente probar mi platillos. Aunque salen deliciosos.
  • Yo tenía entonces 12 años. Feliz, corrí a casa para presumir de mis notas finales. Estaba especialmente orgullosa de la geografía: ¡obtuve un 98 %! Lo más cerca posible de la perfección. Pero mi padre lo miró y dijo algo que nunca olvidaré: «¿El 98 %? Aún puedes hacerlo mejor». ¿Has oído hablar del síndrome del impostor? Pues ahora lo padezco. © Courtney Ackerman / Quora
  • Hay un episodio que todavía me atormenta a día de hoy. En 2.º de primaria, quería dejar mi odiada gimnasia. Pero mi madre me gritó y me dejó yéndose a otro departamento. No apareció durante una semana. Y cuando volvió, no me hablaba. Acabé haciendo gimnasia hasta el final del instituto: arruinó tanto mi sistema nervioso como mi figura. Y cuando se lo recordé a mi madre, me dijo que yo no tenía fuerza de voluntad si no pude dejarla.

Bono: a veces los padres pueden hacer locuras incluso con sus hijos adultos

  • Tuve un caso cuando ya no era una niña, sino una estudiante. Un amigo mío, al que mis padres no querían, venía a visitarme. Así que lo invitaba a casa cuando no había nadie. Pero mi madre se enteró al cabo de un tiempo y me dijo: «Sé que tuviste a ese como invitado. Y ha desaparecido el dinero de mi habitación». Me quedé un poco desconcertada: no podía ser así, mi compañero era un hombre honrado. Entonces decidí preguntarle a mi madre cuánto dinero faltaba. Y en un abrir y cerrar de ojos me dijo: «¡No falta nada! Me lo he inventado todo. Es que no me gusta tu amigo». En ese momento no tuve palabras para expresar mi indignación.

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