16 Historias laborales que terminaron de forma inesperada con un despido

Historias
hace 3 horas

Generalmente, dejar un empleo es una situación estresante, y rara vez ocurre sin motivo. Las razones para un despido pueden ser de lo más variadas, tanto del lado del empleado como del empleador. A veces, los eventos que preceden una renuncia son tan absurdos que no sabes si reír o llorar.

  • Llevaba mi comida al trabajo, pero alguien siempre se la comía a medias. Sospechaba de la jefa de contabilidad, una mujer un tanto peculiar, pero no tenía pruebas. Así que decidí averiguar quién era el culpable y le puse chile a mis albóndigas. El resultado fue espectacular: toda la oficina quedó en shock cuando el hijo del director, un jovencito de unos 20 años que recientemente había sido nombrado "jefe", salió de la cocina rojo como un tomate. Resulta que el chico creía que tomar comida ajena del refrigerador era completamente normal, porque en su casa todos lo hacían y "somos casi una familia". Me sorprendió su lógica tan ingenua. Pero el director no lo vio con la misma gracia: al enterarse de que había puesto chile intencionalmente, me pidió que renunciara porque, según él, había "envenenado" a su hijo. Me pagó tres meses de salario y nos despedimos en buenos términos. No me arrepiento en lo absoluto.
  • Trabajé en una empresa que, según decían al inicio, tenía "pocos viajes de trabajo". Seis meses después, cuando presenté mi renuncia, me preguntaron el motivo y respondí: —El mesero del restaurante en el tren me preguntó: "¿Lo de siempre?" © Monulo / Pikabu
  • A una mujer la despidieron por su perfume. No porque fuera desagradable, al contrario, era un perfume francés, pero se lo ponía en exceso. El aroma se extendía por toda la oficina como una nube envolvente. El problema no era solo la intensidad, sino las consecuencias en la vida personal de los empleados. Los hombres que pasaban cerca de ella llegaban a casa con ese aroma pegado a la ropa, lo que inevitablemente provocaba problemas con sus esposas. Las quejas no sirvieron de nada. Ella no veía el problema y se ofendía si alguien se atrevía a mencionarlo. Desde sus compañeras de contabilidad hasta empleados de otras áreas intentaron, primero con sutileza y luego de manera más directa, hacerle entender la situación. Finalmente, el nuevo director general tomó cartas en el asunto. Prohibió el uso de fragancias intensas en la oficina, incluidos ambientadores de baño, y le dio una advertencia. Días después, la despidió. © boss1w / Pikabu
  • Mi despido fue tan absurdo como repentino. Varios compañeros de otras sucursales me llamaron, sorprendidos: —¿En serio te echaron por eso? Trabajaba como gestora de pedidos en una empresa de mensajería. El director tenía la manía de crear grupos de chat para todo, y las notificaciones no paraban nunca. Un día, compartió un enlace a un nuevo grupo y escribió: “Deben unirse todos los que trabajan con cuentas por cobrar.” Como ese era mi caso, entré. Pero poco después, él mismo envió otro mensaje: “Solo deben quedarse los de contabilidad y los gestores de clientes corporativos. Los demás pueden salir.” Seguí la indicación y salí del grupo. Minutos después, mi compañera me miró con los ojos muy abiertos y me mostró un mensaje: Estaba despedida. —¡Pero si solo salí del chat! —dije, sin poder creerlo. Intenté hablar con los superiores, pero el director no quiso cambiar su decisión. Pasé dos días llorando en casa. Al final, conseguí un empleo con un mejor sueldo. Dos meses después, me llamaron para ofrecerme volver. ¡Qué satisfacción! Pero, por supuesto, jamás regresé. © user9154773 / Pikabu
  • Desde la oficina de empleo me asignaron un trabajo temporal en un restaurante. El primer día llegué y me encontré con que todo estaba acordonado y no me dejaban entrar. Cuando finalmente logré acceder, el jefe me recibió con una frase lapidaria: —Aquí no nos gusta la gente impuntual. Como si fuera culpa mía. En fin, lo dejé pasar. Me pusieron a trabajar con una mujer que preparaba sándwiches. Apenas llevaba 10 minutos cuando me dijo: —Durante los próximos 30 días, serás mi esclavo. Me quedé en shock. Le pregunté cuándo tenía mi descanso, y su respuesta fue: —Cuando yo diga. Y en vez de media hora, serán 15 minutos. Ah, y tendrás que quedarte horas extra. Más tarde, descubrí que solo podía ir al baño o tomar agua en mi descanso. Llamé a la oficina de empleo y les expliqué la situación, diciendo que no pensaba trabajar ahí. Su respuesta fue: —Si renuncias, no podemos ayudarte. ¿En serio este trato a los empleados ya es la norma? © Zero_Sacrifice / Reddit
  • En mi oficina, un compañero tenía la pésima costumbre de dejar su ropa deportiva en el escritorio. La primera vez, un hedor a humedad y moho nos obligó a buscar el origen del problema. Cuando lo encontramos, le exigimos que guardara su ropa en bolsas selladas y no la dejara en la oficina. El problema se repitió cuatro veces en dos meses. Hasta que, justo antes de irse de vacaciones, dejó otra vez su ropa maloliente en el escritorio. Fue la gota que derramó el vaso. Lo despidieron. © MadLintElf / Reddit
  • Un amigo tiene un restaurante con un equipo grande de trabajo. Sabe que, de vez en cuando, los empleados se llevan algo, sobre todo el chef, pero trata de mantenerlo bajo control. Una mañana, una empleada llevó el robo a otro nivel: había acumulado tanta comida que le pidió al guardia que la ayudara a cargarla hasta un taxi. El guardia, perplejo, llamó al jefe y le mostró la bolsa. Al investigar, descubrieron que la mujer criaba sola a dos hijos y había gastado todo su dinero en ropa de invierno para ellos. No le quedaba nada para comer, y menos para celebrar su cumpleaños, así que pensó: “Un poco de comida no hará daño. El jefe tiene un Porsche, y yo no tengo qué comer”. La despidieron en el acto. © shiftalt / Pikabu
  • Una chica fue despedida el primer día de su trabajo como repartidora. El motivo: el empleo requería repartir pedidos en bicicleta y ella no sabía andar en bicicleta. Intentamos enseñarle, dedicamos una hora explicándole cómo pedalear y mantener el equilibrio. Pero después de múltiples intentos, no logró llegar ni al final de la calle. © InterestingBlue / Reddit
  • Trabajé como administradora en un café durante tres años. El jefe era un déspota, pero con el tiempo nos acostumbramos el uno al otro y nunca hubo problemas. Todo cambió cuando su hija mayor terminó la universidad y llegó a trabajar como gerente. Apenas una semana después, decidió despedirme con la siguiente explicación: —Eres Cáncer y naciste en el año de la Rata, así que solo retrasarás al equipo y actuarás en tu propio interés. No podremos trabajar juntas. El jefe se encogió de hombros y dijo: —Mi hija estudió administración por cinco años, ella sabe lo que hace. Me fui sin más. Seis meses después, el café cerró. Parece que su "gestión eficiente" no funcionó.
  • En mi antiguo trabajo había una mujer mayor, de unos 50 años, que tenía un estilo muy particular: rubia, coleta alta, delineado exagerado, ropa rosa, labial del mismo tono y una voz infantil desesperante. La apodamos "Barbie jubilada". Su especialidad era amenazar con renunciar cada vez que algo no le gustaba. Escribía su carta de renuncia, la entregaba al secretario y se iba. Luego, al cabo de unas horas, se calmaba y la retiraba. Era insoportable, pero la dirección lo toleraba, hasta que un día lo llevó demasiado lejos. Se enojó por algo, escribió su renuncia y se la arrojó al secretario antes de salir a almorzar. Pero esta vez, el director la vio, firmó el documento y ordenó preparar su liquidación y bloquear su acceso a la computadora. Todo se hizo de inmediato y con entusiasmo. Creo que hasta desconectaron la CPU y la sacaron de la oficina. Cuando volvió del almuerzo, quedó en shock. Lloró, gritó, suplicó, pero ya era tarde. © ksuncha / Pikabu
  • Había un encargado de almacén en una empresa. Un genio: sabía exactamente dónde estaba cada cosa en un inventario millonario. El problema era que nunca se le podía localizar. Siempre estaba ocupada y su teléfono, bueno, siempre estaba en la oficina, en el coche, en modo silencioso o cargándose. Nunca atendía. En dos años, el director general solo logró comunicarse con él cinco veces. Probaron con mensajes, correos, hasta enviaron mensajeros, pero nada funcionó. Le hablaron del tema en repetidas ocasiones, y él siempre decía que lo entendía, pero al día siguiente volvía a lo mismo. Al final, lo despidieron. © boss1w / Pikabu
  • Entré a trabajar en una tienda. Desde el primer día, mis compañeras me advirtieron que la jefa era una tirana, pero el sueldo era bueno, así que decidí aguantar. En temporada alta, nos impusieron un horario de locura. Una compañera se atrevió a quejarse y fue llamada a la oficina de la jefa. De pronto, la escuchamos gritar. Cuando fuimos a ver, encontramos a la jefa rociándola con el pulverizador que usábamos para regar las plantas. —¡Toma, querida, refréscate y aclara tus ideas! —le decía mientras la empapaba. Nos quedamos en shock. Una mujer adulta, pero completamente fuera de sí. Mi compañera renunció ese mismo día. © Admin / y-story
  • Siempre pensé que lo que me pasó solo ocurría en películas o en chistes malos. Conseguí un trabajo y, el primer día, una compañera de unos 50 años empezó a interrogarme: —¿Sabes hacer empanadas fritas? ¿Tienes problemas con tu periodo? Después de esa extraña introducción, intentó emparejarme con su hijo: —Es muy inteligente, nunca ha salido con muchas mujeres. Rechacé la oferta. Al día siguiente, me despidieron. ¿El motivo? —No le caíste bien al equipo y nadie quiere trabajar contigo. Por un lado, perder el empleo fue una mala noticia. Por otro, mejor estar sin trabajo que con gente así. © Admin / y-story
  • Conseguí un empleo temporal. El primer mes, me pagaron puntual. A partir del segundo, comenzaron las excusas: —No hay dinero. —¿Cómo que no? ¡Si veo ingresos todo el tiempo! —Las cosas no son tan simples... Cada vez era peor: promesas incumplidas, pagos fraccionados y retrasos. Decidí que era momento de irme. Justo entonces, surgió una oportunidad mucho mejor con horarios flexibles. Durante dos semanas trabajé en ambos sitios hasta que me quedó claro que debía salir de la primera empresa, aunque fuera con escándalo. Fui a Recursos Humanos y me dijeron: —Escribe tu renuncia, pero tienes que trabajar dos semanas más. Así que escribí: “Solicito mi renuncia con efecto inmediato por un grave deterioro de mi salud: he perdido completamente la memoria y ya no recuerdo cómo lucen los billetes.” Me despidieron en 15 minutos. © 7882 / Pikabu
  • Fui a una entrevista de trabajo. La entrevistadora, una chica de mi edad, me preguntó por qué había salido de mi empleo anterior. Le respondí en tono de broma: —Me despidieron por no seguir las supersticiones. Puse la escoba en el lugar equivocado, limpié el polvo en la dirección equivocada, dejé platos vacíos sobre la mesa. Pensé que nos reiríamos juntas, pero ni siquiera sonrió. No me contrataron. No dieron explicaciones. Tal vez sea hora de visitar a mi abuela y pedirle que me explique bien lo de los gatos negros, siento que me hará falta. © Oído por ahí / VK
  • Mi amiga trabajaba en la recepción de un estudio de yoga. Un día, después de terminar su turno, decidió hacer unas posturas y, sin darse cuenta, se quedó dormida. A las 3 de la madrugada, la dueña del estudio llegó por alguna razón. Mi amiga, al escuchar la puerta abrirse, se asustó y se escondió dentro de un armario donde se guardaban los tapetes de yoga. La dueña entró, vio un tapete fuera de su sitio, lo recogió y, al abrir el armario para guardarlo, ¡se encontró a mi amiga adentro! Se llevó tal susto que, al día siguiente, la despidió. © MTFMuffins / Reddit

En cualquier trabajo hay dificultades, pero cuando se trata de atención al cliente, todo se intensifica. Y este artículo es prueba de ello.

Ten en cuenta: este artículo se actualizó en enero de 2025 para corregir el material de respaldo y las inexactitudes fácticas.

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