16 Personas contaron qué manjares increíblemente caros no comerían, ni siquiera si les pagaran

Gente
hace 2 años

La moda no se limita a la ropa, los destinos turísticos y los valores culturales. La comida también puede ser promocionada y, por tanto, innecesariamente cara. No obstante, las preferencias gastronómicas siguen siendo una cuestión de gustos.

En Genial.guru creemos que el precio de un platillo o producto no es garantía de que a todo el mundo le vaya a gustar. Así que nos dimos a la tarea de leer las críticas de rebeldes que no comparten el amor universal por el caviar negro o las trufas.

  • Fuimos a la costa francesa especialmente para probar las ostras vivas bien frescas, recién sacadas del mar. ¿Qué puedo decir? No pude comer ni una sola. Les eché zumo de limón, incluso las salé, aunque no suelo hacerlo. Todo sigue siendo viscoso y asqueroso, brrrr... Traté de tragar una y la escupí sin que nadie me viera a la basura. © Olga / Yandex.Dzen
  • Comí huevos centenarios. Olor muy fuerte a amoníaco, la clara se parecía a gelatina de café y la yema parecía arcilla gris-azulada, pero líquida. Su sabor era más parecido al de un huevo cocido, pero con fuertes matices amoniacales. Para mí, son el número 2 en mi ranking personal de comida repugnante. Los frijoles natto ocupan el primer lugar hasta ahora, pero quiero llegar al surströmming© ***elf / Pikabu
  • Mi tía trajo un trozo de algún tipo de queso por el que había viajado especialmente a Francia. Uno que tenía algún tipo de moho especial. En cuanto abrió el paquete, ella se quedó sola en la habitación. Porque nadie estaba de acuerdo con oler o comer queso con olor a calzado de soldado después de una larga marcha de 50 km un día de calor. El “artefacto” fue envuelto en unas bolsas y entregado para su consumo personal. Incluso con todas las ventanas abiertas, apestó hasta la noche. © Gleb Verkhov / Yandex.Dzen
  • Un día compré el pastel Sacher original, ya que se hablaba mucho de él. Pagué una cantidad exorbitante de dinero por él, y era tan pequeño. Me resultó muy asqueroso, tuve que tirar el resto. © Tatjana Ott / Facebook
  • Probé el caviar de erizo de mar dos veces en diferentes restaurantes. Es simplemente repugnante. Y a nadie de los que se los hice probar después le gustó. Incluso pregunté a los camareros si era posible comerlo de alguna manera distinta para hacerlo más sabroso. Respondieron: “Bueno, o te gusta o no te gusta”. © WubaIubaDubDub_ / Reddit
  • Comí sopa de aleta de tiburón. La aleta no aporta ningún sabor al caldo, solo lo hace gelatinoso. Puedes conseguir el mismo resultado simplemente añadiendo almidón de maíz. © AdopeyIllustrator / Reddit
  • Había un chico, hijo de padres ricos, que me cortejaba. Hacía cualquier cosa para gustarme. Una noche me invitó a una cena romántica: velas, cristal, y en el centro de la mesa había un gran jarrón con esta abominación. El chico estaba hinchado de orgullo, diciendo: “Quién más va a darte de comer caviar negro. Puedes comerlo con una cuchara si quieres”. Y me sentí mal del estómago porque lo odiaba. Estaba frío, viscoso, reventando en mi boca y extendiéndose como una papilla de pescado aceitoso. Me lo daban de pequeña para la anemia (mi abuela trabajaba en el comercio), y desde entonces me da asco verlo. En fin, nuestra cena romántica para mí consistió en papas con crema agria y panqueques.
  • Lampredotto. ¡Oh, cómo nos lo alabaron! Lo hicieron sonar misterioso, como si fuera un crimen estar en Florencia y no probarlo. Pero, de hecho, resultó ser la tripa de siempre. El lampredotto se elabora con la cuarta parte del estómago de la vaca. Quizá a alguien le gusten las vísceras, pero yo no soporto verlas. El sabor y el olor son para la gente a la que le gusta. © Elena D&A / Yandex.Dzen
  • En Tailandia fuimos a una marisquería y decidí divertirme: ordené todo tipo de criaturas marinas. Todas estaban bien, pero el camarón mantis era realmente nauseabundo: baboso, amargo, sabía a yodo y a huevo podrido. No lo recomendaría. © Irina Andreevna / Facebook
  • Me encanta Francia, adoro la comida francesa, pero odio el apestoso queso francés. Es vergonzoso cuando te ofrecen algo y tienes que comerlo porque no es agradable rechazarlo. ¿Brie? ¿Livarot? No, gracias. Prefiero comer mi servilleta. © Anne W Zahra / Quora
  • Mis padres me obligaban a comer todo lo que me daban, así que puedo comer casi todo. Pero hace muchos años fui a un restaurante elegante, leí el nombre de la comida y pedí filete tártaro. Resultó ser carne molida cruda y fría con huevo. Los perros tuvieron una buena cena esa noche. © Simon Brown / Quora
  • Si huelo trufas, me da asco: es tan mohoso. Trabajo en un restaurante que sirve platillos con trufas, y cada vez me descompongo. © sweetrhymepurereason / Reddit
  • Una vez fui a una degustación de foie gras en la República Checa. El paté sin aditivos no estaba mal, pero hay que tener un gusto aristocrático para distinguirlo de uno barato. Sin embargo, cuando probé el foie gras con aditivos, con setas y algo más, estuve literalmente buscando algo donde escupir porque era imposible comerlo. Y la gente compraba unos cuantos frascos a la vez. © Olga B. / Yandex.Dzen
  • A finales de los 90, un hombre rico e influyente me invitó a un restaurante cerrado. Había un gran nivel de seguridad allí. Comparado con eso, entrar en una embajada no era nada. Así que pidió caracoles. A cada uno nos trajeron un bol de cerámica con cavidades, en cada una de las cuales había un caracol horneado. No era una gran comida, era más como un aperitivo. Y prácticamente sin sabor. © Nadezhda Senkina / Facebook
  • Mi jefe fue a una reunión de negocios a China y lo llevaron a un prestigioso restaurante. Pidieron la especialidad: una sopa muy oscura. Sabía a algo horrible, pero para no ofender a los socios, mi jefe se la comió toda y preguntó qué era. Le mostraron una jarra con agua en la que vivía una serpiente. Cuando esta agua alcanza la consistencia adecuada, se convierte en este platillo. © Diana Yaroslavkina / Facebook
  • Un amigo vino de España y me invitó a visitarlo. Cuando entramos, sentí un olor a humedad, como si hubiera traído una maleta de calcetines malolientes. De repente, mi amigo trajo con orgullo un plato con unas asquerosas rodajas finas. Dijo: “Pagué 500 euros por el auténtico jamón ibérico”. Y el jamón también venía con chorizo, que tenía un aroma muy especial. ¡Si me hubiera avisado, habría ido con una máscara antigás!

¿Qué alimentos populares y terriblemente caros no comerías nunca, ni siquiera por dinero?

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Yo la mayoría de los alimentos de este artículo tampoco los probaría

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