Qué buen truco el de los símbolos de mayor que o menor que
18 Educadores que miran el alma de un niño como un libro abierto
Un buen maestro o educador no solo puede brindarles conocimientos a los niños, sino también convertirse en un amigo cercano para ellos. Sabe cómo ayudar sin avergonzar, cómo calmar a un alumno que les teme a los exámenes, y no abandonará a ningún niño “difícil”, con el que todos ya se han rendido.
Genial.guru está feliz de que personas así vivan entre nosotros. Y para convencerte de ello, hemos preparado una selección de historias reales sobre profesores de corazón sensible y amable.
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Mi hermana trabajaba como maestra en un kínder y una vez pasé a verla por un asunto. Junto a mí entraron unos padres con un niño. Era la primera vez que traían al niño y él tuvo una rabieta: se caía al piso, tiraba todo, tiraba de la falda de su madre y gritaba sin interrupción. Y luego vino mi hermana. Me saludó con la mano e hizo un gesto como diciendo: espera. Dijo en voz baja a los padres: “Dejen el paquete. Ustedes vayan. Vuelvan en una hora”. Y se volvió hacia el chico. Habló seriamente, sin persuasión en la voz: “Entonces, recuerda: mi nombre es Natalia. Los niños recogen los juguetes solos. También se visten solos”. No sé cuál es el truco, pero el niño inmediatamente se calló y la miraba sin pestañear. Los padres desaparecieron por el pasillo. Sin detener la conversación, cambió de ropa al pequeño, eligieron un casillero. Y fueron al grupo. Después de 5 minutos, el niño corría contento por el kínder. Yo estaba encantado por su trabajo y mi hermana dijo: “Esto es básico, pero algunos adultos lo entienden muy mal”. © Cthutq24 / Pikabu
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En 1992 vivíamos humildemente y comencé a ir a una escuela rural. Nuestra maestra nos daba figuras recortadas en papel que podíamos pintar como recompensa. Las guardábamos, las juntábamos y las clasificábamos en colecciones. Ahora existen las impresoras y no es un problema imprimir figuritas así de a miles. Pero en ese entonces ella recortaba de 10 a 15 piezas todos los días, y siempre unas nuevas. Cuando aprendimos a escribir y pasamos a usar cuadernos, comenzó a hacer una portada de una hoja grande: pegaba una imagen de una postal en el centro y abajo escribía con letras multicolores: “Cuaderno de honor”. Una portada así solo se podía obtener completando las primeras tres tareas seguidas con un excelente. ¡Era muy motivador! Un mes después, el 90 % de la clase tenía cuadernos de honor. © aleale2019 / Pikabu
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Cuando veo los signos “>” o “<”, no siempre puedo recordar inmediatamente cuál es “mayor” y cuál es “menor”. Entonces, en mi memoria aparece inmediatamente mi maestra de kínder y sus palabras: “Mira: 2 < 7: el siete empuja al dos con el codo y le dice: ’¡Muévete! ¡Soy más grande que tú!’”. © Oídoporahí / Ideer
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Mi hija estaba en el último grado y tenía su primer examen de ingreso a la universidad. Llegó el día, ¡y todo estaba mal! Desesperación, lágrimas. “¡No iré!”. La maestra de su clase de alguna manera logró enviarla milagrosamente al examen. A mi pregunta de “¿Cómo?”, respondió: “Le di un bolígrafo mágico. El año pasado, todos los que rindieron el examen con ese bolígrafo se sacaron un excelente”. Por Dios, ¡mi hija tiene 18 años! ¿Qué bolígrafo mágico? Y la maestra continuó: “¡No te preocupes! ¿Crees que ella es la única? Tenía un paquete completo por la mañana, ahora no me queda ni uno solo”. © Tatiana Lanskaya / Facebook
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La señora Tamara le enseñó lengua y literatura primero a mi madre y luego a mí. Era una mujer asombrosa. Siempre se veía como Sophia Loren. Incluso los fines de semana nos cruzábamos con ella en el parque trotando con un elegante chándal blanco. Bueno, en una lección de literatura, uno de los compañeros le argumentó que era absolutamente imposible caminar con zapatos de líber (calzado hecho con corteza de árbol característico de la población rural rusa). La siguiente lección, entramos al salón de clases y ella nos recibió con zapatos de líber. Pasó una lección completa con ellos. © Anna Boo / Facebook
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Mi esposa trabaja como maestra en una escuela de niños con discapacidades. Tenía dos chicos así a su cargo. Decían que no se les podía enseñar, que ni siquiera sus padres se ocupaban de ellos, que ni siquiera hacía falta ir a su casa, solo marcar el horario de entrada y de salida y firmar. Que solo eran necesarios para completar las horas de trabajo y cobrar extra. Pero a mi esposa no le importaron un comino estos consejos y comenzó a trabajar con los niños al máximo, además de agregar diversas actividades para su desarrollo general. En pocas palabras: después de un año de plena educación, comunicación y una simple relación humana, uno de los niños aprendió a leer cuentos, a escribir cartas, a resolver problemas matemáticos y a cuidar a un pez. El otro aprendió las palabras “dar”, “no quiero”, “comer”, aunque antes solo balbuceaba. © Aleks2201 / Pikabu
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Teníamos un profesor de biología que era un poco raro, pero yo lo adoraba. Ya se estaba por jubilar, y por eso ignoraba todo lo que le decía el director, pero como profesor era excelente. Una vez, justo en medio de una lección, de repente se levantó y saltó por la ventana en planta baja, y luego corrió detrás de un sujeto que cruzaba un puente. No teníamos ni idea de lo que estaba pasando. Al final resultó que aquel hombre había arrojado una botella de plástico vacía al arroyo, y el maestro lo vio y no pudo ignorarlo. © AdrnF / Reddit
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Mi mejor profesor fue mi maestro de alemán de la escuela. Como explicaba el material muy claramente, lo pasábamos rápido y podíamos hablar sobre temas fuera del programa. Siempre respondía a las preguntas con franqueza y honestidad. Podía explicarnos lo que significa ser un hombre o respondernos algo que nos daba vergüenza preguntarles a nuestros propios padres. Nos hablaba como a los hombres en los que nos estábamos convirtiendo, y no como a los niños que todavía éramos. Y al final del año escolar, invitaba a todos sus estudiantes de secundaria a una cena de despedida en su restaurante alemán favorito. Era una especie de rito de iniciación. © mwatwe01 / Reddit
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Una vez, cuando tenía 3 años, no me fueron a buscar al kínder. Era viernes, mi madre se había ido a trabajar en el turno noche y mi padre simplemente se olvidó de mí. La maestra me llevó a su casa y, por la mañana, cuando mi madre entró volando con lágrimas en los ojos, la imagen era la siguiente: yo estaba sentada a la mesa junto a los tres hijos de la maestra, comiendo algo, y le dije a mi madre: “Hola, mamá, ¿puedo quedarme aquí un poco más?”. © Oídoporahí / Ideer
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Teníamos un director muy estricto, al que todos le temíamos. Una vez reemplazó a nuestro profesor de dibujo. Llegó a clase muy alegre, dijo que era un artista de corazón y que podía dibujar cualquier cosa. Recuerdo que le pedimos que dibujara una pulga y él hizo un punto en la pizarra con tiza. Luego le pedimos que representara una jirafa, entonces él dibujó dos líneas paralelas a lo largo de toda la pizarra y unas manchas, y dijo que solo había entrado el cuello. Fue la lección más divertida de todas, y conocimos al director desde un lado completamente diferente. © Oksana Nike / Facebook
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Somos una familia extranjera, vivimos en España, en una ciudad multicultural. En casa hablamos solo nuestra lengua materna. Bueno, hace poco mi hija comenzó a ir al kínder, y se llevó a cabo una reunión de padres. Escuchamos el programa de estudios, el tipo de comida que se proporcionaría, qué clases tendrían, etc. Y después de la reunión, una maestra se nos acercó a mi esposa y a mí:
—¿Podrían anotarnos algunas de las palabras que son familiares para su hija? Para entenderla mejor.
Resultó que dos años antes, la mitad del grupo eran hijos de inmigrantes chinos, por lo que todo el equipo estudió chino. Y ahora aprenderían otro idioma. Esto es lo que yo llamo educadores con mayúscula. © SantaRabanoLoco / Pikabu -
Trabajaba en un kínder. A la hora de la siesta, podía hacer que se durmieran todos los niños sin ningún problema. Los padres me decían hechicera, porque sus hijos no podían dormir en casa durante el día. Pero, en realidad, no había magia. Si el niño no podía dormir, simplemente me sentaba a su lado y le daba unas palmaditas suaves en la espalda. Luego pasaba al siguiente. © Julia Lyakhova / Facebook
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Cuando estaba en la escuela secundaria, tenía un profesor que era un poco raro, pero me gustaba. Siempre usaba la pizarra como un navegador en una computadora. Comenzaba cualquier lección dibujando una pestaña y luego escribiendo el tema de la lección en la “búsqueda”. Luego borraba toda la pestaña y anotaba los resultados de la “búsqueda” con una velocidad increíble. Todos los estudiantes se reían porque eso parecía agotador. Y cuando el maestro se cansaba de escribir, presionaba el botón del micrófono y enseñaba la lección como si se estuviera comunicando con la inteligencia artificial. Las clases de él siempre eran divertidas. © AliehS Lawliet / Quora
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En la escuela secundaria, habían pasado varias semanas desde el comienzo del año escolar, pero yo no tenía prisa por comprar el libro de texto. Cuando la maestra se enteró de que yo no tenía el libro, me llevó aparte y me preguntó por qué. Dije sin dudarlo que el libro de texto era demasiado caro. En realidad, aunque mis padres no eran particularmente ricos, me lo habrían comprado sin ningún problema. La verdad era que yo era un perezoso que no quería aprender. Pero la maestra me miró con sincera empatía y me entregó discretamente unos 20 USD. Fue una buena lección de honestidad. Me sentí incómodo, inmediatamente compré el libro y luego le devolví el dinero a la maestra. © Admirable-Note / Reddit
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Tuve el mejor profesor de inglés. En el aula, veíamos series de televisión como Sobrenatural y Cómo conocí a tu madre, jugábamos a todo lo habido y por haber, incluido el juego de las “palabras encadenadas” con nombres de grupos musicales, cantábamos canciones de nuestras bandas de rock favoritas y usábamos salas de chat en línea. Naturalmente, todo esto en inglés. No sé cómo se le permitió enseñar a esta persona, pero ahora conozco perfectamente el idioma que habla la gente común. © Oídoporahí/ Ideer
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Después de la universidad, mi hija consiguió un trabajo como profesora de economía en el último grado de la secundaria. Pronto, la directora y los metodólogos acudieron con un control a una lección abierta suya sobre los precios. Había 30 personas en la clase y mi hija había comprado por adelantado 30 chicles a 50 centavos cada uno. Comenzó su lección anunciando que ahora habría una subasta y que quien ganara tendría que pagar dinero de verdad. Y luego preguntó: “¿Quién tomaría un chicle gratis?”. Se levantaron 30 manos y se estableció el primer punto en la tabla: (30.0). Después de cada aumento de precio, la cantidad de personas interesadas disminuía, el gráfico se reponía con nuevos puntos, hasta que un chico, Jonathan, no lo compró por 7 dólares por puros principios. El último punto (1.7) adornó el gráfico. “Esto se llama curva de consumo”, explicó mi hija. De la misma manera, explicó la curva de producción y luego preguntó: “¿Y dónde se cruzan las curvas?”. “En el punto (10,0,5)”, dijeron al unísono los chicos, la directora y los metodólogos. “Eso es lo que cuesta: ¡50 centavos!”, terminó la lección. Tanto la directora como los metodólogos confesaron: “¡Nosotros mismos acabamos de entender cómo se forma un precio!”. © PivBear / Pikabu
¿Has tenido maestros o educadores talentosos que dejaron una marca en tu corazón?
Comentarios
Los profes divertidos son con los que más aprendes
Que alguien por favor explique lo de la formación de precios, que no se entiende nada la última parte.