20 Pruebas de que un hermano puede convertir el día más aburrido en uno legendario

Historias
hace 1 año

A veces podría parecer que nuestros hermanos fueron diseñados solo para sacarnos de nuestras casillas y hacer que nos metamos en problemas por sus travesuras, pero ¿qué haríamos sin esos momentos que se transforman en la historia más graciosa de recordar? Da lo mismo que las fechorías hayan sido en la infancia o en plena adultez, al final nos ayudan a entender que la vida con hermanos sí es más divertida.

  • Mi papá tenía un carro del año 57. Cuando se iba a trabajar era todavía muy temprano y nosotros, mis hermanos y yo, estábamos dormidos. Todas las mañanas mi mamá nos levantaba para ayudarle a empujar el carro, porque la pila se descargaba. Nos levantábamos enojados, todos greñudos, desfajados, pero ahí íbamos todos en bola a empujar el auto. Antes nos enfadaba, ahora hasta nos da risa recordarlo. © Nancy Almaguer / Facebook
  • Lo más chistoso fue cuando estábamos en la secundaria y un vecino que estaba enamorado de mi hermana mayor nos encontró en la calle y nos pidió un favor. Se le hizo fácil pedirnos que le entregáramos un peluche y una carta a mi hermana. Pero nosotras éramos muy curiosas, así que leímos primero la carta y, ya que terminamos, se la entregamos. Mi hermana nunca supo que la leímos primero, nosotras por dentro estábamos muertas de la risa. © Fina Jose Leon Santiago / Facebook
  • Cuando mi hermano se hizo el valiente y vio la película It y luego en la noche no podía ir al baño. Llamaba a mi mamá, le gritaba: “¡Mamá, mamita! Quiero ir al baño”, y mi mamá le respondía: “Ve”. Fue muy chistoso y siempre me río de eso. © Yamila Mancilla / Facebook
  • Mi mamá nunca me dejó que me cortara un flequillo y yo siempre quise uno. Un día, con mi hermano que es un año mayor que yo, nos quedamos solos y me dijo: “¿Te corto el fleco?”, yo le dije que sí y me lo cortó. Nos fuimos a la casa de mi abuela, donde estaba mi mamá, pero yo con un cintillo para que mi mamá no notara que me había cortado el flequillo. Aun así me cachó y con mi hermano salimos corriendo para la casa. Llegamos asustados y mi hermano tomó las tijeras y me cortó todo el fleco. Cuando llegó mi mamá le dio tentación de reírse al verme, pero igual se molestó. Después yo no quería ir al colegio por vergüenza. © Juani Arevalo Gonzalez / Facebook
  • Todos los días debíamos llevar las vacas al arroyo luego de ordeñarlas. Como era tiempo de sequía, mi mamá nos recomendó no entrar al agua, pues podía haber sanguijuelas. Como veíamos correr el agua, nos confiamos y entramos. El primero en darse cuenta fue mi hermano, todos estábamos llenos de esos bichos, fue una desesperación por sacárnoslos de encima. Unos a otros nos ayudábamos. En ese momento no fue gracioso y lo peor fue que las vacas alcahuetas se fueron solitas a casa, así que mi madre nos estaba esperando y cuando le contamos se enojó, ya que no le habíamos hecho caso. Pero qué susto nos pegamos. © Prima Arrieta / Facebook
  • Mi hermana me fue a buscar en la moto, me subí y salimos, cuando de repente se frenó. Yo escuché un ruido, así que me bajé, en eso ella arrancó y se fue. Yo me quedé parada en la calle con el casco puesto y riéndome sola. De repente se regresa mi hermana y le dije: “Te estaba hablando y vi que no estabas, ¿cuándo te bajaste?”. Éramos dos locas riendo en medio de la calle. © Elvira Jackie Romero / Facebook
  • Íbamos en carretera y un tráiler iba delante de nosotros. Uno de mis hermanos relevó al otro que ya iba cansado. Cuando el primero se quedó dormido, vio que el tráiler no nos dejaba pasar, pues la carretera era de un solo carril. El tráiler por fin se hizo a un lado y pudimos pasar, pero más adelante había de esos pequeños bachecitos para evitar resbalones de llantas e ir más despacio. Al escuchar el ruido, mi hermano, que iba dormido, despertó sobresaltado y lanzó un grito de “ya valimos”, imaginando que nos habíamos subido al tráiler con todo y auto. © Sandra Rojas / Facebook
  • Cuando nos enojábamos con mi papá, mi hermana y yo le estirábamos los calzoncillos. Después él decía: “Parece que estoy más delgado porque se me caen los calzoncillos” y se sentía todo un divo. © Nina Romina / Facebook
  • El día en que a mi hermano más pequeño le pusieron una buena regañada por burlarse de mi papá. Al final, mi papá le dijo: “¡Lárgate de mi vista!”, y mi hermano, que en aquel entonces tenía como 6 años, volteó y le dijo: “Hasta la vista, baby”. Nos morimos de risa todos y hasta mi papá, que estaba enojado, se rio también.
    Otra fue una vez que mi hermano, el de en medio, estaba haciendo un experimento en el lavadero y de repente escuchamos que tronó algo. Cuando acudimos a él, vimos que le había explotado lo que estaba haciendo y quedó chamuscado de la cara. Por suerte no le pasó nada, pero se veía muy chistoso con un montón de arruguitas pintadas por la chamuscada. © Dorin Mayorga / Facebook
  • El día que mi hermana escuchó pasos en la azotea. Cuando le dijo a mi hermano, él salió con una escoba, subió y agarró a escobazos a un tipo pensando que era un maleante. Pero nada, resultó que era mi otro hermano© Yolanda Zaragoza / Facebook
  • Un día le robamos una gallina a mi tía. Ella nos había dejado cuidando la casa mientras viajaba a la ciudad. Nos hicimos un platillo para nosotras tres, cocinamos una parte de la carne y el resto la freímos. Mi mamá notó que faltaba esa gallina y nosotras muy inocentes negábamos todo, pero mi madre no se creía mucho la mentira. Aunque hicimos un hoyo en la tierra para enterrar las plumas, el miedo de ser descubiertas nos desvelaba. Y justo cuando regresó mi tía de la ciudad, no sabemos de dónde rayos apareció en el solar otra gallina igualita a la que nos habíamos comido. © Lorena Zuleta / Facebook
  • Cuando éramos niños, una prima y yo éramos las mayores y nos tocaba cuidar a mis hermanos. Una vez fuimos a bañarnos al río y de regreso lanzamos piedras a un panal de abejas. Una de ellas le picó en el párpado a mi hermano, nosotras para consolarlo lo estuvimos meciendo en la hamaca, para que se le olvidara un poco. En eso lo empujamos de más y se nos cayó, se pegó justo en la ceja en la que le había picado la abeja. Cuando se le empezó a hinchar, para que mi mamá no se diera cuenta, le pusimos cinta en el ojo. Ahora lo recordamos y morimos de risa © Erika Damaso / Facebook
  • Me acuerdo cuando estábamos jugando con unas cajas de cartón, ese era nuestro auto. Poníamos a mi hermano más pequeño dentro de la caja y lo empujábamos, pero un día dimos vuelta la caja y se la pusimos encima a mi hermanito. En eso nos llamó mi papá y como salimos corriendo, se nos olvidó mi hermano por varias horas. © Francisca Flores / Facebook
  • Un día fuimos con mi hermano a una fiesta, pero el auto en el que íbamos se hizo muy chico porque éramos muchos. No teníamos otro, así que nos subimos todos apretaditos. El último que quedaba por subir era mi hermano, lo apretaron tanto que se le escapó un sonido de ruidosa reputación. Todos se morían de la risa, se bajaron del auto más rápido de lo que subieron. © Patricia Pino / Facebook
  • Mis hermanos amarraban hilo de carro a las puertas o ventanas del barrio. Luego, muy quietos, veíamos cómo la gente se asustaba al no poder pasar por culpa de los hilos. Nos reímos mucho hasta que nos descubrió mi mamá y nos castigó. © Ana Maria Elizalde / Facebook
Imagen de portada Dorin Mayorga / Facebook

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