20 Historias asombrosas de los lectores de Genial sobre niños que siempre tienen suficiente imaginación para hacer travesuras

Historias
hace 2 años

Cuando se trata de imaginacióningenio, los niños no tienen igual. Siempre encontrarán algo en lo que ocuparse, con qué entretenerse, y siempre saben qué contestar. Es cierto que esta autosuficiencia tiene sus inconvenientes: los pequeños traviesos luchan contra el aburrimiento de todas las formas posibles, y suelen usar lo que tienen a mano: comida, utensilios de cocina, cosméticos de las madres e incluso mascotas.

En Genial.guru hemos aprendido una simple verdad: cuanto más silenciosamente juegue un niño, más fuerte gritarán los adultos después. Y las historias de nuestros lectores sobre las implacables travesuras infantiles ilustran esto de la mejor manera.

  • Mi mamá tenía 4 años. En 1951 su abuelo le trajo de los países bálticos un abrigo de color perla con ribetes de satén. Ella inmediatamente fue a dar un paseo con él. Media hora después, un vecino que pasaba por allí vio a mi madre deslizándose con una tabla, como si fuera un trineo, desde una gran pila de carbón cerca del fogonero. El abrigo ya no se pudo salvar. © Olga Savchenko / Facebook

  • En la casa de unos amigos, papá se durmió cerca de la chimenea, mientras el niño jugaba en la alfombra. Cuando se despertó, vio que su hijo sacaba del sobre el último billete de 100 USD. Todo tenía lógica, el fuego había comenzado a apagarse. Quemó 1 000 USD. © Katerina Tsiganok / Facebook

  • A mi hija le encantaba untarse la cara y escarbar con el dedo mis lápices labiales, exactamente hasta que encontró y untó su cara con un lápiz labial con extracto de pimiento picante. Ella vino corriendo hacia mí gritando “¡Quema!”. Después de eso, la lavé. Desde entonces, como si fuera por arte de magia, todos mis labiales están en su lugar. © Elena Ternevskaya / Facebook

  • De alguna manera, tuve la imprudencia de dejar mi bolso abierto. Mi hija de 2 años encontró mi pasaporte en él y coloreó muy “artísticamente” mi foto. Usé mi pasaporte en ese estado durante un año, ya que tenía suficientes fotocopias. Todos los que lo veían se reían mucho. Un año después, cuando mi hija descubrió mi pasaporte otra vez, me preguntó qué le había pasado. Le conté que una chica traviesa me lo había pintado una vez. Una hora después, ella sacó mi pasaporte (del bolso cerrado), arrancó la foto y me lo trajo con las palabras: “Mira cómo arreglé todo”. ¡Fue entonces cuando tuve que cambiarlo! Оlesya Khtyanina-Zelinskaya / Facebook

  • Tenemos 3 hijos, el mayor tiene casi 5, el menor tiene casi 2. Ayer mismo nos sacaron un rotulador indeleble y pintaron con él toda nuestra cocina blanca. Estábamos acostumbrados a que los pequeños, a modo de frisbee, lanzaran platos de comida y tiraran varias veces ratones de computadora por el inodoro, pero esto era algo nuevo. © Nora Mickelsson / Facebook

  • Una amiga vino a verme, en la muñeca tenía el reloj personal de su padre. Comenzó a jactarse de que el reloj era a prueba de agua. En casa estaban cocinando una sopa. Así que sugerí que lo averiguara e hirviera el reloj en la sopa. Resultó que no estaba diseñado para ser hervido. © Rina Lekomtsev / Facebook

  • Una hermosa mañana de verano me desperté, entré en la sala de estar y vi a mi hijo de 2 años cantando, vertiendo aceite de oliva en el sofá, la alfombra y las almohadas. © Linda Palermo / Facebook

  • Mi hija tenía unos 2 años. Una vez nos sentamos por la noche con toda la familia a ver la televisión. Entonces noté que mi hija no estaba con nosotros. Comenzamos a llamarla y nada, silencio. Fuimos a buscarla. La encontramos sentada en la cocina junto al refrigerador abierto. Había sacado todos los huevos y rompió unos 20. Pasé toda la noche limpiando la cocina. Lavé las paredes, el refrigerador, los muebles, los pisos. © Oksana Den / Facebook

  • Mi esposo y yo acabábamos de hacer reparaciones en el pasillo, y salimos a tomar un refrigerio. En ese momento, nuestros niños de 4 y 5 años tomaron un cepillo de baño y untaron todas las paredes con el pegamento que quedaba. Explicación: “Repasamos el papel tapiz para evitar que se despegue”. © Svetlana Makcimova / Facebook

  • De niña, junto con la hija de mi madrina, hacíamos maquillajes para muñecas, mientras nuestros padres celebraban algo en su casa. Todavía recuerdo la expresión del rostro de mi madrina cuando descubrió que la muñeca rubia se había convertido en morena con la ayuda de su rímel francés, que tanto le había costado conseguir (eran los años 80). © Inna Weiser / Facebook

  • Mi hija arrojó desde el balcón todas las cucharas, tenedores y demás utensilios de cocina. La detuve cuando llevaba la picadora de carne al balcón. © Elena Gracheva / Facebook

  • Nuestro amigo contó cómo lo dejaron cuidando a sus sobrinos y él se quedó dormido. Se despertó y todo estaba blanco a su alrededor. Los sobrinos jugaban al invierno y esparcieron detergente en polvo para la ropa por todo el departamento. La caja que usaron era enorme. Fue muy difícil quitar ese polvo del piso, era una espuma continua. Pero quedó todo limpio. Limpiar los muebles fue más difícil. © Natalie Alexandrova / Facebook

  • Yo tenía dos años y medio y estaba visitando a mi abuela. Se suponía que iban a venir mis padres y mi abuela estaba ocupada en la cocina. Había un pastel con rosas sobre la mesa. Después de un rato, la abuela entró a la habitación y vio lo siguiente: una hermosa alfombra china hecha a mano estaba cubierta con la crema de este pastel. Lo raspé suavemente y unté las rosas de la alfombra con una capa delgada. Su amado yerno (mi padre) tuvo que llevarla al lavadero. © Gia Bakuradze / Facebook

  • Una empleada contó que cuando era niña, su padre trajo a casa mantequilla de chocolate, que en ese momento era difícil de conseguir. Para evitar que los niños se la comieran antes de tiempo, dijo que era masilla para ventanas. Y el niño decidió ayudar a los padres a sellar las ventanas. Con la mantequilla de chocolate. © Tatiana Meshka / Facebook

  • Cuando era niña, acorté el vestido de mi madre. Ella dijo que no lo usaba porque era demasiado largo, yo simplemente “ayudé”. No me regañaron, pero no estaban felices. © Svetlana Putkaradze / Facebook

  • Tenía alrededor de 7 años. El 8 de marzo, a mi madre le regalaron un conejito de recuerdo en el trabajo, fue en los 80. El conejito estaba hecho de hilos, y en la parte trasera había algún tipo de aguja o alambre; aparentemente toda la estructura estaba sujeta a él. En ese momento, en la televisión mostraban el patinaje artístico, que realmente me gustaba, es tan hermoso. Al principio deslizaba el conejito sobre los apoyabrazos del sofá, y luego pensé que las teclas del piano eran blancas como el hielo, y si deslizaba el conejito por las teclas, habría música. Por la noche, mi madre se sentó a tocar el piano y ahí me castigaron. Mi pobre papá pulía las teclas todas las noches. © Аlena Kremlenkova / Facebook

  • Volví a casa después de la escuela, la casa estaba en silencio. Pregunté: “¿Dónde está mi hermano?”. Tenía 3 años. Mamá dijo: “Está jugando en la habitación”. Abrí la puerta y vi que un gato pelado salía corriendo de allí. Completamente pelado. Resulta que le había cortado el pelo y lo había afeitado. © Tamara Fedotova / Facebook

  • A la edad de 10 años, encontré un frasco de pintura café. Pensé: “¿Por qué estará sin usar?”. Pinté la manija de la puerta del baño. Quedó muy bien, y había llegado a secarse, hasta que mi madre fue a lavar la ropa y agarró la manija con las manos mojadas. ¿Cómo podía saber que la témpera se lavaba con agua? © Tatiana Meshka / Facebook

  • En mi infancia, escaseaban los buenos dulces, pero mi madre compró 2 kilogramos de ellos y los escondió para el Año Nuevo en el estante inferior del armario. Mi hermana y yo los encontramos, los comimos todos, manchamos con chocolate la cara de nuestro perro (perrito faldero) y esparcimos las etiquetas. En resumen, le echamos la culpa de todo al perrito. Pero mamá lo descubrió de todos modos. © Elena Tishkina / Facebook

  • Cuando tenía 4 años, mi madre y yo fuimos al mercado a comprar cabezas de pollo. Mamá las agregaba a la sopa o las cocinaba así solas, no lo recuerdo. Y entonces mi madre me dio una tarea importante: “Ve”, me dijo, “y pregúntale a esa señora si tiene cabezas de pollo para vender”. Durante los 2 metros que caminé desde donde estábamos hasta esa pobre mujer, muchos pensamientos rondaron por mi cabeza. Como resultado, la cuestión de las cabezas de pollo cambió y perdió el signo de interrogación. Me acerqué a la vendedora y con toda seriedad le dije: “Tienes cerebro de gallina”. Según los recuerdos de mi madre, la vendedora maldijo de tal manera que huimos del mercado como de un incendio. © Mikhail Yushchenko / Facebook

¿Alguna vez pusiste muy nerviosos a tus padres? ¿O a tus hijos les va mejor en esta tarea?

Comentarios

Recibir notificaciones

Lecturas relacionadas