20+ Personas que tienen claro que juzgar a alguien por su ropa es como apuntar con el dedo al cielo

Historias
hace 1 año

Las primeras impresiones suelen ser engañosas: una persona modestamente vestida puede resultar ser millonaria, y una chica linda con ojos de “ciervo” puede ser una auténtica bestia. No tiene sentido juzgar a una persona por su apariencia, y los protagonistas de nuestro artículo lo han aprendido por experiencia propia.

  • Mi hermana me invitó a una fiesta de cumpleaños. Por la mañana fui corriendo a una joyería. Salí sin maquillaje, en traje deportivo, con el cabello recogido y sin bolso. Parecía una persona descuidada. Le pedí a la dependienta que me enseñara los aretes. Ella arrugó la nariz, los sacó, pero no me los dio. Empecé a preguntar por las piedras, ella no pudo soportarlo y dijo: “Jovencita, ¿has venido solo a mirar? Lo siento, tengo mucho trabajo”. Me encogí de hombros, saqué mi tarjeta bancaria y la llave del coche del bolsillo y le dije: “No juzgues por las apariencias”. Y me fui. Compré aretes en otra tienda. No se fijaron en absoluto en mi aspecto, me cuidaron de pies a cabeza, me lo enseñaron todo, lo envolvieron, le pusieron un lazo y se despidieron amablemente.
  • Una vez llamé a los padres de mi alumna a la escuela por su bajo rendimiento académico. Llegó papá, vestido con vaqueros y camiseta. ¡Resultó que hablaba por los codos! Pensé: “La hija es igual que su padre, charlatán”. Le dije que me había subido la tensión. Resultó que este “charlatán” era médico, doctor en Ciencias Médicas, uno de los principales cirujanos cardíacos de la región. © Tatiana Zhikhareva / Facebook
  • Una amiga me contó que estaba construyendo un chalé con su esposo, y después de las obras ella y su marido decidieron ir a encargar barras para las cortinas. Salieron tal como estaban: con ropa vieja y polvorienta. Así que la vendedora les mandó a mirar barras de cortina de plástico baratas, y tienen ventanas de 4 metros. Cuando intentaron mirar cosas más decentes, la vendedora les susurró enfadada que les salía muy, muy caro. Decidieron no discutir. Por la noche compraron los billetes a Estambul y al día siguiente se fueron para elegir las barras y cortinas allí. © Elisabet Kalman / Facebook
  • Quería comprarme una casa nueva por alrededor de un millón de dólares. Fui a la cita con el agente inmobiliario en un coche viejo pero fiable, salí de allí en playera y jeans, sin maquillaje. Pensé que tenía un aspecto normal, incluso podría decirse que tenía buen aspecto. Nos reunimos con el agente inmobiliario. Le dije que quería ver la casa. Me miró y me preguntó con arrogancia: “¿Para ti?”. Quise decir: “¡Claro que no, para mi amo!”. Pero me callé y me fui. Me di cuenta de que no encajaba en el barrio. © Amy Chai / Quora
  • Cuando acababan de aparecer los concesionarios, nuestro vecino de casa de campo fue a elegir un coche. Entonces era floricultor y cultivaba claveles en invernaderos. Tenía dinero. Entonces entró en el concesionario con ropa de campo, zapatos de goma y una cesta de mimbre en las manos. Preguntó cuánto costaba un todoterreno, y el vendedor le dijo: “¡Este coche no es para usted!”. El vecino pidió que llamaran al encargado, que también le dijo que sería demasiado caro para él. El vecino preguntó: “¿Cuánto es demasiado caro?”. El encargado dijo el precio. El vecino, un poco cohibido: “¿Lo tienen en negro?”. El encargado: “Sí, los tenemos tanto en blanco, como en negro”. Entonces el vecino dijo: “Quiero un negro y otro blanco”. Y enseñó la cesta, en la cual había un montón de dinero. © Bala-Aga Balayev / Facebook
  • Tenía una pequeña empresa de construcción. Si íbamos con retraso, me ponía una bata y me unía al equipo. La víspera del cumpleaños de mi esposa, fui a una joyería a comprar un anillo que le gustaba. Había trabajado mucho ese día: la bata estaba, digamos, no muy limpia. El vigilante de seguridad se fijó enseguida en mí y empezó a seguirme. Bueno, no pasa nada. La vendedora me miró con disgusto, pero me enseñó el anillo. Le dije: “¡Me lo llevo!”. Y saqué 22 billetes de cien dólares del bolsillo. Ella agarró el dinero, arrugó la nariz, empaquetó el anillo y me lo entregó con una sonrisa tensa. Todo aquello me hizo mucha gracia, porque yo ganaba unas cinco veces más que aquella vendedora, ¡pero nunca había sido tan arrogante! © Christoph Mueller / Quora
  • Trabajo en la construcción. Instalamos equipos caros en casas de lujo. Una vez llegué al lugar y allí había una cabaña. A lo largo de la carretera junto a la cabaña estaban aparcados Cayennes y Cruisers. Entré y había mucha gente. En el centro, en la mesa, se sentaba un hombre con botas de fieltro. Me preguntó: “¿Quieres té?”. Le dije que sí. Una mujer con ropa sencilla y un pañuelo sobre los hombros me sirvió té. El hombre resultó ser el propietario y nuestro cliente, y la mujer que preparó el té era su esposa. Nos encargó material por valor de 80 000 euros. Aquella cabaña era solo el cuartel general de la construcción.
  • Hace 20 años, cuando aún trabajaba como peluquera en un salón de caballeros, nos visitó un hombre normal y corriente con, perdón, el cabello sucio. Nos pidió un corte “de modelo”. En aquella época tenía un coste muy económico. Le corté el cabello. Y entonces el hombre dejó una propina ¡10 veces más de lo que costó el corte! Me quedé de piedra. Y eso es lo que hacía siempre que venía a cortarse el cabello. Es verdad lo que dicen: ¡no juzgues a un hombre por su aspecto! © Svetlana Sidorova / Facebook
  • Mis padres tienen dinero, pero visten con sencillez. Mi madre vino de visita. Fue al hipermercado, cargó un carrito entero de golosinas. En la caja, un vigilante de seguridad se le acerca y le dice: “Señora, no se ponga en evidencia, no tiene suficiente dinero”. Mi madre dijo en voz baja: “Me lo llevo todo”. Sacó la tarjeta, pagó tranquilamente e iba a salir. El vigilante se puso rojo. La acompañó hasta la puerta, se disculpó e intentó ayudarla a llevar las bolsas. Y mi madre, cuando contó la historia en casa, se rió y dijo: “Puedo llevar incluso un millón de dólares en mi bolso, ¡nadie se dará cuenta!”.
  • Hace 10 años visitamos París por primera vez. Íbamos hacia el hotel. Estaba en el centro, pero teníamos que caminar por una calle estrecha. Vimos a un grupo de jóvenes. Me asusté mucho. Parecían muy amenazadores. Bueno, creí que nos íbamos a meter en un lío gordo. Pero resultó que los chicos estaban en grupo jugando al ajedrez. Fue entonces cuando me relajé por completo. © Polina Kotunova / Facebook
  • Mi novio me dejó por una niña hermosa. Me dijo que Elena era toda una chica, siempre sonriendo, con una mirada desenfadada, mientras que yo era grande y algo bruta. Así que rompimos. Me escribió un año después, diciendo que había cometido un error. Esta “niña hermosa” le chupó todo el dinero y luego también le engañó con su mejor amigo (con quien entonces se fue, porque sus padres le regalaron un departamento). ¡Qué pena! Le dije: “Lo siento, chico, tu lugar ya está ocupado”. Por alguna razón se sintió ofendido.
  • Mi esposo, su hermana y yo fuimos a unos grandes almacenes de moda a comprarle un traje. Íbamos vestidos con sencillez: pantalones cortos, camisetas, yo con el cabello recogido en un moño. De repente oímos a una vendedora susurrar a la otra en su propio idioma: “¿Por qué pierdes tiempo con ellos? Se ve que no tienen dinero”. Entonces mi esposo y su hermana, que conocían el idioma, dijeron: “¡Cuide sus palabras, señora!”. Nos compramos un traje y unos zapatos a juego. Y aquella vendedora maleducada se quedó de piedra. © Nik A / Quora
  • Mi hermana tiene su propio negocio, que incluye un lavadero de coches con un taller. Suele ir con ropa sencilla, para no ensuciarse. Y su hija ayuda allí con trabajos de jardinería. Quiesieron comprarse una chaqueta para el otoño. Así que se subieron al coche y se fueron a un centro comercial de lujo. En una boutique, mi hermana vio un vestido hermoso. Entró, pero la dependienta le dijo: “No voy a dejar que te pruebes el vestido. No te lo vas a comprar, vete de aquí”. Mi hermana se enfadó. Entraron en la boutique de enfrente. La dependienta no arrugó la nariz, sino que las atendió con calma y una sonrisa. Como resultado compraron una chaqueta, un traje, dos vestidos, zapatos. Cargadas de bolsas, salieron de la boutique, y mi hermana le dijo a la aturdida primera vendedora: “Llamaré hoy al dueño de tu tienda, es mi viejo amigo, y le diré que con semejantes vendedoras irá a la quiebra”. Y realmente: la vendedora fue despedida la misma tarde con la recomendación de no juzgar más a los clientes por su ropa.
  • Tengo 26 años, una cara de niña y mido 150 cm. Los desconocidos me miman porque creen que soy una adolescente o son groseros conmigo por la misma razón. Constantemente me preguntan a qué curso voy, y en algunos sitios me dejan entrar gratis (como niña) o con una entrada infantil. A menudo me subestiman. © rissaro0o / Reddit
  • Tenía unos 19 años. Nuestra vecina, amiga de mi madre, se ofreció a presentarme a su colega. Acepté, pero no quería que el chico me juzgara por mis apariencias: era importante para mí que la gente apreciara mi mundo interior. Para la cita me puse ropa holgada y poco colorida. El encuentro fue bien, paseamos durante un buen rato, pero no vi ningún brillo en sus ojos. No volvió a llamarme. Pasaron unos meses, y de repente me llamó: “Mi amigo y yo íbamos en el autobús, nos fijamos en una chica hermosa, ¡y resultaste ser tú! ¡Eres tan...! ¿Quedemos?”. Quedamos. Me dijo un montón de piropos, intentó abrazarme, fue muy asertivo. Apenas salí y me fui. Nunca volví a quedar con él. © Marina Marina / Facebook
  • Una amiga y yo una vez fuimos a elegirme un abrigo de piel de oveja para el invierno. Voy a decir de inmediato que aparento mucho más joven que mis años, y voy de compras casi siempre con una cola de caballo y en un traje deportivo, ya que me canso de llevar los tacones el día entero. Así que, entramos en una tienda de ropa de marca y miramos lo que se vendía allí. De repente, la vendedora nos gritó desde el otro extremo: “¡Chicas, aquí solo hay ropa cara, no es para ustedes!”. Al salir de la tienda, nos reímos durante mucho tiempo. Y no quisimos comprar nada allí.
  • Mido 193 cm y peso 106 kg. Lo primero que piensa la gente es que jugué mucho al baloncesto en mis años escolares. Pero se equivocan. De hecho, yo era (y sigo siendo) un auténtico nerd. De niño, era un niño gordito que despreciaba los deportes. Y cuando la gente que no me conoce se entera, piensa: “¿Cómo puede ser? ¡Pero si estás hecho para el deporte! Difícilmente podrías triunfar en otra cosa”. Pero no solo soy atlético por naturaleza, sino también extremadamente observador y muy elocuente. También soy bueno con el arco, sé cocinar, hacer reanimación cardiopulmonar, arreglar un coche y entiendo mucho de computadoras. Pero si me juzgas solo por mi aspecto, nunca lo sabrás. © Xavier Mack / Quora
  • Un día fuimos a una tienda en familia. Yo sostenía un bebé de 6 meses en brazos. Una anciana me miró largo rato, luego se acercó y me preguntó: “¿Cómo diste a luz tan pronto?”. La miré y le dije: “Pues más o menos como a su hermana de 2 años”. La señora pensó que yo tenía 14 años. Pero tenía 28. © nekkidhippyhobo / Reddit
  • Fui a un salón de belleza. Me tiñeron las cejas con henna. La estetecista me dijo que tenía que pasear durante unos 30 minutos. Fui a una tienda de trajes de baño de al lado, pregunté por mi talla y una chica de unos 20 años me dijo secamente: “No tenemos nada para usted. ¡Tenemos precios a partir de 40 dólares!”. © Natasha Gorbenko / Facebook
  • Personalmente, creo que aparento mi edad. Pero la gente a mi alrededor piensa lo contrario. Una vez entré en una tienda porque me gustó un vestido. La vendedora: “Aquí tienes un buen modelo: te lo puedes poner para ir a la escuela y de paseo”. Gracias, llevo ya 15 años sin tener que ir a la escuela. Otro ejemplo: el verano pasado fui a la farmacia a comprar medicinas para mi abuela. El farmacéutico me dijo: “Según la ley, no podemos vender medicamentos a menores de 14 años”. Me quedé helada y le dije: “Cumplo 31 en una semana”. Nos reímos él y yo, y luego también se lo conté a mi familia.
  • Hace unos 6-7 años trabajaba de mesero en un buen sitio. Un día entraron tres chicos, iban vestidos de manera sencilla, incluso pobre (los de seguridad no querían dejarles entrar, pero la conserje les dejó pasar). Empezaron a divertirse. Pedían bebidas caras, y yo me ponía cada vez más nervioso: si se escaparan, tendría que pagar yo mismo. La cuenta se acercaba a los 500 dólares. Los chicos invitaban a las chicas: 750 dólares. Luego 950 dólares. Estaba a punto de sufrir un paro cardíaco, pero seguí sirviéndoles como si fueran mis clientes favoritos. En fin, pagaron unos 1 100 dólares y me dieron 50 de propina. Para un estudiante, ¡fue una pasada!

La gente suele sacar conclusiones precipitadas sobre un desconocido basándose en todo tipo de estereotipos. Sin embargo, con la experiencia uno se da cuenta de que juzgar a una persona por su aspecto es como juzgar el sabor de un caramelo por su envoltorio. No tiene sentido.

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