4 Razones por las que olvidas los nombres de las personas, según la evidencia científica

Psicología
hace 17 horas

Olvidar el nombre de una persona que acabas de conocer no es señal de mala memoria, déficit de atención ni mucho menos de mala educación o algo propio de la edad. La psicología tiene una respuesta para esta inquietud que, muchas veces, puede hacernos sentir culpables. Y aquí te lo explicamos con palabras de a centavo, para que no vuelvas a sentirte mal la próxima vez que te encuentres con un conocido en la calle cuyo nombre no logras recordar. Pero primero, tenemos que entender cómo procesa y almacena información nuestro cerebro.

La naturaleza de la memoria

Recordar algo no es tan simple como abrir un archivo guardado en una computadora. La memoria es un proceso complejo en el que el cerebro interpreta, guarda y recupera información. Todo comienza cuando percibimos el entorno a través de los sentidos: imágenes, sonidos, olores.

  • Esta primera etapa se llama registro sensorial, y aunque dura apenas unos segundos, permite captar estímulos como el reflejo de una pantalla que sigue “viéndose” al cerrar los ojos o una frase que entendemos justo después de que alguien la dice.
  • Si prestamos atención a esa información sensorial, pasamos al siguiente nivel: la memoria a corto plazo, donde almacenamos datos de forma temporal, como un número de teléfono o una dirección que acabamos de oír.
  • Cuando manipulamos esa información estamos usando la llamada memoria de trabajo, que forma parte de la memoria a corto plazo pero nos exige más participación activa. Si logramos retener y consolidar esos datos, pasan a la memoria a largo plazo, donde pueden quedarse días, años o incluso toda la vida. La información codificada se guarda en distintas partes del cerebro y para esto, tenemos que hablar de los tipos de memoria.
  • Los nombres de personas suelen entrar en lo que se llama memoria explícita, la cual incluye a la memoria semántica (la que usamos para datos y conceptos) y la memoria episódica (la que guarda nuestras experiencias personales). Ambas están muy ligadas al hipocampo, una zona clave del cerebro para la memoria a largo plazo.
  • Finalmente está la recuperación, que es cuando intentamos “sacar” la información almacenada. ¿Has sentido que sabes algo pero no lo puedes decir en ese momento? Eso es una falla en la recuperación, no en el almacenamiento. A veces el nombre está ahí, pero no lo conseguimos sacar en el momento justo.

¿Y qué tiene que ver todo esto con olvidar nombres? Aquí entra en juego un experimento muy citado en la psicología cognitiva: la paradoja de Baker/baker. Este estudio ilustra de forma brillante por qué, a veces, recordar un nombre propio puede ser mucho más difícil que recordar otra información.

La paradoja Baker/baker

Imagina que conoces a alguien que se llama Baker. Ahora imagina que conoces a otra persona que es panadero (en inglés, también baker). Curiosamente, es más probable que recuerdes a la persona que es panadero, que a la que se llama Baker. ¿Raro? Un poco. ¿Lógico? Totalmente.

Esto ocurre porque nuestro cerebro no recuerda datos de forma aislada: necesita conexiones, asociaciones, imágenes, emociones. Cuando escuchas que alguien es panadero, automáticamente tu mente se llena de referencias: pan caliente, madrugadas, harina, el olor a masa recién horneada. Todo eso ayuda a que la información “se ancle” en tu memoria.

Pero cuando solo escuchas Baker como nombre propio, tu cerebro no tiene mucho con qué trabajar. No hay imágenes, contexto ni emociones ligadas al dato. Es como tratar de clavar un clavo en una pared sin martillo. No hay “ganchos” donde colgar esa información. Ahora que hemos dejado esto claro, veamos los resultados de una investigación en la dos psicólogos exploraron las razones por las cuales olvidamos los nombres. Estas fueron las pistas que encontraron:

1. Los nombres que contienen varias palabras son más difíciles de recordar

Un detalle que complica recordar los nombres es cuando están compuestos por más de una palabra. Cuando tenemos que recordar nombres completos, la carga cognitiva aumenta. No es solo un dato, son dos o tres elementos que deben ir en el orden correcto y con la pronunciación correcta. Y si no tienes un contexto emocional o visual que te ayude a unir todas esas piezas, es normal que tu memoria se quede en blanco.

Piénsalo así: si estás tratando de recordar el nombre del actor que protagonizó dos películas donde aviones se estrellan contra el agua, no basta con que digas “Tom”. Esa pista, por sí sola, no lleva muy lejos. Necesitas el nombre completo: Tom Hanks. (Sí, él actuó en CastawaySully). Así que no, no es tu culpa si te acuerdas que “era algo con M” pero no logras sacar “Mariana Morales García”. Tu cerebro está haciendo lo que puede con lo que tiene.

2. Los nombres no tienen sinónimos

Seguro te ha pasado: tienes una palabra “en la punta de la lengua”. No logras sacarla, pero encuentras otra parecida que te saca del apuro. En vez de decir “melancólico”, dices “triste”, y listo, el mensaje sigue funcionando. Nadie se entera de que tu memoria patinó un poco.

Pero con los nombres propios eso no funciona. No hay sinónimos para “Daniela González” ni formas alternas de decir “Luis Herrera”. O lo dices bien, o no lo dices. Y ese es justo el problema: los nombres no están conectados a otros conceptos como pasa con las palabras comunes del idioma.

Están flotando solos en tu memoria, sin una red semántica que te ayude a atraparlos cuando los necesitas. Por eso, cuando olvidamos un nombre, se siente como un vacío incómodo, porque no hay forma elegante de salir del paso.

3. Los nombres son arbitrarios (y por eso no se nos quedan en la memoria)

Cuando escuchas una palabra como “manzana”, tu cerebro hace una conexión inmediata. Piensas en algo rojo, redondo, jugoso, con cierto olor y textura. Es una palabra cargada de significado, que activa un montón de recuerdos y sensaciones. Por eso es fácil recordarla.

Pero si te digo que tengo un amigo llamado Gael, ¿qué imagen te viene a la mente? Probablemente ninguna clara. “Gael” podría ser alto, bajo, moreno, pelirrojo, simpático o insoportable. El nombre no te da pistas sobre él. No está conectado a una categoría o imagen mental definida, como sí lo están palabras como “perro”, “silla” o “bicicleta”.

Eso es porque los nombres propios son arbitrarios: no describen a la persona ni tienen una relación directa con cómo es. Son etiquetas vacías que solo tienen sentido si ya las hemos asociado muchas veces a alguien en particular. Y ahí está el problema, porque si esa asociación no se ha reforzado lo suficiente, el nombre simplemente no se queda.

4. Los nombres pueden ser palabras que no escuchamos con frecuencia y eso complica las cosas para la memoria

Cuando tratas de recordar palabras que no están tan presentes en tu vocabulario, como “arrebol”“limerencia”, en lugar de otras que usamos todo el tiempo, como transferencia pagos. Y lo mismo pasa con los nombres propios.

Aunque “Henry” y “Cavill” son palabras sencillas y comunes por separado, la combinación “Henry Cavill” no aparece tantas veces en nuestras conversaciones cotidianas (o sí). Y nombres como Seong Gi-hun (el protagonista de Squid Game), son todavía más difíciles de retener. No solo porque lo escuchamos pocas veces, sino porque su estructura y sonidos no son familiares para nuestro cerebro.

En resumen: nuestro cerebro memoriza con más facilidad las palabras que escucha seguido. Los nombres, por más famosos que sean, simplemente no aparecen tanto como otras palabras del día a día, y por eso pueden esfumarse de nuestra memoria justo cuando más los necesitamos.

Y ahí lo tienes, si se te olvida el nombre de alguien que no ves muy seguido, no es falta de atención, ni de educación, ni mucho menos una señal de que tu memoria está fallando. Es simplemente cómo funciona el cerebro. Pero si sientes que tu memoria te está haciendo una mala jugada para recordar otras cosas, no dudes en consultar con profesional. Si quieres mejorar tu memoria, prueba los ejercicios de este artículo de Genial.guru: 11 Tips que te pueden ayudar a tener la memoria como la de un elefante

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