17 Historias que demuestran que, a veces, romper lazos con seres queridos es más fácil que deshacer una telaraña
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La mayoría de nosotros estamos familiarizados con los hábitos ecológicos habituales -reciclar, usar menos plástico y ahorrar el agua-, pero las investigaciones sugieren que hay otras formas menos obvias de marcar la diferencia. Estas acciones poco comunes van más allá de lo básico y ofrecen formas sorprendentes pero eficaces de proteger el planeta. He aquí seis estrategias respaldadas por la investigación que pueden ayudar a crear un mundo más sano.
Refrescarse de forma natural por la noche no solo ayuda a dormir mejor, sino que también puede reducir el consumo de energía. En lugar de depender del aire acondicionado o de ventiladores, abrir una ventana para que entre aire fresco o dormir desnudo permite al cuerpo regular su temperatura de forma más eficiente. Este pequeño hábito puede reducir el consumo energético de tu hogar y la huella de carbono, al tiempo que mejora la calidad del sueño.
La industria alimentaria mundial es uno de los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero. La carne roja y los productos animales, en particular, tienen una importante huella de carbono. Cambiar a una dieta basada en plantas o incluso tan solo reducir el consumo de carne roja puede ayudar a reducir el impacto medioambiental.
Aunque algunos alimentos vegetales, como el aguacate, dejan una huella notable, requieren menos recursos que la carne de vacuno o de cordero. Una dieta consciente puede contribuir en gran medida a preservar los recursos del planeta.
Tirar de la cadena representa una parte importante del consumo doméstico de agua, pero un simple cambio puede marcar la diferencia: orinar en la ducha. Una campaña realizada por estudiantes universitarios del Reino Unido puso de manifiesto que si 15 000 alumnos adoptaran esta práctica, se podrían ahorrar millones de litros de agua al año, suficientes para llenar 15 piscinas olímpicas. Aunque poco convencional, este pequeño hábito puede contribuir a la conservación del agua.
La sangre menstrual es rica en nutrientes como nitrógeno, fósforo y potasio, los mismos elementos que se encuentran en los fertilizantes. Diluyendo la sangre menstrual con agua y utilizándola para nutrir las plantas, se puede crear un fertilizante natural y sostenible que reduce los residuos. En lugar de desechar estos valiosos nutrientes, su reutilización en jardinería puede favorecer el crecimiento de las plantas de forma ecológica.
Los insectos comestibles son una fuente de proteínas muy sostenible, que requiere mucha menos tierra, agua y piensos que el ganado tradicional. Los grillos, los gusanos de la harina y las moscas soldado negras tienen un impacto medioambiental mucho menor, al tiempo que aportan nutrientes esenciales. Solo hay que tener en cuenta que, aunque las moscas soldado negras son seguras para el consumo, sus huevos no lo son.
La incorporación de alimentos a base de insectos a nuestra dieta podría reducir significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero y disminuir la presión sobre la producción mundial de alimentos.
Introducir plantas endémicas en tu jardín o entorno local es una forma eficaz de apoyar la biodiversidad y reducir la necesidad de riego excesivo, fertilizantes y pesticidas. Las especies autóctonas están adaptadas al clima local, requieren menos mantenimiento y proporcionan alimento y refugio a la fauna. Puedes crear un ecosistema más sano con un impacto ambiental mínimo, optando por las plantas que crecen de forma natural en tu región.