6 Cosas que le pasan a tu cuerpo cada verano y que solemos malinterpretar por otra cosa

Cuando el verano llega, no solo cambian tu clóset y tus planes de fin de semana: tu cuerpo también se transforma, muchas veces sin que te des cuenta. Desde un brillo natural en la piel hasta cambios en tu digestión, el calor puede desencadenar efectos sorprendentes. Descubre cómo esta estación puede ser tu mejor aliada (o tu pequeño reto) a nivel físico.

Los tiempos de tu digestión pueden cambiar

Cuando las temperaturas suben, tu digestión puede volverse un caos. El calor eleva los niveles de cortisol, la hormona del estrés, que afecta directamente el intestino, alterando el equilibrio de tu microbioma y provocando digestiones más lentas o demasiado rápidas. Esto puede generar inflamación, malestar y desequilibrios en tu sistema digestivo, justo cuando más necesitas sentirte ligera y bien. Si últimamente te sientes hinchada, con cambios en tu digestión o más sensible a ciertos alimentos, el calor podría ser el culpable. Tu intestino lo siente todo.

Puedes sufrir de Síndrome del Intestino Permeable

Las altas temperaturas del verano no solo agotan tu energía, también pueden volver tu intestino más permeable, provocando el temido Síndrome del Intestino Permeable. Esto permite que microorganismos del microbioma intestinal pasen al torrente sanguíneo, lo que puede causar inflamación o infecciones. Además, el desequilibrio que queda en tu flora intestinal puede alterar todo, desde tu digestión hasta tu estado de ánimo. El calor cambia literalmente la forma en que tu cuerpo protege y regula tu salud digestiva. Y sí, podrías estar sintiéndolo sin darte cuenta.

El sudor afecta en tus niveles de electrolitos

Durante entrenamientos intensos bajo altas temperaturas, tu cuerpo pierde agua y electrolitos rápidamente, afectando no solo tu rendimiento, sino también tu digestión. La deshidratación ralentiza el vaciado gástrico y puede dificultar la absorción de líquidos y nutrientes. Además, bebidas con demasiada azúcar pueden empeorar el problema. Para cuidar tu cuerpo y tu intestino, es clave hidratarte con líquidos que tengan glucosa en bajas concentraciones y sodio, especialmente si el ejercicio dura más de 30 minutos. Hidratarse bien no es solo tomar agua: es darle a tu cuerpo lo que realmente necesita.

Más granitos en verano

El calor y el sudor pueden empeorar el acné, especialmente si tu piel ya es propensa a brotes. Cuando el sudor se mezcla con bacterias y grasa, tus poros se tapan y aparecen esos molestos granitos. ¿La solución? Seca el sudor dando toques suaves (¡no lo arrastres!), lava tu ropa y accesorios después de usarlos, y elige productos libres de aceites para tu rostro, pecho y espalda. Con pequeños hábitos, puedes mantener tu piel fresca incluso cuando el termómetro sube.

¿Piel seca en pleno verano? Sí, puede pasar

Aunque haya humedad, el sol, el cloro de las albercas y el aire acondicionado pueden dejar tu piel reseca e irritada. ¿Cómo cuidarla? Usa un limpiador suave después de nadar, aplica protector solar SPF 30+ resistente al agua antes de salir, evita jabones agresivos y prefiere duchas tibias. Después del baño, hidrata tu piel con cremas sin fragancia dentro de los primeros 5 minutos. Lleva crema contigo para reaplicar durante el día. Incluso en verano, tu piel necesita atención para mantenerse suave, fresca y saludable.

Podrías tener sarpullido

El sarpullido por calor aparece cuando las glándulas sudoríparas se bloquean, atrapando el sudor bajo la piel y causando granitos rojos y picazón. Al reventarse, generan una sensación punzante muy molesta. Para prevenirlo, usa ropa de algodón, suelta y ligera, evita ejercitarte en las horas más calurosas, y mantén tu piel fresca con duchas frías, ventiladores o aire acondicionado. Menos sudor, menos sarpullido. Tu piel te lo va a agradecer.

Tu cuerpo reacciona al verano de formas tan inesperadas como fascinantes. ¿Qué cambios curiosos has notado en tu cuerpo durante esta época del año?

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