7 Maneras en que el cerebro nos engaña al tomar decisiones y no nos damos cuenta

Psicología
hace 10 horas

¿Alguna vez te has preguntado por qué a veces insistes en algo, aunque las pruebas digan lo contrario? O por qué te cuesta cambiar de opinión, incluso si alguien te da buenos argumentos. La respuesta puede no ser falta de lógica ni terquedad, sino algo mucho más sutil: sesgos cognitivos. Y en este artículo te vamos a contar cómo estos sesgos influyen a la hora de tomar decisiones.

¿Qué es un sesgo cognitivo?

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En palabras sencillas, un sesgo cognitivo es un error en nuestro pensamiento a la hora de procesar la información que está a nuestro alrededor, lo que nos lleva a tomar decisiones y hacernos de juicios de valor errados. Estos errores de pensamiento son el resultado de nuestro cerebro intentando simplificar la información que procesa, en un intento de darle sentido al mundo de una manera más rápida y eficiente. Sin embargo, esto puede llevar a errores comunes en nuestro razonamiento.

Por un lado, los sesgos pueden estar relacionados con la memoria. La memoria no es perfecta y la forma en cómo recordamos las cosas puede estar sesgada por una gran variedad de razones y eso, a su vez, también afecta nuestro pensamiento y la capacidad de tomar decisiones. Por otro lado, los sesgos cognitivos también pueden darse por problemas de atención, ya que como este es un recurso limitado del que disponemos, nuestra mente suele ser muy selectiva con lo que le presta atención. Esta selectividad puede hacernos ignorar información importante y por ende llevarnos a tomar decisiones equivocadas.

Es importante hacer una distinción entre sesgos cognitivos y falacias lógicas, ya que son conceptos que muchas veces solemos confundir. Sin embargo, la diferencia radica en que las falacias suelen ser errores en la lógica de un argumento que lleva a una conclusión errónea y en muchas ocasiones pueden ser intencionales, mientras que los sesgos cognitivos están arraigados en problemas en cómo nuestro cerebro procesa la información y está relacionado con la memoria y la atención.

¿Cómo sé si tengo sesgos?

¡Todos los tenemos! En realidad, la única condición que se necesita para tener un sesgo es ser humano. Pero eso tampoco significa que seamos malas personas, o lo hagamos a propósito, o tengamos malas intenciones. Pero no reconocer nuestros sesgos es lo que puede generar problemas en todos los aspectos de nuestra vida: desde el trabajo hasta lo personal. Lo cierto es que aunque pensemos que estamos siendo objetivos o lógicos, cuando estamos tomando decisiones o haciendo algún tipo de juicio, siempre vamos a tener sesgos influenciando la manera en que pensamos. Podemos no estar conscientes de ello, pero eso no significa que no estén ahí.

¿Aún no sabes si tienes sesgos? Es muy posible que sí, pero acá te dejamos unas cuantas señales de que podrías estar sesgado sin siquiera saberlo:

  • Solo prestas atención a las noticias o historias que confirman tus opiniones.
  • Cuando algo no sale bien, culpas a factores externos por lo sucedido.
  • Piensas que el éxito de otras personas es gracias a la suerte, pero el tuyo es por todo tu esfuerzo.
  • Asumes que todas las personas comparten tus creencias y opiniones.
  • Aprendes un poco sobre un tema y luego piensas que ya sabes todo al respecto.

¿Por qué debería importarnos?

Si bien reconocer que tenemos un sesgo es el primer paso, también es importante saber el impacto que pueden tener en lo cotidiano. Los sesgos no se tratan solo de opiniones, sino que pueden tener un peso real en la toma de decisiones importantes. Por ejemplo, en una situación laboral, un sesgo cognitivo puede determinar si una persona adquiere un trabajo o no. Es decir, la forma en que vemos a una persona o las circunstancias que la rodean (como su género, su color de piel o incluso su nivel socioeconómico) puede ser un factor decisivo si dejamos que nuestros sesgos tomen el control. De nuevo, esto no significa que tenerlos nos haga malas personas, pero cuando tienen consecuencias directas en la vida de las personas, y la nuestra, es mejor evitarlos.

Afortunadamente, tener un sesgo tampoco significa que no podamos trabajar para erradicarlos o al menos mantenerlos bajo control. Por supuesto, para esto es importante reconocer que los tenemos y es mucho más fácil decirlo que hacerlo. Podemos empezar por cuestionarnos si las opiniones que nos hacemos de una persona cambiarían si esta fuera de otro sexo, otra raza o si vestiría de alguna manera distinta. Nuestro estado físico también puede afectar la manera en que vemos las cosas, si nos encontramos bajo estrés o con cansancio.

A continuación te dejamos unos cuantos pasos que puedes seguir si quieres superar tus sesgos cognitivos:

  • Sé consciente de tus pensamientos iniciales sobre las personas y en qué se basan realmente esos pensamientos.
  • Mantente en sintonía con las personas que te rodean y fíjate con qué frecuencia conversas con gente diferente a ti.
  • Rodéate de personas y situaciones diferentes a ti.
  • Comparte tus experiencias de sesgo con otros.
  • Busca las similitudes que existen sin importar la raza, religión, género, cultura, etc.
  • Si ves algo, dilo, ojalá de una manera que sea sensible a los sentimientos de todos los involucrados.
  • No asumas que las personas actúan con malas intenciones.
  • En el proceso de la toma de decisiones, disminuye tu velocidad.

Tipos de sesgos más comunes

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Ya lo mencionamos antes, pero los sesgos cognitivos pueden deberse a varios factores como la memoria o la atención. Por esto mismo es que se han llegado a categorizar, y acá te dejamos los más comunes:

  • Sesgo actor-observador: es cuando atribuimos a nuestras propias acciones una causa externa, mientras que a las acciones de otras personas las atribuimos a causas internas. Por ejemplo, si nosotros llegamos tarde al trabajo decimos que fue por el tráfico. Pero cuando un compañero lo hace, podemos decir que es porque es una persona vaga o con mala gestión del tiempo.
  • Sesgo de anclaje: es cuando nos dejamos guiar de más por la información que recibimos inicialmente. Por ejemplo, cuando compramos, podemos pensar que una prenda es barata si la vemos después de otra más cara, aún cuando el precio esté muy por encima del valor real.
  • Sesgo atencional: esto es la tendencia a poner demasiada atención a algunos detalles, mientras ignoramos otros. Por ejemplo, si tenemos un dolor de cabeza repentino, podemos pensar que es algo mucho más serio aún cuando no tengamos pruebas que lo confirmen.
  • Sesgo heurístico: una heurística es un atajo mental que toma nuestro cerebro para acceder a una solución rápida. Por lo tanto, el sesgo heurístico pone más valor en esa información de fácil acceso en nuestro cerebro y la toma como real o más probable. Por ejemplo, vemos mejor un producto con un 90% de éxito en comparación a uno que se presenta con un 10% de fracaso, a pesar de que tienen el mismo valor. Eso se debe a la carga de valor que otorgamos a un número mayor y al término positivo en éxito.
  • Sesgo de confirmación: describe esas situaciones en las que favorecemos información que se asemeja a nuestras creencias y rechazamos evidencias que van en contra de ellas. Por ejemplo, en lo político las personas defienden a su partido de preferencia aun cuando se les presente con información y evidencias de hechos cuestionables de dichos partidos.
  • Efecto halo: similar al anterior, este sesgo describe cómo nuestra percepción positiva de una persona influye en cómo creemos que es su carácter. Es decir que si vemos a una persona con admiración o cariño, es menos probable que los creamos capaces de algo malo. Similar pasa cuando vemos a una persona atractiva, que la vemos más confiable en comparación a alguien que no nos parece atractivo.
  • Efecto Dunning-Kruger: esto se da cuando las personas creen que son más inteligentes que sus capacidades, o que su conocimiento es mayor de lo que realmente es. Por ejemplo, en redes sociales aficionados al ejercicio corrigiendo la postura de atletas profesionales que han dedicado toda su vida a una disciplina.

Los sesgos cognitivos son mucho más comunes de lo que creemos y los practicamos aún cuando no nos damos cuenta. Sin embargo, esto no nos hace malas personas, sino que simplemente señala que no somos perfectos. Lo importante es reconocer que los tenemos y trabajar para poder librarnos de su influencia y no dejar que definan nuestras decisiones. Aprender a cuestionar la forma en que pensamos nos ayudará a tomar decisiones más conscientes en nuestra vida.

Y tú, ¿descubriste que tienes algún sesgo mientras leías este artículo? O tal vez hay alguna situación en tu vida donde creíste tener una posición objetiva, para luego darte cuenta de que estaba tomando una postura sesgada sin quererlo. Nos gustaría saber tu experiencia.

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