Científicos descubrieron una capa misteriosa en el núcleo de la Tierra
La Tierra tiene tres capas principales. Dos partes del núcleo: el núcleo interno, denso y caliente; y el núcleo externo, fundido. Luego viene el manto. Y luego sigue la fina corteza, la superficie que sustenta la vida tal y como la conocemos. Al menos eso es lo que pensábamos, porque ahora los científicos han encontrado una nueva y misteriosa capa situada en las profundidades del núcleo interno sólido. El núcleo interno de la Tierra tiene aproximadamente 2/3 del tamaño de la Luna y está hecho de níquel y hierro sólido. Es muy caliente. La temperatura en el centro de nuestro planeta es la misma que en la superficie del Sol. El núcleo exterior puede alcanzar casi 5 500 °C.
Es difícil explorarlo porque no podemos ir allí, y es como mirar por una ventana muy sucia de 5 150 km de metal fundido y rocas. Pero podemos confiar en los experimentos de laboratorio con rocas presurizadas y calentadas, en las señales de las ondas sísmicas y en los modelos informáticos. Cuando se produce un terremoto, envía ondas de choque sísmicas. Estas viajan por las capas a una velocidad diferente, dependiendo de la dirección que tomen y del material que atraviesen. En el nuevo estudio, un equipo de científicos recopiló un conjunto de datos de 100 000 terremotos profundos. Algunos de ellos se produjeron a más de 100 kilómetros de profundidad. Cuando se produce un terremoto en un lado de nuestro planeta, los científicos rastrean sus ondas a lo largo de todo el recorrido hasta el otro lado. Las ondas cambian cuando llegan al otro lado, por lo que los científicos intentan comprender los materiales por los que han pasado estas ondas.
Gracias a los terremotos, han encontrado una nueva capa en el núcleo de nuestro planeta. Normalmente, las ondas de choque viajan a lo largo del ecuador, pero abajo, se desvían y van en direcciones diferentes: unos 60 grados hacia un lado. Cuando las ondas atraviesan el núcleo interno yendo de Norte a Sur, estas viajarán más rápidamente que las ondas que atraviesan el núcleo paralelo al ecuador. Es importante entender al núcleo porque este crea a nuestro campo magnético, que, a su vez, protege al planeta de cosas como los vientos solares, que son partículas cargadas procedentes del Sol. En la década de 1960, descubrimos que la Tierra pulsa cada 26 segundos. Es como un reloj, un latido gigante. El suelo tiembla ligeramente, pero casi no lo sentimos.
Los investigadores aún pueden rastrearlo. Algunos de ellos piensan que la plataforma continental surge como un enorme rompimiento de olas bajo los océanos. Por ejemplo, la parte más alta del continente norteamericano cae en una profunda llanura abisal. Una teoría dice que las olas golpean este lugar produciendo pulsos regulares. Es como tener todo tipo de tambores. Los golpeas con las manos y accidentalmente das en ese punto que produce ese pum armónico adecuado para hacer sonar a todo nuestro planeta. Si esta teoría es cierta, tenemos suerte de que no haya más puntos como este que puedan hacer temblar a la Tierra. Otros científicos creen que la pulsación se produce porque hay un volcán cerca del punto crítico.
Caminas, corres, saltas... pero cuando te detienes, siempre parece que estás parado. En realidad, te estás moviendo incluso cuando estás perfectamente quieto, porque nuestro planeta está siempre en movimiento. Dependiendo de dónde te encuentres, puedes estar girando por el universo a más de 1 600 km/h. Si estás en el ecuador, te moverás más rápido. Digamos que tienes una pelota de baloncesto girando en tu dedo. Revisa el ecuador del balón. Un punto al azar en él tiene que ir más lejos en un solo giro que cualquier punto cerca de tu dedo. Eso significa que el punto situado en el ecuador se mueve más rápidamente.
La Tierra es un planeta que se recicla todo el tiempo. El suelo que pisamos se recicla. El ciclo de las rocas de nuestro planeta convierte rocas de un tipo en otro. Es un ciclo que sigue y sigue. Las profundidades de nuestro planeta están llenas de magma. A medida que el magma va saliendo a la superficie, se va endureciendo hasta convertirse en roca. Los procesos tectónicos, como la actividad volcánica, los terremotos, la construcción de montañas y todos los demás procesos que dan forma a la superficie de nuestro planeta, llevan esa roca a la superficie de la Tierra. Cuando la roca está en la superficie, la erosión le da forma y le quita trozos. Esas pequeñas partículas luego son depositadas. Toda la presión que viene de arriba compacta a las partículas en rocas sedimentarias, como, por ejemplo, la arenisca.
Las rocas sedimentarias también pueden acabar a mayor profundidad bajo la superficie de la Tierra. Como hay mucho calor y presión, se “cuecen” en rocas metamórficas. Pueden volver a la superficie una vez más o incluso acabar siendo erosionadas de nuevo. A veces, las placas de la corteza terrestre se empujan una debajo de otra, y así las rocas pueden volver a transformarse en magma. Hasta ahora solo hemos explorado el 5 % del océano. El propio océano, así como la vida que hay bajo el fondo marino, sigue siendo un misterio. Los sedimentos que subyacen a nuestros océanos albergan diferentes microorganismos que existen incluso a profundidades de 2,5 km bajo el lecho marino. Hay microbios escondidos en las profundidades de las rocas volcánicas del fondo marino de las zonas del Pacífico, ocultos bajo 265 m de sedimento.
La biosfera bajo el fondo marino crece con extrema lentitud en comparación con la vida en la superficie. La división celular se produce cada 10 a 1000 años. Algo está cambiando en el eje de la Tierra. Los cambios climáticos y el deshielo de los glaciares, sobre todo en regiones como el Himalaya y Alaska, han hecho que el eje se desplace. Nuestro planeta tiene dos tipos de polos: los primeros son los polos magnéticos sur y norte. Afectan a cosas como la deriva y la navegación. El eje alrededor del cual gira la Tierra es otro tipo de polo. Se desplazó un poco a lo largo del tiempo, pero no sabemos exactamente por qué.
Los investigadores se dieron cuenta de que hay masas de agua en movimiento que empujan al eje de la Tierra hacia el este. Tomemos como ejemplo una cuenca de agua. Si la mueves de un lado a otro, el chapoteo hace que el agua mueva su peso alrededor. Algo similar ocurre a nivel planetario. Por muy grande que sea un terremoto, ningún ser humano podría “sentir” un terremoto en el lado opuesto de la Tierra, aunque algunas personas aseguran que sí. En el 2013, hubo uno cerca de las islas Kuriles con una magnitud de 8,5. Llegó a unos 650 km de profundidad. Fue tan fuerte que los habitantes de Australia dijeron que podían sentir el temblor del suelo. El terremoto más fuerte ocurrió en Chile, en 1960, con una magnitud de 9,5. La zona de ruptura se extendió desde 500 km hasta casi 1 000 km a lo largo de la costa del país.
Los terremotos con una magnitud de 10 o superior no pueden ocurrir. La magnitud depende de la longitud de la falla donde se produce. Cuanto más larga sea la falla, mayor será el terremoto. Una falla es una rotura en una parte de la corteza del planeta. Tiene rocas a ambos lados, y se mueven unas junto a otras. No hemos encontrado una falla lo suficientemente larga como para generar terremotos con una magnitud de 10 o más. Si ocurriera, esta se extendería alrededor de la mayor parte de nuestro planeta. Un terremoto con una magnitud de 12 requeriría una falla más grande que nuestro planeta. Un lado de nuestro planeta se está enfriando más que el otro. La Tierra tiene un sistema que la mantiene caliente por dentro: un interior líquido al rojo vivo en las profundidades de la superficie. Gira y, al mismo tiempo, genera un campo magnético y gravedad. Así, el núcleo de la Tierra mantiene a la atmósfera más cerca de la superficie del planeta.
La Tierra también absorbe el calor del Sol, sobre todo en la superficie. El calor no se extiende por igual en todas las partes de la Tierra. Un lado del planeta, el hemisferio del Pacífico, pierde calor más rápidamente que otro, el hemisferio africano. Esto ocurre porque la tierra atrapa más calor que la superficie bajo el océano. El fondo marino es mucho más delgado que la masa terrestre. Además, la temperatura provocada por el calor procedente del interior de la Tierra es cada vez más baja debido a las enormes cantidades de agua fría que hay sobre ella.
Las nubes no son solo unos esponjosos y lejanos trozos de algodón: pesan más de 500,000 kg y ayudan a regular la temperatura de nuestro planeta. Si se toman todas las gotas de agua de las nubes y se sacan a la superficie, se podría cubrir al planeta con una capa de líquido tan fina como un cabello humano. No parece mucho, pero esta agua es de vital importancia para el clima. Tendríamos temperaturas más cálidas si no fuera por las nubes.