Comer con culpa no necesariamente es negativo, según un estudio
La ciencia avanza a pasos agigantados cada día, tanto que a cada hora podemos contar con nuevas investigaciones y descubrimientos, algunos más impensados que otros. Ese es el caso del siguiente experimento, el cual fue realizado con batidos de vainilla. Sus conclusiones tienen que ver con el lado positivo que podemos encontrarle al acto de comer con culpa.
Con frecuencia nos detenemos a leer las etiquetas de los productos para saber si son buenos o malos. Sin saberlo, esto despierta en nosotros ciertas creencias. En esto se inspiró Alia Crum para realizar sus estudios. La psicóloga estadounidense es actualmente investigadora principal del Laboratorio de Mente y Cuerpo de Stanford.
Entre otras cosas, investiga cómo la mentalidad afecta el comportamiento humano y los resultados de la salud física y mental. Luego de analizar el funcionamiento del conocido efecto placebo, Crum comenzó a pensar que las etiquetas podrían funcionar de la misma manera. En pocas palabras, no solo somos lo que comemos, sino también lo que leemos en los alimentos.
Como toda investigadora curiosa, Alia se puso manos a la obra y organizó su experimento. Preparó miles de batidos de vainilla, los dividió en dos grupos y los etiquetó de dos maneras diferentes. La mitad de ellos fueron etiquetados como una bebida baja en calorías (solo 140), con cero por ciento de grasa y cero azúcar agregado.
La otra mitad se puso en botellas que estaban etiquetadas como batidos que contenían una golosina increíblemente rica. Según lo detallado, esta estaba compuesta de elementos que no beneficiarían a ciertas partes del cuerpo, como los muslos. Además, tenía azúcar y grasa contenidos en 620 calorías. En realidad, ambos grupos de batidos tenían 380 calorías cada uno.
Luego, Crum se encargó de realizar ciertas mediciones a las personas mientras consumían los batidos. Varias enfermeras fueron las encargadas de monitorear los niveles de grelina, la hormona del hambre, en los participantes del experimento, al mismo tiempo que tomaban las bebidas etiquetadas de una forma diferente.
Para quienes no lo sepan, la grelina es una hormona que trabaja como un importante regulador de la alimentación y el control del peso corporal de las personas. Nuestro cuerpo la genera en grandes cantidades antes de la hora de comer, y su flujo disminuye después de la ingesta de alimentos en aquellos individuos que respetan horarios regulares de alimentación.
Cuando los niveles de grelina crecen, nuestro cerebro comienza a recibir señales de que es momento de buscar y consumir comida. Luego de haber disfrutado de ciertos alimentos y después de esta subida hormonal, cuando el flujo baja y se regulan los niveles, nuestro cerebro comprende que fue suficiente.
Es en ese momento cuando nuestro metabolismo comienza a hacer su trabajo y prepara al cuerpo para que, luego de caminar o hacer ejercicio, pueda quemar las calorías que acaba de consumir. Aquí aparece lo interesante para Crum, quien descubrió algo que ya sospechaba hacía tiempo, cuando estudiaba los efectos placebo.
Resulta que aquellos participantes del experimento que habían consumido el batido etiquetado como calórico y malo para la salud se sintieron satisfechos y hasta llenos, como si hubieran consumido tres veces más de lo que en realidad habían ingerido.
Por otra parte, quienes tomaron el batido sano y bajo en calorías respondieron al experimento de la forma contraria, sintiéndose satisfechos pero no repletos. Entonces, los miembros del primer grupo se sentían como lo que su etiqueta decía solo si así lo creían. Terminaron su batido con una sensación de pesadez que solo era cierta porque se habían convencido de ello al leer la información del producto.
Como es de esperar, los niveles de grelina de las personas del primer grupo cayeron tres veces más al terminar el batido, lo cual generó también cambios en su digestión. Todo esto sugiere que casi somos capaces de cambiar nuestro metabolismo con nuestra mente.
Esto quiere decir que, en teoría, si lo que buscamos es bajar de peso, podríamos intentar comer saludable con el pensamiento de que estamos consumiendo productos altos en grasa. En otras palabras, disfrutar de frutas y verduras mientras realmente nos convencemos de que es un pastel que nos caerá muy pesado.
En conclusión, el efecto del consumo de alimentos sobre la grelina puede estar mediado psicológicamente, y la mentalidad afecta significativamente las respuestas fisiológicas a los alimentos. Dicho de una manera más sencilla, podemos controlar nuestra sensación de satisfacción y metabolismo con nuestros pensamientos.
“Las etiquetas no son solo etiquetas, evocan un conjunto de creencias”, explicó Crum. Esto nos ayuda a entender que, en realidad, comer con culpa no es algo necesariamente negativo. “Nuestras creencias son importantes en prácticamente todos los dominios, en todo lo que hacemos”, concluyó la reconocida investigadora.
No esperábamos que un sentimiento como la culpa pudiera ser usado para nuestro beneficio. ¿Sobre qué te gustaría investigar si tuvieras ese rol? ¿Qué experimento realizarías?