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A veces, los sueños más grandes empiezan con una simple rutina: caminar todos los días por el mismo lugar, y dejar que algo —o alguien— despierte una idea. Eso fue lo que le pasó a Ramiro Arzuaga, el reconocido ambientador de los famosos, quien se enamoró de una casa sin imaginar que un día podría vivir en ella. Te invitamos a conocer su historia, una que empieza con una puerta cerrada... y que termina completamente diferente.
Cada día, Ramiro Arzuaga pasaba frente a una casa que lo dejaba fascinado. Ubicada en el barrio de la Recoleta, en Buenos Aires, Argentina, destacaba por sus detalles arquitectónicos singulares, y para él —especialista en ambientación de eventos— esa fachada representaba una fantasía hecha realidad. El cartel de venta permaneció inmóvil por unos 6 años, y el precio de 5 millones de dólares parecía inalcanzable.
Hasta que un día, decidió hacer algo poco habitual: tocó la puerta. No tenía intención de comprarla, ni siquiera de alquilarla. Después de mucho pensarlo, hizo una original propuesta: les pidió a sus dueños, que buscaban comprador para la casa desde hace 4 años, poder entrar a vivir allí sin pagar, pero con la promesa de decorarla y mantenerla hasta encontrar comprador.
“Primero les pareció una idea descabellada, pero finalmente aceptaron”, comentó sobre los dueños de la casa en una entrevista, y así empezó una nueva etapa. Desde hace tres años, Ramiro vive en aquella casa, la que alguna vez solo pudo admirar desde la vereda. La rebautizó como su “Petit Hotel”, un nombre que captura la esencia del lugar: cálido, elegante, con carácter, pero, sobre todo, lleno de vida.
Desde que se mudó, comenzó a documentar el proceso en Instagram, mostrando cada paso de la restauración, los problemas con los que se encontraba y todo lo que iba agregando. Incluso, el año pasado, hizo una decoración especial para Navidad que se volvió viral en sus redes sociales.
Hoy, el Petit Hotel es mucho más que su hogar. Es su estudio creativo, su refugio y su lugar en el mundo. Allí trabaja, sueña, recibe amigos y crea los escenarios que luego llevarán la magia a eventos por toda la ciudad. “Me gusta transmitirle a la gente que no hay que quedarse con los ‘no’: hay que perseguir los sueños”, afirma.
Ese espacio que parecía inaccesible para Ramiro se transformó en su hogar, su estudio y el escenario de una vida elegida con convicción. Su historia nos recuerda que no todo se consigue con dinero o certezas, sino con la capacidad de imaginar algo distinto y el coraje de intentarlo. Y tú, ¿te atreverías a hacer algo similar para alcanzar tus sueños? ¿Qué puerta tocarías si te dieras permiso para hacerlo?