El chico que estuvo despierto por 11 días

Curiosidades
hace 8 meses

Un solo día sin dormir reduce la velocidad de reacción, debilita la capacidad de análisis y provoca estrés. Después de tres días sin dormir, una persona puede sentirse irritable y sus capacidades cognitivas disminuyen. Una semana sin dormir puede provocar graves problemas en todo el cuerpo. Ya no sientes la diferencia entre la realidad y la imaginación y no tienes ni idea de lo que ocurre a tu alrededor.

Pero en enero de 1964, ¡un joven consiguió mantenerse despierto por más de 11 días! Y al final de este período, se sintió bastante normal. Este es el tiempo más largo que una persona ha pasado sin dormir. Este acontecimiento hasta fue incluido en El libro Guinness de los récords. También permitió a los científicos aprender mucho sobre la estructura del cerebro humano. Todo empezó a finales de diciembre de 1963. Dos estudiantes, Randy Gardner, de 17 años, y su amigo, empezaron a pensar en una idea para un proyecto científico escolar. Los amigos decidieron rápidamente que experimentarían con el sueño.

El objetivo era permanecer despierto el mayor tiempo posible y batir el récord anterior. Ese lo estableció un DJ que consiguió trabajar por 260 horas seguidas. Esto es casi 11 días completos. La música alta y el movimiento constante mantuvieron despierto al DJ. Pero para Randy era difícil mantenerse ocupado, sobre todo por la noche. Al principio, el tema del proyecto era la influencia del insomnio en las capacidades de todo tipo de personas. Pero los chicos no tardaron en darse cuenta de que no tenían el equipo adecuado para un estudio completo. Por eso decidieron averiguar cómo la privación del sueño afectaba a las capacidades cognitivas, así como a las habilidades en el baloncesto.

Randy debía continuar activo, y su amigo trató de hacer todo lo posible para mantenerlo despierto. Al principio, todo iba bien. Su amigo llevaba un diario para registrar los mínimos cambios en el cuerpo de Randy. Los dos primeros días fueron bastante sencillos para él. Estaba constantemente de pie y no se acostaba. Sentía una emoción placentera, se divertía y hacía deporte. Durante todo ese tiempo, su amigo tomaba notas en el diario.

Pero al tercer día, ¡el amigo se encontró a sí mismo durmiendo contra la pared! Se había quedado así mientras escribía las notas. Por suerte, Randy consiguió mantenerse despierto. Los chicos se dieron cuenta rápidamente de que no podrían hacer frente a esto sin ayuda adicional. Llamaron a un tercer amigo y escribieron un artículo para un periódico de San Diego. William Dement, de la Universidad Stanford, lo vio y se interesó por el experimento. En ese momento, Dement era probablemente la única persona en el mundo que estudiaba el fenómeno del sueño. De inmediato hizo una maleta y fue a visitar a Randy. Así fue como 4 personas se involucraron en el experimento.

Probaron los sentidos del gusto, oído y olfato de Randy. Al cabo de tres días, sus capacidades cognitivas y sensoriales empezaron a disminuir. A la mañana siguiente, el chico sintió náuseas. Caminó por la casa y encontró algunos cítricos. El olor de las mandarinas y naranjas le ayudó a deshacerse de las sensaciones desagradables.

Los amigos solo dormían de uno en uno. Nunca dejaban que Randy se aburriera. Si cerraba los ojos aunque fuera un segundo, el sueño lo envolvía al instante. Un día, jugaron al baloncesto por horas y horas, y al día siguiente, fueron al boliche. Una vez que caía la noche, las cosas empeoraban. Por la noche, nadie sabía qué hacer. Era aburrido y difícil mantenerlo despierto. Sorprendentemente, incluso después de una semana sin dormir, Randy obtuvo excelentes resultados en el baloncesto. Jugaba incluso mejor que sus amigos. Además, su discurso parecía claro y lógico. Para entonces, la mayoría de los periódicos estadounidenses habían escrito sobre el experimento. Randy se había convertido en una celebridad. Y eso le ayudaba a continuar despierto.

Otros científicos vinieron a observar el experimento. Con la ayuda de ejercicios matemáticos, pusieron a prueba las capacidades intelectuales de Randy. Y ahí fue donde mostró malos resultados. Estaba resolviendo un problema cuando olvidó lo que estaba pasando y lo que hacía. Los investigadores también escanearon el cerebro del chico y registraron su actividad. Finalmente, el experimento se acercaba al final. En unas horas, Randy iba a batir el récord anterior. Llevaba casi 11 días sin dormir. Los científicos decidieron llevar a Randy a un hospital especial para ver cómo se comportaba su cerebro durante el sueño.

En 8 de enero de 1964, a las 2 a. m., se estableció el nuevo récord. Randy no había dormido por 264 horas. ¡Por fin podía irse a la cama! Los investigadores le colocaron electrodos en la cabeza para observar su actividad cerebral. El chico cayó en un profundo sueño. Pasaron varias horas. Se despertó, fue al baño y volvió a la cama. Duró 8 horas... 10 horas... Randy se despertó solo al comienzo de la quinceava hora de sueño y... solo fue a la escuela. Todos estaban sorprendidos. Parecía que este complicado experimento no tenía consecuencias negativas. Randy siguió estudiando como antes, jugó al baloncesto y pasó tiempo con sus amigos.

Mientras tanto, los científicos estudiaban los resultados de su investigación. Ocurrió que durante todo este tiempo, el cerebro de Randy siguió durmiendo. Esto significaba que diferentes partes de este dormían una por una. Cuando el chico jugaba al baloncesto, su capacidad de análisis estaba desactivada. Cuando resolvía problemas matemáticos, la parte del cerebro responsable de las reacciones se apagaba. En otras palabras, una parte del cerebro descansaba un poco, luego se despertaba y otra se echaba una siesta.

Randy no fue la primera persona que no durmió por más de una noche. Anteriormente, el cerebro humano ya había experimentado la falta de sueño y había aprendido a descansar por partes, distribuyendo sus recursos uniformemente. Pero no todas las personas son capaces de esto. Lo más probable es que Randy estuviera genéticamente predispuesto a permanecer despierto durante tanto tiempo. Varias personas intentaron batir el récord, pero nadie lo consiguió. Durante estos experimentos, muchas personas tuvieron graves problemas de salud. Llegaban al estado en que veían alucinaciones, olvidaban lo que les había sucedido un par de minutos antes, no podían pensar e incluso se comportaban de forma extremadamente hostil.

Y no es de extrañar: la falta de sueño provoca ansiedad y malestar. Sin dormir, tu cuerpo no puede funcionar correctamente. Esto puede acarrear problemas si sales a la calle. Pero aun en casa, puedes olvidarte de la estufa o de la plancha que no has apagado. Te arriesgas a quedarte dormido en el momento más inoportuno. Puedes ver a un unicornio y correr tras él sin pensar en las consecuencias. Puedes perder la sensación de hambre o, por el contrario, empezar a comer mucho, y todo ello podría conducir a problemas estomacales.

Nadie debería realizar tales experimentos. Por eso, El libro Guinness de los récords dejó de registrar los intentos de batir el de Randy para que la gente no se hiciera daño. Pero volvamos a nuestra historia. Pasó mucho tiempo. Todo el mundo se olvidó del récord. Y entonces, un día, Randy concedió una entrevista. En ella, admitió que había experimentado insomnio por mucho tiempo después del experimento. Durante años, había estado luchando con este problema. Después consiguió establecer un horario de sueño normal. Randy podía dormirse, pero no descansaba más de 6 horas al día.

La naturaleza dotó al cuerpo humano de la capacidad de sobrevivir en situaciones extremas. Por ejemplo, si no comes por mucho tiempo, tu cuerpo activa su modo de supervivencia. Toma el alimento de tus células lipídicas o de los tejidos musculares. De este modo, pone en marcha el proceso de utilización de todos los recursos disponibles en ese momento. Una persona puede vivir sin comida por varias semanas, y sin agua por varios días. En cuanto una persona consigue comida y agua, su cuerpo se recupera. Lo mismo ocurre con la resistencia. Durante miles de años, la gente ha corrido para sobrevivir. Nuestro corazón ha aprendido a soportar cargas enormes.

Pero la gente nunca ha tenido que enfrentarse a la falta de sueño en toda la historia de la evolución. Por eso su cerebro no está adaptado a largos períodos de vigilia. Después, es posible que este no se recupere, porque no sabe cómo hacerlo. Pero la evolución del cerebro puede empezar ahora mismo. La gente nunca ha experimentado tanta falta de sueño como ahora. Las redes sociales, las fiestas, los programas de televisión, el agotador trabajo de oficina, los vuelos frecuentes... Todo esto ejerce más presión que nunca sobre el cerebro.

En el pasado, una persona podía cazar a un mamut, volver a la cueva y acostarse de inmediato. Ahora, tras una dura jornada de trabajo, mucha gente navega por Internet y se cansa aun más. Por eso es tan importante establecer un buen horario de sueño.

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