El espacio profundo no es silencioso, ahora sabemos que zumba
Es septiembre de 1977. Estás jugando en una de las primeras consolas de videojuegos lanzadas en Norteamérica. Sales y ves que todo el vecindario está esperando el lanzamiento del Voyager 1. Es un día supersoleado; entrecierras un poco los ojos para ves qué sucede. Tu vecindario se encuentra al lado de la estación del lanzamiento. Buscas un poco de comida y ves cómo el Voyager despega hacia el espacio. Estás tan impresionado que decides dedicar tu carrera a trabajar en la NASA.
35 años después... Eres un oficial de alto rango en la NASA, especializado en el Voyager 1. Es 2012, y estás sentado en la sala de control con tus colegas. Todos miran sus pantallas de computadora mientras trabajan en el Voyager. Tú estás sentado por encima de los demás, asegurándote de que todo esté en orden. Este es un día especial: el Voyager 1 está a punto de salir de la heliosfera, un término científico para la capa externa del sistema solar. Se trata de una burbuja espacial afectada por los vientos solares provenientes de nuestro Sol.
Hacia 2021, se habrá alejado 14 000 kilómetros de la Tierra, el equivalente a 153 unidades astronómicas del Sol. Una unidad astronómica es la distancia entre la Tierra y el Sol. Originalmente, la sonda debía pasar por Urano, Saturno y Júpiter y saltar de un planeta a otro con la ayuda de la atracción gravitatoria. Todos esperan con impaciencia que salga de la heliosfera.
3, 2, 1... ¡Acaba de salir oficialmente! Los sistemas funcionan con normalidad. Felicitas a tu equipo por un excelente trabajo. El Voyager 1 ha alcanzado una distancia increíble, y aún hay mucho por explorar en el espacio exterior. Solías ser un niño que observó cómo la sonda era enviada al espacio, y ahora eres el principal responsable de la operación.
9 años después... Desde que el Voyager 1 abandonó la atmósfera, has revisado todo de vez en cuando para asegurarte de que los sistemas no presenten fallas. La sonda ha estado enviando información del medio interestelar, la zona entre las estrellas de nuestra galaxia, que se conforma de materia ionizada. Algo ionizado es básicamente una versión simple de una molécula o una sustancia. El medio interestelar es un estado del plasma eléctricamente cargado, también conocido como plasma ionizado, y es muy inestable. Es como pasar de un rayo en una tormenta a una lluvia tranquila en cuestión de segundos.
El plasma de allí arriba es diferente del de la Tierra, que es difícil de filtrar. Hay cerca de 0,024 átomos por cada pulgada cúbica en el medio interestelar. El aire que respiramos en la Tierra tiene miles de millones de átomos. Al medir el plasma del medio interestelar, podemos comprender mejor el comportamiento y la estructura de los químicos y los gases. Es posible que el oxígeno que tanto adoramos aquí en la Tierra sea diferente al que hay en otras partes. Una de las principales tareas es aprender más sobre cómo interactúan los vientos solares y el medio interestelar para crear la heliosfera.
Después de hacer unos controles de rutina y otras tareas de mantenimiento para el Voyager 1 desde la sala de control, notas algo extraño que proviene de la pantalla. Te sientas frente a la computadora, revisas los números de las vibraciones de plasma y las transformas en un archivo de audio de unos 3 kilohercios. Haces clic y escuchas un misterioso zumbido sutil. Tú y tu equipo están sorprendidos por la pequeña frecuencia de las vibraciones. Dado que el espacio es tan grande, algo como esto podría revelar que hay vida en otros planetas. Todos en la estación corren a la sala de control y escuchan el sonido espacial. Es monótono y tenue, pero definitivamente proviene del exterior de la heliosfera.
Repasas los números una y otra vez para asegurarte de que no sea una falsa alarma. Todo está perfecto. Le ordenas a tu equipo que nadie diga nada a nadie hasta estar seguros de que todo está claro y bien analizado. Entras en modo bestia con tu trabajo e intentas volver a capturar el sonido. Y lo logras. No puedes dormir, solo piensas qué podría estar produciendo este zumbido. Pasan unos cuantos días, y el sonido sigue siendo consistente. Si hubiera vida intentando comunicarse con ustedes, de seguro diría algo que pueda ser descifrado. Vuelves a analizar los archivos de audio, tal vez se trate de un idioma fonético que no conoces. Llamas a una lingüista para ver si logra descifrar algo. Tú y el equipo guardan silencio mientras esperan algunas respuestas con impaciencia.
Después de unos momentos, ella trae noticias. Es posible que algo intente comunicarse con nosotros, pero la única manera de confirmarlo es respondiendo. Organizas una reunión con tu equipo para decidir qué mensaje enviar. Después de mucho pensar y de varias tazas de café, deciden enviar una frase: “¿Quiénes son?”. Envían la señal a través del Voyager 1 y esperan algún cambio en el zumbido, pero no reciben nada, al menos no de momento. Es posible que la respuesta tarde un tiempo. Esperas toda la noche. Ninguna noticia. Cada vez parece más probable que no haya nada.
Pasas los días siguientes enviando más frases y esperando respuestas. Como el espacio es un vacío, las ondas de sonido no pueden viajar, así que enviar mensajes de voz en un parlante grande no funcionaría. Rastreas la fuente del zumbido y apuntas en esa dirección cuando envías el archivo de audio. Todos los días envías algo diferente, pero pasa una semana y no escuchas nada. Parece que esa vida inteligente en un mundo distante no existe. Las regiones entre los sistemas solares de una galaxia no necesariamente son un vacío total, allí es donde existe el medio interestelar. Contiene gases, polvo y rayos cósmicos, que son partículas de energía.
Tras muchos meses recibiendo este zumbido constantemente, sigues intentando averiguar qué sucede. Te sientas y te pones a pensar en el día en que el Voyager partió de la Tierra. Recuerdas que saliste de tu casa después de haber jugado videojuegos. No podías ver bien por el Sol y... Te quedas petrificado en tu lugar, acabas de tener una revelación. Revisas unas notas que tomaste en el pasado. La respuesta estuvo frente a ti todo este tiempo. De vez en cuando, el Sol envía unas explosiones de energía que hacen vibrar el plasma del medio interestelar.
Los científicos pueden medir la frecuencia de esas ondas cuando el plasma vibra para saber qué tan cerca están entre sí. El día en que el zumbido fue registrado, hubo unas frecuencias irregulares provenientes del Sol. Es posible que ese zumbido haya sido el plasma vibrando de una manera extraña debido a las fulguraciones solares, pero estas vibraciones de frecuencia baja duran más que solo unos cuantos saltos y picos: son más tenues. Repites los análisis y descubres que no se trata de formas de vida inteligentes que intentan comunicarse contigo, son solo las pequeñas vibraciones de las fulguraciones solares. Le informas tu hallazgo a tu equipo y todos celebran. Pero, después de tantas pruebas e investigaciones, aún no saben por qué el plasma del medio interestelar vibra de esa manera. Esas respuestas tendrán que esperar.
2027. Han pasado 50 años desde el lanzamiento del Voyager 1. Ya eres una persona mayor, acabas de retirarte de la NASA. Tienes muchas becas con tu nombre, así como programas para jóvenes que quieren aprender sobre el espacio y la ciencia. Visitas tu sala de control una vez más, el lugar donde creíste que habías descubierto vida inteligente en un planeta lejano, y recuerdas todos los buenos momentos que pasaste. Te despides de todo, sabiendo que estos son los momentos finales del Voyager. Fue construido para durar hasta 50 años. Después de eso, se convertirá en un objeto flotante en la infinidad del espacio. Ya es sorprendente saber que se trata del objeto terrestre más lejano que existe, pero es hora de dejar que otros tomen tu lugar. Apagas la luz y cierras la puerta. El Voyager emite un último bip antes de entrar en un silencio eterno.