Me negué a perder mi casa solo porque volví a encontrar el amor

"Mi hija tiene 12 años. Siempre ha tenido dificultades para hacer amigos, pero el año pasado conoció a 'Danielle'. Para mí, Danielle era un poco mandona y se preocupaba demasiado por la popularidad, obsesionada con hacer que mi hija fuera popular, pero pensé que solo intentaba ayudar. Además, era amable. Cuando las escuelas reabrieron, la madre de Danielle me preguntó si quería compartir el transporte. Ella llevaría a los niños por la mañana y yo los recogería, junto con el hermano mayor de Danielle (14 años). Acepté.
Al principio todo fue bien y a las niñas les encantaba. Sin embargo, un problema constante era lograr que Danielle y su hermano usaran el cinturón de seguridad. Para mí, no es algo negociable: ya sea niño o adulto, debes usarlo. Perdí a una amiga en la escuela secundaria y su muerte pudo haberse evitado si lo hubiera llevado puesto. Los niños siempre se quejaban y se lo quitaban. Hablé con su madre y ella lo tomó a la ligera. Con el tiempo, mejoraron un poco y dejaron de discutir tanto, pero seguían sin ponérselo por iniciativa propia."
"La situación llegó a un punto crítico hace unas semanas. Tenía que hacer una parada en la oficina de correos antes de llevarlos a casa. Aparqué el coche, fui a echar una carta y regresé. No tardé ni un minuto, pero en ese tiempo, Danielle y su hermano ya se habían quitado el cinturón. Les pedí que se lo volvieran a poner. Se negaron. Les dije que no conduciría hasta que lo hicieran. Siguieron negándose. Llamé a su madre, no respondió. Llamé a su padre, tampoco contestó. Finalmente, cumplí con mi advertencia y me quedé esperando hasta que accedieron a ponérselo. Pasaron 45 minutos. Durante todo ese tiempo, mi hija me suplicaba que condujera, pero me negué.
Después de dejarlos, la madre de Danielle me llamó, furiosa. Me dijo que su hijo llegó tarde a un partido de fútbol. Le respondí que no habría sido así si hubieran usado el cinturón. Me dijo que yo no era su madre, así que no tenía derecho a controlarlos. Le respondí que, si estaban en mi coche, debían seguir mis reglas. Todo terminó con ambas acordando poner fin al acuerdo de transporte, lo cual me pareció bien. Terminamos el año escolar llevando a nuestros propios hijos al colegio.
Sin embargo, ahora la madre de Danielle dice que no pueden hablar hasta que me disculpe con Danielle y su hermano. Me niego. No hice nada malo. Mi hija está molesta porque Danielle es una de sus pocas amigas. Mi esposo cree que debería ofrecer una disculpa falsa para que nuestra hija conserve a su amiga. Yo no creo que valga la pena. No voy a darles el ejemplo de que pueden hacer lo que quieran en mi casa sin consecuencias. Mi hija está herida y furiosa, y ahora no me habla."