Por qué las mamás parecen querer de forma diferente a cada hijo

Psicología
hace 1 año

Tener hermanos puede hacernos la vida más amena y alegre. Sin embargo, muchas veces pueden existir competencias o discusiones sobre quién es el favorito de mamá o papá. Aunque es cierto que casi todos los padres aman a sus hijos por igual, también es bastante común que el trato sea diferente con cada uno, y hay una serie de motivos que justifican esa actitud.

¿Cómo ha sido la experiencia con tus hermanos o hijos? ¿Crees que el trato debería ser distinto o piensas que deberíamos esforzarnos por educar a los niños por igual?

1. Cómo es el impacto del primer hijo en los padres

Es natural que surjan algunas diferencias en la crianza debido al orden de nacimiento. Los padres primerizos tienen más entusiasmo, tienden a estar más nerviosos y a ser un poco sobreprotectores. Se esfuerzan por hacer todo correctamente y son muy conscientes de las interacciones del niño con ellos y con los demás.

Con el primer hijo, en general, los padres tienen más tiempo libre, por lo que pasan más horas con él y documentan todos sus pasos. Por eso es común que haya cientos de fotos y videos del primogénito, mientras que con los siguientes estos disminuyan. Los papás suelen relajarse con la llegada de los siguientes y no esforzarse tanto en necesidades que no consideran esenciales para ellos.

Los papás suelen dedicar mucho más tiempo a la educación del primer hijo. Pueden apuntarlo a clases extra, procurar que juegue con otros niños y prestarle mucha atención. Por eso, según algunos estudios, los primogénitos suelen tener buen desempeño en la escuela, ser líderes natos y muy responsables.

A veces, sin darse cuenta, es probable que los papás tengan expectativas más altas sobre los hijos mayores, por lo que pueden asignarles más responsabilidades, algo que podría hacerlos sentir más presionados durante su infancia y en la adultez.

2. Cómo cambia el trato con la llegada de los menores

Muchas veces, resulta común escuchar que los padres son más estrictos con los hijos mayores y que a los más jóvenes prácticamente los dejan salirse con la suya. Un estudio de la Universidad Duke, la Universidad Johns Hopkins y la Universidad de Maryland concluyó que los padres se vuelven más estrictos con los hijos mayores cuando nacen más niños, además de revelar el motivo oculto detrás de eso.

La investigación presentó un modelo matemático que respalda ese trato desigual de los niños, ya que la disciplina más severa con los mayores disuade a los menores de realizar actividades por las que saben que sus hermanos más grandes fueron castigados.

Los investigadores construyeron un modelo de interacciones entre padres e hijos usando las herramientas lógicas y matemáticas de la teoría de juegos. El modelo asume que los padres quieren que sus hijos adolescentes eviten las consecuencias negativas que pueden surgir después de comportamientos de riesgo como, por ejemplo, abandonar la escuela.

Se supone que los adolescentes, por otro lado, valoran las emociones a corto plazo de la conducta arriesgada y al mismo tiempo quieren evitar el castigo. Los autores postularon que los padres necesitan una reputación ante sus hijos a través del cumplimiento de los castigos. Esta puede cambiar si los adultos no castigan a sus niños después de prometer que lo harían. Así, los papás tienen un incentivo para castigar a su primogénito si se involucra en comportamientos riesgosos para disuadir tal actitud por parte de los hermanos menores.

Los hijos primogénitos, reconociendo que es probable que sus padres sean más duros, generalmente evitan ser rebeldes. Sin embargo, esta técnica de disuasión para los adultos disminuirá a medida que sus hijos más pequeños lleguen a la adolescencia.

“A los padres de corazón tierno les resulta cada vez más difícil practicar la mano dura, ya que, como tienen menos niños pequeños en la casa, tienen menos incentivos para mantener su reputación de disciplinar”, dijo una de las investigadoras, quien es una hermana mayor y madre de dos. “Como resultado, la teoría predice que los más pequeños y los hijos únicos, sabiendo que pueden salirse con la suya mucho más que sus hermanos mayores, son, en promedio, más propensos a ser rebeldes”.

3. El temperamento de los hijos también influye

El temperamento es la reacción temprana del niño al entorno y a los estímulos externos, y aunque a todos los padres les gustaría tener bebés fáciles de cuidar y calmados, lo cierto es que la personalidad de cada pequeño puede ser diferente, aún en la misma familia. Factores como la regularidad de sus funciones biológicas, la actividad, las reacciones iniciales a lo nuevo o la adaptabilidad pueden formar el temperamento de nuestros hijos.

En función de todos esos factores, los expertos dividen el temperamento en el desarrollo de los niños en tres grandes tipos: fácil, difícil y de adaptación lenta. Los pequeños de temperamento fácil tienen funciones corporales regulares, actitud positiva, adaptabilidad, buen humor y reacciones menos intensas a estímulos externos.

Criar a hijos con este tipo de temperamento suele ser más sencillo, ya que se adaptan fácilmente a distintos métodos de crianza y responden de forma favorable a los cambios. Para este tipo de niños resulta cómodo cambiar de actividad sin complicaciones ni berrinches.

El temperamento difícil se caracteriza por funciones corporales irregulares, retraerse de situaciones nuevas, adaptabilidad lenta, estado de ánimo negativo y reacciones intensas. Algunos bebés difíciles también son muy sensibles. Criarlos es complicado desde el principio. Estos pequeños suelen llorar mucho y cuesta calmarlos. También tienen problemas para dormir.

Desafortunadamente, este tipo de niños y la crianza firme suelen ir de la mano muchas veces. Si nuestro hijo llora constantemente sin parar, es normal que nos desesperemos y queramos decirle que ya pare, o si nos grita y nos responde mal, querer gritarle también. Aunque, en ocasiones, puede ser útil, lo cierto es que siempre es mejor responder de manera calmada y empática.

El niño de adaptación lenta, por otro lado, se caracteriza por un nivel de actividad mucho más bajo. Suele retraerse ante situaciones nuevas, su ritmo para adaptarse es, en general, mucho más lento, y a veces tiene un estado de ánimo negativo. Son pequeños bastante cautelosos y pueden adaptarse a las nuevas situaciones, siempre y cuando los papás los dejen hacerlo a su propio ritmo.

La crianza de estos niños suele ser un poco desafiante, pero una vez que los adultos aprenden a interpretar sus estados de ánimo, los presionan menos y alimentan la aceptación y la autoestima en ellos. Para prepararlos para nuevas situaciones, los padres suelen animarlos a participar en actividades que disfrutan y evitan etiquetarlos como tímidos.

4. El papel que juega el género

Como era de esperarse, y aunque cada vez estamos intentando una educación más neutra, el trato hacia los hijos cambia dependiendo de si son niños o niñas. En una encuesta en la que participaron 2500 madres, el 88 % de ellas admitieron que trataban de forma diferente a sus hijos que a sus hijas, aunque sabían que estaba mal. Confesaron haber sido más críticas con las chicas que con los chicos.

La encuesta también reveló que las madres tendían a encasillar a sus hijos de acuerdo con su género. Los varones eran descritos como “divertidos, juguetones y amorosos”, mientras que las niñas eran “mandonas, difíciles de complacer, respondonas y serias”.

En otro estudio en el que participaron 6225 personas con hijos entre 6 meses y 15 años sobre quiénes eran más fáciles de criar con respecto al género, los resultados concluyeron que los niños eran más fáciles de educar, basándose en sus necesidades emocionales, comunicación, comportamiento y resiliencia.

5. El impacto de tener un hijo con discapacidad

Tener un hijo con discapacidad es un reto para cualquier madre o padre. Aunque sabemos que debemos repartir la atención hacia los niños de forma equitativa, lo cierto es que esto puede ser prácticamente imposible en el caso de un hijo con una afección o enfermedad, el cual no podrá desarrollar el mismo nivel de autonomía que sus hermanos.

Los demás hijos podrían llegar a resentir esta atención excesiva y sentirse abandonados. También es posible que se sientan preocupados o tristes por la condición del hermano y que, con el tiempo, sientan que deben convertirse en cuidadores para ayudar a sus padres.

Por eso, es importante ser honesto y explicar a los niños con las palabras más simples la afección que padece su hermano y tratar de evitar la rivalidad. También es importante entender que es normal que los demás se sientan celosos de la atención extraordinaria que recibe el niño con discapacidad.

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