Qué pasaría si cada planeta reemplazara a la Luna
La Luna es el vecino espacial más cercano a la Tierra y su único satélite natural. Es probable que se haya formado cuando un enorme objeto del tamaño de Marte se estrelló contra nuestro planeta hace miles de millones de años. En aquel entonces, yo no existía. Esta catástrofe transformó a la Tierra en una bola abrasadora de roca fundida y empujó parte del material hacia su órbita, creando así la Luna. Ahora, esta esfera llena de cráteres gira alrededor de nuestro planeta, lo que provoca mareas altas y bajas. Con un poco más de un cuarto del tamaño de la Tierra, es el quinto satélite natural más grande del sistema solar.
La Luna tiene varias fases: por ejemplo, luna nueva, llena o creciente, así como el primer y el último cuarto. Más allá de su aspecto, siempre podrás encontrarla en el cielo nocturno y, a veces, incluso durante el día. Pero imagina que despiertas por la noche y notas que la Luna tiene un aspecto un poco diferente al de siempre. Parece más brillante y... ¿más grande? Apenas se nota, sobre todo porque estás medio dormido. ¡Vuelves a la cama sin saber que, en lugar de la Luna, acabas de ver a Mercurio!
De cerca, este planeta (el más cercano al Sol) es similar a nuestro satélite natural. Su superficie está llena de cráteres de rocas espaciales. Mercurio tiene aproximadamente dos quintas partes del tamaño de la Tierra, pero sigue siendo un poco más grande que la Luna, así que tendría una mayor influencia sobre nosotros. Las noches se volverían más brillantes. Las mareas altas serían más altas, y las bajas... ¿qué crees? ¿Más bajas? Así es. El ciclo lunar (es decir, el tiempo que la Luna —o, mejor dicho, Mercurio— necesita para pasar por todas las fases) se haría 14 horas más corto. Pero, a grandes rasgos, esta sustitución no tendría consecuencias drásticas para nuestro planeta. ¿Qué pasaría con Venus? ¿Qué tal si, en lugar de nuestro querido satélite, pusiéramos al tercer objeto natural más brillante después del Sol y la Luna? A menudo se lo denomina el “planeta hermano” de la Tierra, ya que su masa y su tamaño son casi iguales.
Venus sería tan grande en nuestro cielo como lo fue la Tierra para los astronautas del Apolo cuando la miraron desde la superficie de la Luna. El “Lucero del alba” sería mucho más brillante que la Luna. Por un lado, el planeta refleja 6 veces más luz solar. Además, ocuparía un área al menos 16 veces mayor. Las noches en la Tierra serían tan brillantes como el primer crepúsculo. Si observaras a Venus, verías unos remolinos en su cubierta de nubes blancas y amarillentas. Venus no se convertiría en un satélite de la Tierra. Probablemente, los dos planetas orbitarían alrededor de un centro de masa común, y esta órbita sería bastante excéntrica. Como yo. Pero, si Venus se moviera a la misma velocidad que la Luna, los dos planetas chocarían entre sí en un futuro cercano. Oh, oh.
Bien, hagamos otro cambio. Si Marte estuviera en el cielo en lugar de la Luna, seguramente te darías cuenta. Incluso sin un telescopio, serías capaz de maravillarte con su inusual color y las manchas oscuras de su superficie. Y por más que no vieras el planeta rojo, sentirías algo inusual. Marte tiene la mitad del tamaño de la Tierra, pero es varias veces más grande que la Luna. Reemplazar un cuerpo espacial más pequeño por otro mucho más grande alteraría el delicado equilibrio de nuestro planeta.
Si tuvieras la mala suerte de estar en la costa cuando esto sucediera, tendrías que evacuar lo antes posible. Unas enormes olas nacerían de los océanos bajo la influencia marciana y chocarían contra la costa en forma de tsunamis gigantes. Marte reflejaría más luz solar que la Luna, así que las noches serían más claras. Los paisajes terrestres tendrían un inquietante tinte rojo, y podrías admirar la montaña más alta del sistema solar, el monte Olimpo, a través de un telescopio. Marte no es lo suficientemente grande como para alterar la órbita de la Tierra de forma drástica. Pero, con el tiempo, probablemente los dos planetas comenzarían a orbitar el uno en torno al otro, creando un sistema binario. Y como Marte estaría literalmente al lado, los viajes a este planeta serían una realidad.
Bien, ahora piensa en grande. Si Júpiter reemplazara a la Luna, la Tierra dejaría de existir en tanto planeta independiente. Se convertiría instantáneamente en otra luna del mayor planeta del sistema solar. ¿Lo único positivo de esta transformación? Tendríamos una impresionante vista del cielo. Júpiter es decenas de veces más grande que la Luna. Una esfera gigantesca y bellamente rayada cubriría casi todo el horizonte. Si tuvieras tiempo para disfrutar del espectáculo, verías nubes amarillas, marrones, rojas y blancas flotando en la atmósfera de Júpiter.
Lamentablemente, la atracción gravitatoria del gigante gaseoso provocaría graves terremotos, erupciones volcánicas y tsunamis al instante. El manto y la corteza de la Tierra serían atraídos hacia Júpiter, lo que destruiría nuestro planeta. ¡Se estiraría y aplastaría con tal fuerza que su superficie se comprimiría hacia adelante y hacia atrás más de 90 metros! Por desgracia, la velocidad de la Tierra es solo el 10 % de la necesaria para mantenernos en la órbita de Júpiter. Nuestro lento planeta se estrellaría contra el gigante gaseoso en menos de un día. Bueno, eso suena desagradable, mejor no lo hagamos.
Ahora bien, si Saturno reemplazara a la Luna, sería un espectáculo para la vista. El planeta es más de 35 veces mayor que nuestro satélite. Esto significa que el gigantesco globo dorado cubriría 18 grados del cielo, y sus anillos se extenderían aún más, de horizonte a horizonte. ¡Si te gusta lo que ves, deberías ponerle un anillo! La Tierra estaría un poco más lejos del gigante gaseoso que su propia luna, Dione. Y como Saturno es mucho más poderoso que nuestro planeta, la Tierra se convertiría en su satélite, y no al revés. Por desgracia, la velocidad de rotación de la Tierra no sería suficiente como para seguirle el ritmo, y probablemente nos estrellaríamos contra él en uno o dos días.
Pero antes de arder en la atmósfera de Saturno, tendríamos que atravesar sus magníficos anillos. Están formados por fragmentos de cometas, asteroides y lunas destrozadas. Atravesar estos escombros espaciales no sería nada fácil. Además, nuestro planeta tendría que evitar las 53 lunas de Saturno. Pero, ¿qué tal si la caída no se produjera y la Tierra se convirtiera en la luna número 54? En ese caso, la atracción gravitatoria del gigante gaseoso provocaría enormes desplazamientos tectónicos en todo el planeta que destruirían la corteza terrestre hasta que no quede nada. Mmm, tampoco es bueno.
Tanto Urano como Neptuno son gigantes de hielo. Estos planetas tienen el mismo tamaño: son más grandes que la Tierra, pero más pequeños que Saturno y Júpiter. Ambos tienen interiores helados, atmósferas profundas y un color similar: un verde azulado muy bonito. Si cualquiera de estos planetas reemplazara a la Luna, las consecuencias serían las mismas. Así que lancemos una moneda. Bien, encontraríamos a Neptuno en nuestro cielo. Neptuno es 14 veces más grande que la Luna, y se vería como un globo aerostático azul brillante en el cielo, no solo de noche sino también de día. ¡Parecería 15 veces más grande que el Sol! Si todo lo demás se mantuviera igual, los eclipses solares nos parecerían eternos. El Sol desaparecería detrás de Neptuno, y nuestro planeta quedaría sumido en una oscuridad total durante nada menos que una hora y media.
Neptuno tiene 17 veces la masa de la Tierra, y su atracción gravitatoria es mucho más fuerte. Por eso, nuestro planeta se convertiría en un satélite (sí, otra vez). Orbitaría en torno a Neptuno un poco más lejos que su propia luna más grande, Tritón. Por cierto, habría un gran riesgo de que la Tierra colisionara con este cuerpo celeste. Pero supongamos que tuviéramos la suerte de no cruzarnos con los otros satélites. Aun así, tendríamos problemas más que suficientes. Las mareas en nuestro planeta serían 1000 veces más poderosas que las que produce la Luna. La fuerza gravitatoria de Neptuno no arrastraría a la Tierra, pero sí calentaría nuestro planeta. La actividad sísmica aumentaría, provocando terremotos y erupciones volcánicas. Y probablemente también nos quedaríamos sin Internet.