¿Qué pasaría si todas las personas tuvieran ojos negros?

Curiosidades
hace 8 meses

Un nuevo día comienza en la metrópoli. Las calles se llenan de bocinas de autos, voces de personas, música y... Hacia la tarde, todo es reemplazado por gritos. Ese día, la gente ha vivido el susto más grande en la historia de la humanidad. Tú trabajas como psicólogo y ayudas a la gente a resolver problemas internos. Tu método consiste en observar a la persona, no escucharla. Tus pacientes acuden a ti y te hablan de sus problemas, pero tú observas sus movimientos, cómo cambia su voz y qué pasa en sus ojos. Ves que un paciente mira hacia otro lado, lo que significa que se siente avergonzado. Ves que se dilatan sus pupilas y sabes que está entusiasmado. Los ojos te dicen todo lo que necesitas saber.

Un día, una chica te visita. Se sienta en una silla y te habla de sus problemas familiares. La miras a los ojos y te quedas helado. El miedo invade tu cuerpo, el sudor resbala por tu cara. No ves nada en sus ojos, están completamente oscuros. Sus iris son marrones. Hasta recién, podías ver el ojo moviéndose sobre el fondo de la esclerótica blanca. Ahora, el iris oscuro, la esclerótica negra y la pupila negra se mezclan. No entiendes qué está mirando y qué emoción siente. Estás asustado, pero intentas parecer tranquilo. Segundos después, la chica grita aterrada y se lleva las manos a la boca. Te pregunta por tus ojos. Corres al baño y te miras en el espejo. Quieres gritar: tus ojos también están negros. Te fijas bien y llegas a ver el iris y la pupila, pero la esclerótica, que es la parte más grande del ojo, está completamente negra. La chica se disculpa nerviosamente y sale de tu despacho a toda velocidad; tú cancelas todas las citas del día.

La gente camina rápidamente por la calle con la cabeza baja, chocando entre sí pero sin decir nada. Nadie se atreve a mirar a los ojos a los demás. Se han cancelado muchos programas de televisión y eventos. Las modelos, las superestrellas y todas las personas que te gustaban ahora te asustan. Al día siguiente, el pánico disminuye y la gente intenta comprender la situación. Resulta que los colores de ojos no han cambiado: la esclerótica se ha vuelto negra. Esto crea un efecto de fusión. Por más que tengas los ojos verdes o marrones, el iris se fusiona con la esclerótica, y los movimientos de tus ojos se vuelven difíciles de distinguir. Gracias a la esclerótica blanca, podemos seguir la dirección de la mirada de las demás personas. Cuando estableces un contacto visual con alguien, creas inmediatamente una conexión no verbal.

Pero ahora, esta conexión se ha estropeado. Ya no podemos leer los miles de matices de las distintas emociones. Imagina que te encuentras con un oso en el bosque. No puedes saber su nivel de agresividad o de miedo con solo mirarlo a los ojos. ¿Acaso te atacará o huirá? De manera similar, ya no puedes entender de qué humor está la persona con la que hablas. Sí, es cierto que podemos expresarnos con una sonrisa, un ceño fruncido o una nariz arrugada, pero todas estas expresiones faciales pueden confundirte cuando no entiendes lo que sucede en los ojos.

Un sujeto grande pasa a tu lado. Parece frustrado y de mal humor. Lo miras a los ojos negros y descubres que te mira fijamente. Lo esquivas y aceleras lleno de miedo. Pero resulta que él ni siquiera miraba en tu dirección. Las sonrisas parecen todas iguales. Una sonrisa de villano, una sonrisa de alegría, una sonrisa tímida: todas se ven espeluznantes con los ojos negros. La falta de contacto visual crea conflictos y malentendidos entre las personas, es como si todos usaran lentes de sol negros. Puedes sentarte en un autobús y mirar a quien tú quieras sin miedo a que se dé cuenta. Por otro lado, cualquiera puede devolverte la mirada sin que tú lo sepas. Al principio es un poco divertido, pero con el tiempo te das cuenta de que echas de menos el contacto visual. Extrañas los tiempos en que podías pasar horas con tus seres queridos y entenderlos sin hablar.

Necesitas observar atentamente la cara de la otra persona para distinguir los movimientos de sus ojos. Es un proceso muy personal y sensible. No todo el mundo está dispuesto a dejar que un desconocido lo mire fijamente a corta distancia durante tanto tiempo. Las sesiones visuales son cada vez más populares. Un grupo de personas entra en una sala amplia y se divide en parejas. Después, cada pareja se mira durante horas para compensar la falta de comunicación visual no verbal. Las empresas de lentes de contacto están en su mejor momento: millones de personas compran sus productos. Puedes ponerte un lente esférico y tu esclerótica se vuelve blanca. Pero usar estos lentes es incómodo: deben cubrir el interior del ojo para simular el color blanco, lo que produce molestias y daña la vista. En poco tiempo, los científicos encuentran una solución: unos lentes que hacen que el iris se vuelva blanco.

Al tener ojos blancos con pupilas y escleróticas negras, la comunicación vuelve a ser sencilla. Pero ahora todo el mundo tiene los mismos ojos, cosa que resulta espeluznante. Es como si hubiera robots con forma humana caminando por las calles. Algunos deciden usar estos lentes, mientras que otros se quedan con la esclerótica negra. Las personas con iris azules son las más fáciles de entender; este color destaca perfectamente sobre el fondo negro. Cuando hablas con alguien de iris azules, captas su mirada, sigues el movimiento y entiendes sus emociones. El resto se distancia por la falta de comunicación no verbal.

La gente pasa aún más tiempo comunicándose en las redes sociales. Con la ayuda de los filtros, vuelven a ver su aspecto anterior en fotos y videos. Puedes entender mejor a la otra persona en una videollamada que en la vida real. Los desarrolladores de celulares crean anteojos digitales. Compras un par y te los pruebas. Varias cámaras y sensores diminutos escanean tus ojos oscuros. Cuando miras a alguien con ellos puestos, su esclerótica te parece blanca, ya que las lentes son pantallas digitales que “colorean” los ojos. A medida que pasa el tiempo, la gente deja de prestarle atención al contacto visual. El lenguaje corporal y las entonaciones se convierten en los mejores indicadores del estado de ánimo. Ahora, los ojos se concentran en las manos de la otra persona, y los oídos detectan los más mínimos cambios en las palabras. Los movimientos del cuerpo, los dedos y los pies te permiten entender lo que el otro siente.

Gracias a la tecnología moderna y a la sociedad civilizada, los humanos logran lidiar con los cambios. Pero, si la esclerótica negra hubiera aparecido miles de años atrás, probablemente no habríamos sobrevivido. Imagina que sales con tu tribu a cazar un mamut o un jabalí. Debes guardar silencio y no hacer ruido. Con la esclerótica blanca, puedes utilizar tu mirada para indicarles a tus compañeros que ataquen. Pero, con los ojos negros, no sabes si una persona te está mirando o no. Allí comienza la confusión. Alguien sale de su escondite antes de tiempo a toda velocidad. El mamut huye. La caza ha fracasado. La tribu sigue con hambre.

Sin el lenguaje, no puedes pactar nada con el líder de otra tribu. Es difícil establecer una relación amistosa si no ves la aprobación en los ojos del otro. Sin normas ni reglas sociales, sin un idioma compartido ni Internet, las personas no podrían establecer ningún contacto entre sí. No pueden unirse en grandes comunas. Y sin comunidad, no hay progreso. El destino de la humanidad pende de un hilo. La mayoría de los animales se guían por el sonido y el olor cuando se comunican. Tal vez la evolución habría desarrollado el olfato y el oído de los humanos. En ese caso, los conceptos de moda y belleza habrían cambiado mucho. El olor corporal, el perfume y el tono de voz habrían pasado a ser más importantes que la apariencia y la forma.

Gracias a las cirugías plásticas podemos cambiar nuestro aspecto. En un mundo donde la voz es más importante que los ojos, los médicos podrían hacernos cirugías para cambiarla. Por otro lado, captaríamos los olores más sutiles en los demás y haríamos todo lo posible para que nuestro olor sea perfecto. Por eso, la gente se haría cirugías en las glándulas sudoríparas. Con la ayuda de microfiltros especiales, podríamos elegir nuestro aroma. Después de correr, podrías elegir oler a pomelo o asfalto mojado.

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