Soy una de esas locas que dan a luz junto a su esposo. Y quiero decir algo importante

Psicología
hace 6 años

No tuvimos que enfrentar la cuestión de la participación o no participación de mi esposo en el parto. Él simplemente estaba yendo a la sala conmigo. Creo que esta es la única forma saludable para un hombre de estar en un parto: no a través de la persuasión de su esposa, ni por imitar a los amigos o, por el contrario, como protesta contra los estereotipos de la “masculinidad”. Sino, por una cuestión muy simple: estar cerca en todo momento. Y el parto quizás sea el mejor motivo para tomar esa decisión.

Tengo dos hijos, y en ambas ocasiones mi esposo estuvo presente en su nacimiento. Fueron dos experiencias muy diferentes, y hoy, especialmente para las lectoras (y los valientes lectores) de Genial.guru, contaré sobre ellas.

La no libertad de elección

Mi primer parto comenzó con absoluta calma, y siguió así hasta que llegamos al hospital. Allí me enfrenté a una amplia gama de intervenciones médicas injustificadas, y como resultado, el parto, que debía haberse convertido en un recuerdo difícil pero feliz, se convirtió en una verdadera prueba.

Mi esposo estaba conmigo en la sala, pero los médicos no lo dejaban acercarse. Era demasiado joven y tímido como para decirles algo, así que simplemente se quedó sentado en un rincón, aullando de impotencia. Unos decían que había que estimular las contracciones para que no le pasara nada al niño. Otros decían que no había que hacerlo para que nada me pasara a mí. Y otros decían que lo mejor era esperar a que llegara el otro turno. Mientras yo estaba atada a la cama con todo tipo de sensores, retorciéndome de dolor, con los labios agrietados, pidiendo que, por favor, al menos me dieran un sorbo de agua. ¿Le puede gustar a un hombre participar en algo así?

Una de las principales solicitudes modernas al elegir un hospital donde dar a luz es el comportamiento libre durante el parto. Escucha con atención: comportamiento libre durante el parto. Significa que en todos los demás hospitales de maternidad, el comportamiento de la mujer durante su propio parto no es libre. Desafortunadamente, son muchas las mujeres que lo averiguan por experiencia propia.

Ni un solo ser vivo del mundo da a luz estando casi completamente inmovilizado. Todas las hembras son libres de elegir la posición que les resulte más cómoda e indolora. Todas excepto las mujeres humanas. La mujer del siglo XXI da a luz en la posición que le resulta cómoda a la partera, y no a ella misma. Este es un ejemplo de cuando el progreso se detiene y comienza a retroceder. Por ejemplo, el parto vertical que se está poniendo de moda ahora, se practicaba ya en el siglo XVII.

Un ejemplo abstracto para aquellos que no entienden por qué una intervención médica durante el proceso de parto puede ser algo malo: imagina que te llevaron al hospital y te quitaron el apéndice. No parece nada anormal, pero resulta que no tuviste apendicitis. No te explicaron nada, no comprobaron nada, simplemente te lo quitaron. Porque ese es el protocolo tácito: por si acaso y para todos, con y sin aviso. Y tú luego debes recuperarte, desinfectar los puntos costura y sentir dolor durante mucho tiempo... Y eso, en el mejor de los casos.

Esto es lo que enfrentan las mujeres cuando se les aplican los procedimientos obstétricos de rutina (hablando de procedimientos de rutina, me refiero solo a los que se le practican a las mujeres durante el parto sin la indicación médica correspondiente; no incentivo a rechazar la asistencia médica cuando realmente es necesaria).

¿Le gustará a un hombre ver el sufrimiento de su esposa? Mi pobre marido estaba asustado y casi roto. Estaba paralizado por el maltrato de los médicos, no se había esperado algo así. No quedó perturbado por el parto en sí, sino por la forma en que ese proceso fue llevado a cabo en ese hospital en particular.

La primera persona que lo vió después de esta prueba fue mi madre. Más tarde me dijo que estaba literalmente verde. No se sentía tranquilo y no pudo ni comer ni dormir hasta que nos llevó a casa.

Intento número dos

Muchas cosas dependen de lo satisfecha que una mujer quede con su parto. Después de un parto difícil, puedes odiarte a ti misma, a tu esposo, al mundo entero y hasta a tu propio hijo. Se ha escrito y se ha hablado un millón de veces sobre eso, pero seguimos sin escuchar. He repasado el día de mi parto en mi cabeza como un disco rayado, intentando cambiar todo lo que había sucedido. Traté de convertirlo mentalmente en un día de felicidad, porque era exactamente lo que se suponía que iba a ser.

¿Sabías que los hombres también padecen depresión posparto? Puede tener que ver con el cambio del ritmo de vida habitual, o con haber presenciado un parto en el que algo no salió según lo planeado. Con la situación de haber estado cerca, a un metro de distancia, pero no haber podido ayudar. Poner al esposo en la posición de un observador impotente es la peor idea de todas.

Un buen parto compartido es una excelente forma de inclusión. No es suficiente con dejar que el hombre entre al sector de maternidad y llamar al proceso “parto en pareja”. Un parto compartido es una forma de incorporarlo al proceso.

Los hombres no son observadores por naturaleza, sino participantes, y por lo tanto, si se les brinda la oportunidad de ayudar durante el parto, obtendrán una experiencia que no es comparable con ninguna otra cosa.

La segunda vez, nuestra partera y nuestro médico claramente lo sabían. Tardamos mucho tiempo en elegirlos, para que el segundo parto pudiera convertirse en una rehabilitación del primero. Ellos se manejaban con mucha más libertad y ternura.

Mi esposo me apoyaba cuando era necesario durante las contracciones; cuando estaba mejor sin él, me dejaba sola. La partera lo involucraba en el proceso todo lo que que fuera posible. Y todo le resultaba interesante. Es pura adrenalina, es flujo de energía, y el hombre puede formar parte de eso del mismo modo que, 9 meses atrás, formó parte del proceso de la concepción.

El hombre puede ver el despertar del poder oculto bajo las capas de la educación superior, el conocimiento de los idiomas extranjeros, el crecimiento profesional, el eterno intento de controlar todo y el histórico feminismo. De repente, desde abajo de todo eso se manifiesta simplemente una mujer, en la forma más primitiva y, al mismo tiempo, más alta de la palabra. Puede ver cómo ante sus ojos nacen a la vez un niño y una madre.

Y, sin embargo, hay que tener en cuenta que para muchas mujeres la presencia del esposo en la sala de parto es un factor de estrés adicional. Y esto no es más que un indicador del nivel de su unión. Si no sientes vergüenza frente a tu marido, estés en la condición en que estés; si casi no hay distancia entre ustedes; si son uno y no tienen secretos entres ustedes, como si hubieran vivido juntos durante medio siglo, esta experiencia puede convertirse en uno de los eventos más emocionales de su vida de pareja.

Pero si su relación está construida de una manera diferente, si en ella se le otorga un lugar significativo al espacio personal y es importante para ustedes mantener distancia, entonces puedes llegar a sentirte tensa en presencia de tu esposo. Y cualquier tensión durante el parto alarga el proceso.

Por eso los obstetras experimentados dicen que en algunos casos es mejor pedirle al esposo que salga. A veces, la mujer “trabaja para el público” y desde el principio siente un dolor insoportable... pero en cuanto su esposo sale, el dolor se vuelve mucho más fácil de sobrellevar. Este hecho del aumento del dolor durante el trabajo de parto compartido ha sido investigado científicamente. Y se llegó a la misma conclusión: el dolor no aumenta por la presencia del marido en sí, sino por una unión insuficiente de la pareja, por el hecho de que la mujer no puede relajarse al 100 % en presencia de su esposo y aparecer ante él de una manera poco (desde su punto de vista) atractiva.

En cuanto a la fealdad, escuché a muchos hombres decir que no habían visto nada más hermoso que su esposa dando a luz. Y lo dijeron precisamente los hombres que estuvieron involucrados en el proceso. Aquellos que solo observaban, sin moverse, las acciones de los médicos, no recordaban del parto la belleza de su esposa, sino la tensión que atravesaba todo su cuerpo mientras esperaban a que todo terminara de una vez. Mi esposo atravesó ambas experiencias. La primera vez, el nacimiento de nuestro hijo fue un alivio para él, pero no recibió placer del proceso del parto, sino conmoción. La segunda vez, el proceso y el resultado fueron para él igualmente bellos.

La nueva vida

Cuando estaba en el sector de posparto, en la habitación lindante había dos hombres. Sí, al principio yo también pensé que me había parecido.

Sus bebés habían nacido un poco antes de tiempo y sus esposas aún estaban en cuidados intensivos. Así que los padres terminaban de “gestar” a sus hijos: ellos mismos se ataban el portabebés y se lo desataban, ellos mismos se encargaban de darles de comer. Si se podía, llevaban a los pequeños a que los amamantaran sus madres. Algo así solo es posible en unos pocos hospitales de maternidad, pero su número está aumentando constantemente. ¿Alguien realmente puede llegar a pensar que todo esto no es un asunto de hombres: cuidar de su hijo mientras la mamá no puede hacerlo?

El contacto “piel con piel” (cuando el cuerpo desnudo del niño se presiona contra el cuerpo desnudo de un adulto) es importante desde los primeros minutos de vida, especialmente para los bebés prematuros. Esto puede mejorar significativamente la condición de un niño así, y hasta salvar su vida. Y si el hombre está presente en el parto o en la cirugía (hoy en día también es posible estar presente en una cesárea), podrá proporcionar ese contacto de inmediato, mientras que la madre aún no se ha recuperado. La gente pocas veces se pone a pensar en eso: la presencia del hombre puede ser necesaria en el hospital, no solo para su esposa, sino también para su hijo.

Muchas mujeres acuerdan con su esposo que estará presente en el trabajo de parto, pero que saldrá en el momento del nacimiento. La mayoría de estos acuerdos no se hacen realidad, porque todos los temores desaparecen durante el proceso. Las mujeres dejan de sentir timidez, y los hombres ya no quieren perderse lo más interesante.

Mi esposo nunca me confesó su amor tanto como después de haber asistido a mi segundo parto. Estaba sorprendido, fascinado, esta vez no había sido un mero observador silencioso, sino un participante pleno en el nacimiento de una nueva vida. Cuando yo miraba sus ojos llenos de un nuevo tipo de revelación y conocimiento, todos los prejuicios sobre el hecho de que los hombres no deberían estar presentes en una sala de parto desaparecían en un instante.

Di a luz envuelta por los brazos de mi esposo. Y no se trata de cortar el cordón umbilical y ser el primero, después de la partera, en tener a la niña en brazos. No se trata de esos tiernos momentos entre padres e hijos (esos ojos masculinos llenos de lágrimas de felicidad se pueden ver en un montón de proyectos fotográficos).

No se trata del feminismo o de un intento de “dominación”, como llaman el parto compartido los que están en contra de él. No se trata de si yo puedo o debo arreglármelas sola.

Se trata de nuestra relación. Se trata de que sé que si siento un dolor insoportable y desgarrador, él no se alejará, no se encogerá de hombros y se irá con los amigos a un bar. Estará allí, en ese momento exacto, y me sostendrá.

Bono: la opinión masculina

En abril de este año, Dwayne “The Rock” Johnson, la personificación de la brutalidad y la masculinidad de todo Hollywood, se convirtió en padre por tercera vez. Dwayne estuvo presente en el parto de su esposa, y así es como describió su experiencia:

“Piel con piel. Nuestra bendición.
Me siento bendecido y orgulloso de haber traído a este mundo a otra niña fuerte.
Tiana Gia Johnson llegó a este mundo como una fuerza de la naturaleza y su mamá Lauren dio a luz como una verdadera estrella de rock.
Durante toda mi vida estuve rodeado de mujeres amorosas, pero participar en el nacimiento de Tiana... Me resulta difícil expresar ese nuevo nivel de amor, respeto y admiración que siento ahora por Lauren y por todas las madres y mujeres.

Un par de palabras para los hombres sabios. Es muy importante pararse en la cabecera de la cama mientras tu mujer da a luz, es importante sostener sus brazos y sus piernas y apoyarla en todo. Pero si realmente quieres vivir uno de los momentos más poderosos y más fundamentales de la vida, en el momento del nacimiento de un bebé, míralo. Cambiará tu vida. Tu respeto y admiración por las mujeres se volverá ilimitado para siempre.

Tiana, te prometo, igual que a tus hermanas mayores, amarte, protegerte, guiarte y hacerte reír toda mi vida. Tu padre tiene un montón de roles en este mundo, pero el papel de tu papá siempre será mi motivo de orgullo más importante”.

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