La exigencia de muchas personas porque los niños tengan las mejores calificaciones puede implantar en los chicos la idea de que siempre deben ser los mejores en todo, y que el fracaso no es bueno. Esa clase de pensamientos pueden provocarles muchas dificultades en su vida, por lo que es importante que ellos comprendan que no siempre se puede triunfar, y que los errores sirven para aprender y crecer
Usuarios de Internet contaron qué errores de su crianza realmente los obstaculizan en la vida adulta
Nadie niega el hecho de que las madres y los padres siempre tratan de educarnos lo mejor que pueden, pero a veces logran resultados diametralmente opuestos. Como resultado, muchos de los que hoy son adultos todavía se sienten culpables por no cumplir con el ideal esperado por sus padres. Así que ahora tenemos una doble tarea: descubrir dónde se ocultan las raíces de nuestros complejos, y evitar cometer los mismos errores al criar a nuestros propios hijos e hijas.
Genial.guru ha intentado descubrir si todos nuestros problemas realmente provienen de la infancia. Para eso, leyó los diálogos de los usuarios de The Question.
1. “Me criaron en condiciones de invernadero”
Los psicólogos dicen que una de las tareas de la crianza más importante es enseñarle al niño a ser responsable. Los padres tienen que aceptar el hecho de que su hijo se convertirá en una persona adulta y comenzará a vivir de manera independiente. Desafortunadamente, en algunas familias tratan a los niños como si fueran jarrones de cristal, protegiéndolos de todo impacto “destructivo” posible de la vida real.
- “Mi mamá me crió en condiciones casi de invernadero, me protegía de todas las cosas malas, no me dejaba ir a ninguna parte, no me contaba nada. Y cuando enfrenté algo llamado la vida, todos los problemas eran absolutamente nuevos para mí, y simplemente no estaba preparada para ellos. Fue muy difícil. Pero mamá siempre pensó y sigue pensando que hizo todo bien, y que el problema soy yo”.
2. “Me enseñaron a buscar siempre el resultado”
Sucede que los padres no les prestan ninguna atención a los esfuerzos que realiza su hijo para lograr un objetivo en particular. Un ejemplo sencillo: un hijo o una hija gastaron un montón de energía para prepararse para una competición, pero fallaron por su timidez, y luego encima tuvieron que soportar el interrogatorio familiar. Estos intentos de devaluar los logros de los niños, en general no conducen a nada bueno.
- “Me decepcioné con el criterio más importante de mi madre: solo importa el resultado, no importa lo que hayas realizado, si algo no sale como debería. Ella misma se golpeó la cabeza contra todas las paredes que vio durante toda su vida. Era muy doloroso para mí cada vez que todos mis esfuerzos se consideraban polvo si algo salía mal”.
3. “En nuestra familia no se acostumbraba a mostrar sentimientos”
Los niños que durante muchos años no recibieron muestras de cariño de sus padres, a menudo se sienten desprotegidos y no saben cómo expresar sus emociones. Y los problemas no se van a ninguna parte cuando crecen: estas personas muchas veces parecen frías y arrogantes, y les resulta extremadamente difícil establecer contacto con otra gente.
- “No puedo decir que extraño o que valoro a alguien. Una vez, una amiga me preguntó cuándo fue la última vez que le había dicho a mi madre que la amaba. Le respondí que no lo recordaba. En realidad sí me acordaba: nunca. Me sentí avergonzada la vez que mi madre me dio un beso de despedida en la mejilla cuando, en sexto grado, me fui a estudiar al Liceo a otra ciudad. Y sí, actualmente no puedo admitir que extraño, amo, cuido y me preocupo por alguien. En nuestra familia simplemente no se acostumbraba a hablar de eso”.
4. “Me enseñaron a ser útil y conveniente para otros”
Los psicólogos dicen que otro aspecto importante de la crianza es la socialización del niño: la pequeña persona debe sentir que es un miembro de pleno derecho de la sociedad. Esto significa que los padres no solo deben acostumbrar a su hijo a tener disciplina y darle una buena educación, sino también a inculcarle la capacidad de amarse y de respetarse, de permitirse ser feliz.
- “Me criaron principalmente en el concepto de que lo importante es estudiar bien y ser buena (hacer la tarea, no molestar a la maestra, a mamá). Me convirtieron en esa persona muy buena y decente, con la que todos se sienten muy cómodos. Pero no sé cómo amarme y respetarme, cómo decir ’Estoy cansada’, ’No quiero hacer esto ahora’ sin sentirme la enemiga de todo el mundo”.
5. “Querían convertirme en una alumna perfecta”
Muchas veces, en un intento de criar a un hijo ideal, los padres logran el resultado opuesto. Creen sinceramente que su hijo o hija solo debe sacar las notas más altas, actuar los roles exclusivamente principales en las puestas de teatro escolares y siempre ganar en todas las competiciones deportivas. En realidad, esta clase de crianza autoritaria puede llevar a una supresión del éxito en la escuela (y también en la vida futura).
- “Pienso que mis padres, a pesar de su sincero deseo de darme solo lo mejor, se equivocaron en muchas cosas. En los regaños por el más mínimo error, retraso o desobediencia, en los escándalos incluso cuando me sacaba un nueve, y en mi falta de dinero propio. Ahora no quiero demostrarle nada a nadie, no me interesa lograr nada, y no puedo forzarme ni motivarme. De las tres universidades en las que estudié, todavía no me gradué en ninguna, y no sé qué haré cuando (si es que lo logro) me gradúe”.
6. “Mi opinión no importaba”
El niño no está obligado a convertirse en la pequeña copia de su padre o de su madre. Puede leer con avidez las historias de detectives (mientras su padre quería inculcarle el amor por las novelas de ciencia ficción), escuchar rock en lugar de música clásica y hasta negarse a continuar la dinastía profesional de la familia. Sus comprensivos y amorosos padres tendrán que respetar esa elección.
- “Desde que era muy pequeña, mi padre me convencía de que mis pasatiempos eran una pérdida de tiempo. En lugar de ver películas y animé, tenía que leer libros sofisticados, escuchar música clásica, quedarme en casa y estudiar. Desde entonces, tengo una especie de complejo de inferioridad. Y por la misma razón dejé de compartir mis intereses con mis padres”.
7. “No podía prever por qué iba a ser castigada cada día”
Las heridas emocionales causadas por los sistemáticos insultos de los padres pueden no sanar en toda la vida. Las personas que crecieron en un entorno familiar “explosivo” muchas veces esperan de los demás si no agresión, cuanto menos, alguna clase de mala intención.
- “Mi madre tiene una mente inestable y, por lo tanto, toda mi infancia estuvo acompañada de castigos irrazonables. Para la misma acción, una podría ser golpeada o ignorada, según su estado de ánimo, sin que fuera posible rastrear ningún tipo de lógica. Ahora sé mentir muy bien y luego creerme mis propias mentiras, y siempre me siento culpable, aun cuando eso no está justificado por nada”.
8. “Era constantemente criticado y comparado con otros”
En algunas familias, los padres, tratando de “mejorar” al niño, ponen de ejemplo a otros niños todo el tiempo, lo que muchas veces conduce a un resultado triste. La pequeña persona ve que sus padres siempre están insatisfechos con ella, y al final deja de creer en sí misma. Después de todo, algún hipotético “hijo de la amiga de mamá” siempre será mejor y más exitoso.
- “Una vez hice un autoanálisis para entender por qué a veces tenía un sentimiento de odio por razones que no eran particularmente importantes. Me parecía que mi odio estaba dirigido a alguien que a priori no era tan malo. Al final, recordé que mi abuela me comparaba con él constantemente. Me decía que yo era peor, o “¿por qué él se sacó un ocho y tú solo un siete?”.
9. “Todas mis iniciativas se cortaban de raíz”
Por supuesto que los adultos siempre hacen todo más rápido y mejor que los niños. Pero si le quitas constantemente a tu hijo el trapo (el plato, el cepillo, el destornillador) puedes desanimarlo para siempre de ayudar a otras personas. Mientras que la existencia de un cierto rango de tareas domésticas le permitirá al niño sentirse un miembro pleno de la familia.
- “Era curioso y muy activo, trataba de probar todas las actividades disponibles. Lavaba los platos y la ropa, aspiraba el piso, trataba de hacer algo útil y bueno, y, por supuesto, muchas veces salía todo lo contrario. Así que el ‘¿acaso te pedí que hicieras eso?’ de mis padres se ancló con bastante firmeza en mi mente. Ahora nunca ayudo a nadie en nada hasta que no me lo pidan, o si no es una cuestión de vida o muerte. Y es algo que me reprochan, pensando que soy indiferente a los problemas de los demás”.
¿Y tú, has tenido que enfrentar este tipo de dificultades en la infancia? ¿Estás dispuesto a compartir tu experiencia con nosotros?