Visitaremos la Luna y Marte, esto es lo que sigue
Es el año 2031, el primer ser humano acaba de pisar la superficie roja de Marte. Ha sido un viaje largo y duro de 172 días. Hubo muchos problemas técnicos y algunos obstáculos fisiológicos. Los astronautas se vieron obligados a llevar toneladas de equipos y sistemas de generación de energía y mantenimiento de la vida al Planeta Rojo. Los responsables de la misión tuvieron que entender cómo enfrentarse a una atmósfera de baja presión y a unas catastróficas tormentas de arena. También aprendieron a mantener a salvo a las personas en la superficie de Marte y a traerlas de regreso a la Tierra una vez terminado su trabajo. Parece una historia de ciencia ficción, pero pronto será nuestra realidad. ¿Y lo mejor de todo? Ese no es el límite. Después de explorar Marte, los humanos podrían establecer objetivos aún más ambiciosos. Y estos podrían ser algunos de ellos.
El próximo planeta a visitar podría ser Venus, pero sería una tarea difícil. A Venus también se lo conoce como lucero del alba o de la tarde, ya que brilla tanto en el cielo de la Tierra que es el primero en aparecer tras la puesta de sol y el último en desaparecer después del amanecer. Sin embargo, en términos de exploración, Venus es muy poco amigable para los humanos. Su presión atmosférica es unas 92 veces mayor que la de la Tierra, y las temperaturas en su superficie son, en promedio, de 454 °C. Las tecnologías modernas no serían suficientes para construir una infraestructura que nos permita sobrevivir en el planeta más allá de un par de minutos. Pero entonces, ¿por qué viajaríamos a Venus? Un dato curioso: ¡a una altura de entre 50 y 65 kilómetros sobre la superficie del planeta, encontrarás las condiciones más similares a las de la Tierra de todo el sistema solar! Allí, la presión es casi la misma que en las montañas terrestres, y las temperaturas oscilan entre los 21 y los 29 °C. ¡Si la atmósfera de Venus estuviera compuesta de oxígeno y no de gases tóxicos, podríamos vivir allí sin ningún equipo adicional!
O podríamos ir a Fobos y Deimos, las lunas de Marte. Sería la primera vez que los humanos pisen la luna de otro planeta. Fobos se encuentra a apenas 6000 kilómetros de la superficie del Planeta Rojo; no tardaríamos más de un día en llegar a él. Este trozo de roca con forma de papa es bastante pequeño, apenas 21 kilómetros de diámetro. Esa es la razón por la que su gravedad es tan débil. Deimos está un poco más lejos de Marte, a unos 24 000 kilómetros, pero es aún más pequeño que Fobos: tiene poco más de 11 kilómetros de diámetro. En otras palabras, visitar estas lunas no sería muy diferente a aterrizar en un asteroide. El mayor desafío al que se enfrentarían los astronautas sería abandonar la superficie de Marte, cosa que exigiría mucho combustible. Por eso, muy probablemente, los primeros viajes a Fobos y Deimos se lanzarían desde estaciones espaciales que orbiten alrededor de Marte.
Podríamos establecer un objetivo aún más ambicioso y dirigirnos a Júpiter y sus lunas. La distancia entre este gigante gaseoso y nuestro planeta natal es de 590 a 960 millones de kilómetros. El número varía tanto porque los planetas recorren órbitas elípticas alrededor del Sol, se acercan y luego se alejan. La distancia mínima se produce cada 13 meses. Si emprendiéramos este largo viaje aprovechando ese momento, de todas maneras tardaríamos unos 2 años en llegar. Como Júpiter es principalmente gas, la exploración no sería posible. De seguro podríamos volar alrededor del planeta más grande del sistema solar y hasta sumergirnos en su atmósfera, pero mucho más interesantes como objetos de exploración serían sus lunas.
Por ejemplo, Europa. Este satélite natural tiene una corteza de hielo y agua de entre 16 y 24 kilómetros de espesor. Bajo esta corteza podría haber agua líquida. El núcleo de la luna podría estar formado por metal líquido dentro de una corteza rocosa. Su atmósfera superfina contiene algo de oxígeno. Teniendo en cuenta todo esto, sería un lugar bastante cómodo para explorar... si no fuera por su temperatura, que no supera los −150 °C. También podríamos visitar otra luna de Júpiter llamada Ganímedes, un satélite de hielo con una atmósfera muy fina que contiene oxígeno, o Calisto, la segunda luna de Júpiter más grande. Su corteza helada tiene un grosor de 200 kilómetros y es muy fría: ¡alrededor de −140 °C! También podríamos enviar una expedición a Saturno y sus lunas, como Titán o Rea. El gigante gaseoso está dos veces más lejos de la Tierra que Júpiter. Eso significa que los astronautas tardarían más de 3 años en llegar a él. ¡Sin embargo, si la nave espacial fuera lanzada desde una estación espacial en Marte, podríamos reducir el tiempo de viaje entre un 25 y un 50 %!
Pero incluso si el punto de partida de esta expedición fuera la Tierra, con la ayuda de tecnologías avanzadas, como la propulsión térmica nuclear, el viaje podría durar solo un año o incluso menos. Saturno no puede ser explorado de manera directa, por lo que probablemente los investigadores comenzarían por su luna más grande: Titán. También es la segunda luna más grande del sistema solar. Este satélite natural posee una atmósfera compuesta en su mayor parte por nitrógeno. La presión en su superficie es dos veces superior a la de la Tierra. En Titán soplan vientos, llueve y hay lagos y ríos, pero están formados por etano y metano líquidos, no por agua. De hecho, eso es algo bueno: tendríamos muchos recursos para producir combustible y energía. Rea es la segunda luna más grande de Saturno. Está formada principalmente por hielo de agua. Su atmósfera es muy fina, pero también tiene algo de oxígeno. En realidad, todas las lunas más grandes de Saturno tienen un único inconveniente: hace un frío helado. El lado genial es que disponen de abundantes recursos para producir energía y otros elementos vitales, y sería mucho más fácil y rápido que realizar el mismo proceso en Marte.
¿Pero qué tal si pudiéramos explorar exoplanetas? Se trata de planetas que viajan fuera de nuestro sistema solar. Si consiguiéramos alejarnos tanto de la Tierra, quizá llegaríamos a algunos mundos potencialmente habitables, como Próxima Centauri b, el exoplaneta más cercano a nosotros. Recientemente, los astrónomos han descubierto que podría parecerse a la Tierra incluso más de lo que pensaban. Solo es un 17 % más grande que nuestro planeta. Orbita alrededor de una estrella más débil y más pequeña que el Sol. Próxima Centauri b se encuentra en el centro de la zona habitable de la estrella; eso significa que existe la posibilidad de que haya agua líquida y vida en el planeta. Parece que se encuentra acoplado por las mareas con su estrella madre. En otras palabras, uno de sus lados está orientado hacia la estrella en todo momento, y el otro siempre está a oscuras.
Los científicos aún no han averiguado si tiene atmósfera. Viaja demasiado cerca de su estrella, por lo que la radiación podría estar removiendo el aire del planeta. Si este es el caso, no es probable que Próxima Centauri b tenga agua líquida en la superficie. Tardaríamos mucho más en llegar a Gliese 832 c, que también es potencialmente habitable. Este exoplaneta se encuentra a 16 años luz de la Tierra; en el esquema cósmico de las cosas, es una distancia pequeña. Gliese 832 c es 5 veces más grande que la Tierra y viaja mucho más cerca de su estrella madre. Por eso, un año en este planeta dura apenas 36 días. Pero como esta estrella madre es una enana roja, es mucho más fría y tenue que el Sol. Por lo tanto, Gliese 832 c recibe tanta luz y calor como nuestro planeta. Dicho eso, aún no está claro si es similar a la Tierra. Probablemente tenga una atmósfera mucho más densa que crea un efecto invernadero desbocado. Este fenómeno se produce cuando un planeta absorbe más calor de su estrella anfitriona del que puede devolver al espacio. En otras palabras, y muy a nuestro pesar, es más probable que Gliese 832 c se parezca más a Venus, un planeta abrasador, que a la Tierra, que es relativamente fría.