14 Historias navideñas que nos recuerdan a días en los que una simple golosina parecía el colmo de la felicidad

Crianza
hace 2 años

Julio César fue el primero en tener la idea de posponer el comienzo del nuevo año al 1 de enero. Y ahora, muchas personas en todo el mundo consideran los días anteriores a esta fecha, y unos días después, como algunos de los más felices. Ya que solo en estos momentos uno puede evocar a los cálidos recuerdos de la infancia y sumergirse en el agradable bullicio de NavidadAño Nuevo.

En Genial.guru preparamos una selección de historias que simplemente están impregnadas de la atmósfera de Año Nuevo y la cálida nostalgia de la infancia. Prepárate algo rico y recrea con nosotros un ambiente positivo.

  • Una vez, mis padres me dejaron con mis abuelos. Se acercaba la Navidad y mi abuelo me propuso escribirle una carta a Santa Claus. Yo tenía 4 o 5 años, le dictaba y él escribía. Y entonces le dicté, bueno, que quería tal muñeca, tales golosinas... El abuelo anotó todo minuciosamente y al final agregó: “¡Y una escoba!”. Estaba sorprendida: “¿Para qué la escoba?”. Y él respondió: “Será tu escoba personal, para barrer el patio”. Y comenzó a poner la carta en un sobre, mientras yo le gritaba que había que reescribirla... Durante un par de semanas antes de la Navidad, tenía miedo de que Santa Claus me trajera una escoba en lugar de todos los regalos que había pedido. Entonces llegó el día de la fiesta, me levanté por la mañana, corrí hacia el árbol, y ahí estaban los obsequios: la muñeca que había pedido, una bolsa de golosinas y... ¡una escoba! ¡Con un enorme lazo rojo! Era de mi altura, mi abuelo la hizo él mismo. Aún recuerdo ese regalo inusual, aunque ya han pasado 20 años. © Kryil / Pikabu
  • De niño, mi papá y yo siempre salíamos al jardín en busca del cono de pino perfecto. Una o dos semanas antes de Navidad, lo plantábamos en una maceta y lo regábamos. Y en una noche se convertía en un magnífico, enorme (en mi opinión infantil) y totalmente decorado árbol de Navidad. Esto solo sucedía en diciembre, y siempre nos decían que era un milagro navideño. Mi hermana y yo nos dimos cuenta de lo que estaba pasando solo años después, cuando encontramos un árbol en el auto de mis padres. © theatrekid96 / Reddit
  • Cuando yo era niño, teníamos una tradición que quiero continuar con mis futuros hijos. En Navidad, además del regalo principal, nuestros padres nos daban una caja con pijamas navideños, una taza, una mezcla de chocolate caliente, palomitas de maíz y una película navideña. Abríamos nuestras cajas a la hora del almuerzo y pasábamos el resto de la noche en pijamas nuevos, disfrutando del chocolate, viendo una cinta juntos. © Mrs_carroll / Reddit
  • Cuando era niño, en Navidad, mi hermano y yo siempre esperábamos los preciados regalos con golosinas debajo del árbol. No vivíamos bien, así que era una verdadera fiesta. Cada vez anotaba cuidadosamente todo el contenido de la caja regalada en una hoja de papel e iba tachando cuando me comía algo. La lista de honor estaba encabezada con chocolates; los adoraba, y eran los que desaparecían en primer lugar. Mi hermano se comía todo indiscriminadamente. Cuando mis reservas se estaban agotando, comenzaba cuidadosamente la operación de cambiar mis caramelos por los chocolates de mi hermano. Dos dulces por un chocolate. Siempre me salía con la mía. © Oídoporahí / Ideer
  • Recuerdo un año en el que no teníamos dinero para un árbol de Navidad. Mi hermana y yo todavía éramos niños. Nuestros padres estaban tristes, solo nos preguntaron si buscar un árbol o no. Les dijimos que no hacía falta, pensaron que habíamos crecido. Las fiestas se acercaban, pero de alguna manera no se sentían reales. Mis padres estaban en el trabajo, estábamos jugando, era ya casi de noche. Y en algún momento se nos ocurrió: ¡no nos hace falta un árbol! Lo que hicimos fue adornar el aloe, una hermosa planta de un metro de largo, verde y espinosa. Vivíamos en el cuarto piso y, de camino a casa, nuestros padres vieron este milagro en la ventana. Ya han pasado muchos años, pero sigo recordando cómo irrumpieron por la puerta con las caras llenas de asombro: “¿Cómo? ¿De dónde la sacaron?”. Y luego se rieron durante mucho tiempo, contentos por nuestro ingenio. Así que tuvimos una fiesta real. Había muchas golosinas, mandarinas, dulces, pato con manzanas, Santa Claus trajo regalos. Ni siquiera sé de dónde sacaron todo eso. © alokazia / Pikabu
  • Todos los años, papá traía un árbol de Navidad vivo al balcón para que mi hermano y yo no lo viéramos. El balcón no tenía vidrios. Antes de Navidad, Mirábamos todo el tiempo para ver si había un árbol o no, y cada vez aparecía inesperadamente. Recuerdo cómo nos regocijábamos y creíamos sinceramente que Santa Claus lo había traído. © A.Gstudio / Pikabu
  • Mi abuela siempre compraba un pequeño árbol de Navidad para las fiestas y no lo adornaba con juguetes y oropel, sino con golosinas y mandarinas. ¡Era genial! Mi abuelo y yo nos comíamos todo del árbol antes de Navidad, la abuela se molestaba y lo volvía a adornar de nuevo. Y luego mi abuelo me enseñó cómo comer las golosinas y dejar el envoltorio en el árbol. Eso sí que era una fiesta. © Oídoporahí / Ideer
  • ¡Nuestra familia siempre tuvo un montón de tradiciones navideñas! A principios de diciembre, mi abuela y mi papá comenzaban a coser disfraces navideños para mi hermana y para mí. Siempre nos daban premios por ellos, tanto en el jardín de infantes como en la escuela. Además, todas las abuelas y abuelos llamaban a todos sus conocidos sin hijos y les recordaban que tenían que registrarse en el sindicato para hacerles regalos a los niños, y nos daban tantos obsequios que nos los comíamos casi hasta el 8 de marzo. Durante todo diciembre, antes de acostarnos, encontrábamos una mandarina debajo de la almohada, y la mitad de enero íbamos a fiestas matinales interminables. © Alisa Krivosheyna / Facebook
  • A los 5 años aprendí que si pones una bota bajo el árbol de Navidad, Santa Claus pondrá allí un regalo que nunca soñaste. Lo hice y esperé, un chocolate ya me vendría bien. Pero por la mañana me decepcionó: no había nada en la bota. Lloré muy preocupada. Mis padres, avergonzados, explicaron que el regalo de Santa Claus simplemente no cabía en mi pequeña bota y se ofrecieron a poner la de mi padre. Al día siguiente me esperaba una sorpresa: en el calzado había un impactante cisne de caramelo en un envoltorio transparente con un lazo. Sus alas y pico estaban hechos con tanta finura y precisión, como si no fuera una copia de caramelo, sino uno de verdad en miniatura. Me daba lástima comerlo, pero mis padres me convencieron. Fue increíblemente sabroso, y este es uno de los recuerdos más vívidos de mi infancia. Y solo a la edad de 31 años descubrí que mis padres no tenían dinero y que mi propio papá había hecho ese cisne. Durante toda la noche derritió azúcar, la esculpió manualmente en almíbar y creó el delicado encaje de las alas. © turum1988 / Pikabu
  • El recuerdo más cálido que tengo es la Navidad del año 1997. Yo tenía 9 años y mi hermano 14. Vivíamos en la misma habitación. Cuando nos despertamos, vimos un televisor para nuestro cuarto, un pequeño centro de entretenimiento, una consola Nintendo 64 y juegos para ella. En ese momento pensé seriamente que estaba en el colmo de la felicidad. Vale la pena mencionar que nuestra madre se divorció de nuestro padre y no tenía mucho dinero. Ella debió haber trabajado duro para comprarnos esas cosas. © ToTheMunAndBack / Reddit

“La Navidad de hace 30 años, cuando a mi hermano y a mí nos regalaron una consola de videojuegos”.

  • Principios de los 90, yo tenía 5 años. El 1 de enero, mi madre y yo nos encontramos con Santa Claus, que caminaba con una bolsa grande por la calle, repartiendo golosinas a todos los niños que se cruzaba. Aún recuerdo esos caramelos. ¡Eran de los más baratos pero los más deliciosos del mundo! La magia para mí entonces consistía en la gratuidad de ese regalo, no había que contar cuentos ni cantar canciones a cambio. Todavía recuerdo ese Año Nuevo como el mejor que he tenido. © Oídoporahí / Ideer
  • En los 90, a finales del año, papá trabajaba como jefe de equipo en una fábrica, cerraba el mes aplicando esfuerzos titánicos, pasaba todas las tardes en el empleo. Mi mamá era maestra, al final no podía ni levantar la cabeza de tantas tareas que tenía que revisar. En resumen, no tuvieron tiempo de comprar un árbol de Navidad. O tal vez no había dinero extra. Al fin y al cabo, mi hermana y yo estábamos tristes, aunque se nos ocurrió la idea de dibujar uno en papel Whatman. Pero igual no era lo mismo: no olía a árbol de Navidad. Luego llegó el 24 de diciembre por la noche, mi madre puso la mesa, encendió la televisión. Apagamos las luces. Prendimos las velas y una estufa de queroseno. De repente oímos fuertes golpes en la puerta. Abrimos y había un árbol allí. Una colega-maestra de mi madre lo sostenía. Resultó que su esposo compró 2 árboles en el último momento y nos trajeron uno sabiendo que no teníamos. © Katisark197 / Pikabu

“Mi mamá comenzó a adornar el árbol de Navidad hoy”.

  • Nuestra tradición familiar nació de la pobreza. Mis abuelos crecieron en años difíciles, y lo único que ponían en sus calcetines de Navidad eran naranjas. A su vez, les ponían mermeladas de naranja a mi mamá y sus hermanos. Y cuando mi madre tuvo a sus hijos, nos empezó a poner naranjas en chocolate. Y aunque no soy muy aficionada a los dulces, estoy deseando que lleguen estas naranjas, porque me retrotraen a la época en que era niña. © SuperMegaCoolPerson / Reddit
  • Cuando era niña, comía mis dulces de inmediato y mi hermana escondía su caja detrás del armario. Los adultos en broma le decían ratoncita, pero fue esa caja la que nos salvó una Navidad. En ese año, nuestros padres se quedaron sin dinero. Y cuando quedó claro que no había nada que poner debajo del árbol dolorosamente vacío, papá dijo: “¡Bueno, chicas, qué tal si este año ustedes nos felicitan a nosotros!”. Eso nos emocionó mucho. Mi hermana me cedió generosamente el rol de ayudante de Santa. Gastamos muchas fuerzas preparando los vestidos. Mi hermana vestía un gorro de piel del abuelo con orejeras, que se le corría siempre a un lado, un abrigo de piel y una nariz roja de payaso de gomaespuma. Yo me había puesto el chal de mi madre y una especie de peluca. Decidimos regalar las reservas de mi hermana a cambio de canciones y cuentos. Los adultos se involucraron, incluso se subieron a las sillas, se regocijaron con las viejas golosinas y fingieron no reconocernos. Fue una Navidad maravillosa. Y solo después de crecer me di cuenta de lo aterradores que eran esos tiempos y qué geniales eran mamá y papá. © valenayaspers / Twitter

¿Tienes algún recuerdo especial de Navidad o Año Nuevo de tu infancia?

Imagen de portada valenayaspers / Twitter

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