Cómo decidí sacar a mi hijo de la escuela para que estudiara en casa y por qué no aconsejo hacer lo mismo

Crianza
hace 1 año

En el mundo, en los últimos años, el número de niños que cambiaron de una u otra forma a una educación en casa creció casi tres veces. Mi nombre es Julia, y soy una partidaria de la educación en casa. Estoy lista para contarles cómo llegó esto a mi vida y qué pienso al respecto ahora, varios años después de haber tomado tal decisión y de poner en práctica la iniciativa.

¿Qué piensas de la educación en casa? ¿Podrías elegir esta forma de estudio para tu hijo? Cuéntanos en los comentarios.

“¿Recuerdas cómo comenzó? Todo fue por primera vez y de nuevo”

Hace 7 años, incluso no había considerado que sería posible algún tipo de educación en casa. Nosotros, con alegría, entregamos a nuestro hijo a “nuestra” escuela, esa misma en donde alguna vez mi hermana menor y yo estudiamos, aquella de la cual nos quedaron un montón de dulces recuerdos.

A mi hijo le resultaba fácil estudiar, no como a mí. Pero desde los primeros días quedó claro que, para que consiguiera todo, necesitaba un control permanente. Los requisitos eran tales que lidiar con ellos de manera independiente era prácticamente imposible para un niño de su edad. Únicamente toda la familia podía con ello, y solo incluyendo a los abuelos. ¡Cómo me hacía enfadar la escuela! Por las noches pegábamos manualidades, los fines de semana corregíamos la escritura y contábamos las celdas. En el chat de padres frecuentemente nos peleábamos por dinero. Solo debí quejarme con mi esposo para que me ofreciera una decisión increíble: contratar tutores.

A principios del cuarto grado, no estaba completamente satisfecha con lo que estaba pasando. Yo intentaba averiguar qué cambiar: grupo, escuela, enfoque... Pero ocurrió algo inesperado: en la clase de gimnasia rítmica, mi hijo se lesionó gravemente, lo que lo mantuvo en la cama de un hospital por un mes. Después de su alta, durante un año y medio tuvo que usar un corsé. No pudo sentarse por un largo tiempo, y únicamente se le permitía estar acostado o de pie.

Educación en el hogar

Los niños que por cuestiones de salud no pueden ir a la escuela durante un largo tiempo se transfieren a una educación en casa. En la práctica, esto significa que tú llevas tus informes correspondientes, la institución de formación planifica un horario, se ponen de acuerdo con los padres y, durante varias veces a la semana, los profesores acuden al hogar. Imaginar que tendríamos de 4 a 5 clases a la semana en nuestro hogar me enloqueció, pero resultó que, para ponernos al corriente y terminar de manera normal el año (quedaban dos trimestres), fue suficiente con 2-3 horas de clases con un profesor, y teníamos un día a la semana completamente libre.

En tal educación en casa, mi hijo se mantenía ocupado menos, pero conseguía hacer muchas más cosas. El tiempo que pasaba cara a cara con los profesores se gastaba de manera productiva. Las tareas también se volvieron más sencillas: únicamente tenía que verificarlas, ya que mi hijo aprendía todo a la perfección. Precisamente después de ello apareció un tentador pensamiento: “¿realmente necesitamos ir a la escuela?”. En ese momento no llegué a ninguna conclusión, y, para el año siguiente, volví a preparar los útiles escolares para el regreso a clases de mi hijo.

“Y la lucha continúa”

Nuevamente comenzamos a batallar con las clases hasta la noche: mi hijo pasaba de 5 a 6 horas en la escuela, luego comía y lo enviábamos a actividades extracurriculares. Pero por las noches descubríamos que otra vez no podía lidiar con las tareas por sí solo. Se acostaba a dormir a media noche y, por la mañana, pálido y trasnochado, realizaba toda la rutina nuevamente.

Una tarde exploté en llanto: la escuela estaba destrozando mi vida. Solo pensaba en las clases, dejé mis pasatiempos, comencé a gritarles a mi hijo, a mi esposo, y únicamente hablábamos sobre asuntos escolares. Con mis conocidos sucedía lo mismo. Y lo más agotador era que, después de terminar los programas, libros de texto y literatura adicional, prácticamente estudiaba con mi hijo una gran parte del contenido que él ya debería haber aprendido en clases.

¡Basta!

La idea de la educación en casa comenzó a llegar una y otra vez a mis pensamientos. Yo trabajo desde mi hogar, tengo un diploma en educación pedagógica y gasto mucho tiempo en las tareas con mi hijo. Entonces, ¿qué me detenía? Tenía miedo.

Estaba sumergida hasta el cuello en grupos dedicados a la educación desde casa y día tras día atormentaba a mi esposo con preocupaciones. ¿Y qué hay de la socialización? ¿Y si paso por alto algo? ¿Y los exámenes? ¿Y si le echo a perder la vida a mi hijo? ¡Ah!

No obstante, en las redes sociales veía cada vez a más y más niños que se sentían perfectamente bien recibiendo una educación en casa, y sus mamás informaban a todos sobre sus logros.

Después de esas revelaciones miré hacia el montón de libros de historia del mundo antiguo que había en la sala, los cuales no habíamos alcanzado a leer porque nos habíamos sumergido en los manuales... y suspiré y fui a recoger los documentos de mi niño.

Caída en picada

Según el país, y de acuerdo con las leyes federales, se tiene la posibilidad de retirar de la escuela a un hijo para brindarle una educación en casa en cualquier momento, sin darle explicaciones a nadie. Es suficiente presentar una solicitud a las autoridades correspondientes y, a partir del día siguiente, únicamente tú serás el responsable por la educación de tu niño.

¿Y qué sigue después? Comprendí que mi hijo aún no estaba listo para una educación completamente independiente, y yo no podía meterme de lleno en el proceso para asumir el programa completo del sexto grado. Por eso observamos lo que ofrecían diferentes escuelas de educación a distancia y nos registramos en una de las plataformas en línea más populares.

Todos rápidamente se enteraron de nuestra “renuncia” a la escuela. “¿Cómo van sus clases en casa?”, sarcásticamente me preguntaban mis conocidos. Yo mantenía silencio ya que no podía decirles que era la primera semana y que no podía sacar conclusiones. Mi hijo comenzó a dormir lo suficiente, dejé de hacer un plan para ir a la farmacia más cercana que vendía agripalma y valeriana, y el perro, quien vivía debajo de la cama buscando un lugar tranquilo, comenzó a convivir con las personas. ¡Pero no cambiamos el método de estudio por eso!

¿Cuál es la trampa?

Al cambiar de una escuela real a una virtual, mi hijo se mostró emocionado. Pero eso fue al principio. Después, la novedad disminuyó, pero la necesidad de estudiar se mantuvo. Y, en lugar de mamá con una varita mágica, al lado se encontraba la mamá directora de la escuela. Ahora era imposible decir que le habían explicado de manera errónea. En la escuela, de alguna manera, mi hijo podía encontrar la forma de escapar de la atención de los profesores, pero en casa, él era la figura principal, y la única persona en escena.

Las clases de matemáticas se convirtieron en un difícil obstáculo: en la escuela en línea, esta materia se estudiaba según el programa, y solo le daban al alumno pequeñas tareas. El álgebra era el lado fuerte de mi hijo... hasta que “nos salimos del carril”. Él incluso consiguió ganar unas cuantas veces las olimpiadas escolares. Pero ahora, él consideraba que, una vez cumplido el trabajo, podía marcharse, y no tenía planeado llenarse con carga adicional en su tiempo libre.

Al mismo tiempo, con esto comprendí que estábamos estrechamente unidos a los márgenes de la escuela en línea. En algunas clases, mi hijo seguía quejándose de aburrimiento, y yo, al escuchar lo que pasaba, estaba de acuerdo con él. Al mismo tiempo, en las redes sociales, canales de Internet y grupos veía enlaces a clases entretenidas, materiales originales, libros y manuales. Los problemas comenzaron un año después de terminar la escuela en línea, por lo que no renovamos la suscripción.

¿Y ahora qué?

Durante el verano elaboré un programa para mi hijo, el cual seguimos. Me hice cargo de historia y literatura, y el inglés se lo dejé a mi esposo. Las materias restantes las “recopilamos” poco a poco, basándonos en las capacidades y percepciones de nuestro alumno. Así, él aprendía física de “oyente” en una escuela, biología y ciencias sociales en otra, y un tutor se encargaba de álgebra y geometría. Mi hijo, por supuesto, podía enojarse y ser perezoso, pero se mantuvo en control. Una gran parte del tiempo, él realmente se mostraba interesado en ello.

Si de algo me arrepiento es de haber dudado durante mucho tiempo. Si hubiéramos optado por la educación en casa antes, hubiéramos gastado menos nervios. Al escuchar a mis conocidos, cuyos hijos estudian en la anterior escuela de mi niño, cada vez estoy más contenta de no tener nada que ver con ello. Pero ¿puedo aconsejarles a todos lo que hicimos nosotros? Definitivamente no, y aquí están las razones.

  • Como lo mencioné anteriormente, tengo un diploma en educación pedagógica, incluso trabajé durante algunos años en una escuela, y tuve suficientemente tiempo libre para comprender las sutilezas del aprendizaje. Conozco los estándares de educación, métodos de enseñanza, y la diferencia entre habilidades y conocimientos. Si tienes pensando cambiar a una educación en casa, pero no estás listo para entrar en detalles, entonces debes confiar en alguna de las escuelas en línea. La ventaja es que ahora hay elección.
  • Sin alejarme de mi trabajo puedo verificar lo que hace mi hijo y veo cuando él se distrae con cosas como dormir más de lo necesario, hacer una lección de manera descuida o cambiar una clase por un video. Si no tienes a nadie con quien dejar a tu hijo durante el “tiempo de estudio”, entonces tienes que contar únicamente con su conciencia y motivación, y estas cualidades no las poseen todos los niños.
  • En las escuelas, los niños obtienen educación obligatoria gratuita. En la educación en el hogar, todo el material es proporcionado por los padres. Las escuelas en línea cuestan, y los tutores también. Además, los manuales y otros libros no son nada baratos, y no en todos los países se obtiene algún tipo de ayuda monetaria por aquellos que no van a la escuela.
  • Socialización. Si tu hijo no tiene aficiones, no acude a clases extracurriculares, clases adicionales, y solamente va de visita a jugar, nadie le enseñará a construir relaciones de trabajo y pareja con otras personas.

Considero que es posible transferir a un niño a la educación en casa solamente si estás seguro de que puedes darle lo mismo o más de lo que él recibe en la escuela.

Ten en cuenta: este artículo se actualizó en enero de 2023 para corregir el material de respaldo y las inexactitudes fácticas.

Comentarios

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A no ser que no me quedase más remedio porque mi hijo no pudiera acudir, no le daría educación en casa

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Creo que los niños necesitan socializarse con otros compañeros

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