Llevo 3 años en casa cuidando a diario de mi hija y voy a contar por qué todo hombre debe probarlo

Crianza
hace 3 años

Hace tan solo unos años, yo era un periodista exitoso. Redactor y presentador en un canal de televisión regional. Me iba al trabajo temprano por la mañana, volvía pasada la medianoche y estaba absolutamente satisfecho por cómo iba todo. Pero más tarde, mi esposa, estando embarazada, se lesionó la rodilla, por lo que tuve que pedir unas largas vacaciones para cuidar de ella y, cuando estas semanas libres llegaron a su fin, resultó que yo ya no quería volver.

Por primera vez en 15 años de profesión, me paré, me miré desde fuera y me di cuenta de que todo ese tiempo había tratado de ser la persona que mis padres, la sociedad, el gran jefe e, incluso, mis amigos de la universidad proyectaban sobre mí, pero no lo que yo quería ser en realidad.

No hubo ningún consejo familiar, ni decisiones tomadas. Simplemente, mi esposa todavía no había pedido la licencia por maternidad y yo ya había renunciado a mi trabajo para convertirme en “amo de casa”. Y ahora estoy dispuesto a compartir con los lectores de Genial.guru lo que sentí y pensé en ese momento.

Cuando la redactora jefa se enteró de que yo estaba renunciando para cuidar de mi esposa y mi hija, me miró muy sorprendida

Luego señaló a un compañero que en aquel momento ya tenía dos hijos y solamente me preguntó: “¿Por qué no puedes seguir trabajando como él?”. Ella, sinceramente, no entendía cómo una persona puede elegir a favor de la familia y en contra del trabajo. Y, ¿cómo explicarle que no quería ver todos los acontecimientos importantes que ocurrirían en la vida de mi hija en la pantalla del teléfono, al igual que ese compañero mío? ¿Cómo explicar que no estaba dispuesto a cargar todos los quehaceres domésticos sobre mi esposa; que esto se había convertido para mí en algo más importante que las noticias sobre accidentes de tráfico, gente desaparecida y gatitos encontrados debajo de la escalera? No logré encontrar las palabras adecuadas y me fui sin decir nada.

La mayor parte de mi día consistía en ir detrás de mi hija, recogiendo todo lo que ella acababa de desordenar

Salí al baño 5 minutos, dejando una habitación perfectamente ordenada y me encontré esto al volver.

Mis brillantes expectativas de que mi hija y yo nos columpiaríamos juntos, comeríamos helados y leeríamos libros en un cómodo sillón, se estrellaron contra la dura realidad. Literalmente, todo el día, lo único que hacía era poner en orden el departamento. Es un tipo de bucle de desorden del que no se veía ninguna salida. Recogía, recogía, recogía, y si me detenía por un segundo y pensaba en al menos hacer algo que me gustaría de verdad hacer, nuestra casa se convertía enseguida en una guarida por la cual se abren caminos hacia la cocina y el baño.

¿Conoces la leyenda clásica sobre una pareja de casados? Están a punto de irse a dormir. El esposo decidió terminar de ver un programa en la tele, por lo que la esposa se levanta primero, va de la sala a la cocina, recoge la comida, coloca los platos en el lavavajillas, prepara todo para el desayuno, luego se acerca a los niños y comprueba cómo duermen. De paso, pone en orden las habitaciones, lleva a la puerta las bolsas de basura y, por fin, entra en el dormitorio, donde el esposo ya está en la cama: “¿Por qué tardaste tanto si fuiste la primera?”. Así que, en nuestra familia, yo me convertí en esa esposa.

Salíamos corriendo a pasear, pasábamos rápido por la tienda de comestibles, regresábamos volando a casa para cocinar, luego había que acostarla para la siesta y de vuelta al comienzo

Mi rutina diaria podía describirse en cuatro palabras: “No me da tiempo”. No me quedaban energías para leerle libros a mi hija. Tenía un efecto en mí más fuerte que un somnífero. No sé a qué se debía; o bien por una falta crónica de sueño o por el hecho de que las obras de literatura infantil consisten principalmente de imágenes y un par de frases de una narración no muy emocionante, pero en cuanto lo agarraba en mis manos y mi mirada se fijaba en las letras, enseguida empezaba a dormirme. Mi hija, por el aburrimiento, comenzaba a darme con el dedo, tirarme de las manos y llorar.

Es todo un misterio, pero por alguna razón, cocinaba exclusivamente para los demás

Estábamos elaborando una tarta de manzana, experimentando sin receta. En este caso, o desemboca en fracaso o logras hacer una obra maestra. No pude comprobarlo; mi esposa y mi hija se la comieron toda mientras yo preparaba el té y lavaba el molde.

Realmente me pregunto dónde acaba toda la comida que preparo todo el día sin parar. Aquí tienes una sartén llena de macarrones con hamburguesas, pero pasan varias horas y ya está, tienes que volver a cocinar de nuevo. Estaba impactado por cómo mi esposa antes hacía frente a todo eso. Cuando la ataqué pidiendo que me enseñara a cocinar más, ella se opuso porque era simplemente imposible. Pero soy capaz de preparar refrigerios. ¡Resulta que ella tenía una “minidespensa” con galletas para ella y manzanas deshidratadas para nuestra hija!

Y mientras tanto, yo pasaba hambre. Primero, le daba de comer a mi hija, luego servía a mi esposa, después, supuestamente, podía también ponerme a la mesa yo, pero ya no me daba tiempo. Mi hija ya había comido y exigía atención, y pronto llegaría la hora de acostarla a dormir la siesta. Tenía que evitar que se pusiera caprichosa por dormir; de lo contrario, no conseguiría acostarla y me quedaría sin la única hora para mí. ¡Y con todo eso conseguí subir de peso! Cinco kilos en tres semanas. Por supuesto, comencé a moverme menos y tampoco tenía tiempo para ir al gimnasio, pero no pensé que me transformaría tanto y tan rápido.

Y tras pasar 2 años, mi esposa volvió a trabajo

Dio la casualidad de que ella no pudo quedarse en casa hasta el final de su licencia por maternidad, se vio obligada a volver al trabajo un año antes. Y yo me quedé solo, con una niña de 2 años en mis brazos, durante su jornada laboral. Hasta entonces, las cosas no iban tan mal. Ahora, comencé a dormir todavía menos teniendo aún más trabajo.

Pensaba que estar en casa significaba columpiarme con mi hija y leerle libros todo el día

Cuando se cerró la puerta de nuestra casa detrás de mi esposa, se me cayó todo encima de golpe. Días enteros limpiaba, cocinaba, recogía. Cuando le pregunté a mi esposa cómo había lidiado con esto antes, ella solamente sonreía. Y luego, dándome unas palmaditas en el hombro, me dijo que solo tenía que aprender el oficio. Pero por mucho que trataba de llevar a cabo rápidamente una tarea, los demás problemas no me esperaban quietos, su situación empeoraba. Crecían las montañas de basura y no quedaban muy detrás de estas las montañas de ropa sucia y platos por lavar. Mi hija se aburría cada vez más y los gatos ya maullaban de hambre. Con todo eso, dormía tan solo de 3 a 4 horas, de las cuales, una y media, lo hacía por la tarde durante la siesta de mi niña.

A veces, por las mañanas, simplemente, no quería levantarme de la cama, me quedaba tumbado esperando que hoy mi esposa y mi hija pudieran sin mí

Mi lugar de trabajo, en la cocina. Y no porque soy “amo de casa”. Muy a menudo, trabajo y cocino a la vez. Por separado, simplemente, no tengo tiempo para estas dos tareas.

Porque si me levanto, los quehaceres no terminarán sino hasta la noche y ya no tendré tiempo para descansar. Tendré que hacer el café, preparar el desayuno, jugar con mi hija, después el almuerzo, la cena y recoger. Y lo más importante es que mi esposa a veces finge o, tal vez, no se da cuenta de que estoy cansado. Quizás, soy una roca para ella, que simplemente no puede estremecerse, pero incluso yo en ocasiones necesito un respiro.

No recordaba la última vez que tomé algo más fuerte que un jugo de manzana casero, vi un partido de fútbol en televisión o hablé de deportes

Poco a poco, todas aquellas personas, chicos y chicas, con quienes hablaba todavía desde la época de estudiante, se esfumaron. Parecía que no hace mucho un compañero me había llamado proponiendo organizar entre los dos una sesión de fotos para nuestras esposas con comida y música y luego irnos al cine, y ahora, en mi registro de llamadas solo encuentro una tienda infantil y la lavandería. Durante casi 2 años no salí de casa después de las ocho de la noche. En cuanto mi hija se quedaba dormida, me ponía con los quehaceres domésticos y luego me iba a dormir. Me dejaron de llamar para cumpleaños y bodas.

Continuaba siguiendo a mis amigos a través de las redes sociales y me sorprendió saber que algunos de ellos me habían bloqueado. Es curioso que el primero que dejó de hablar conmigo fue un compañero de la universidad de nuestro grupo que tuvo un hijo antes que los demás. Ahora pienso, ¿tal vez fuimos nosotros quienes nos alejamos de él en aquel entonces, al igual que ahora los demás me abandonaron a mí?

Sin embargo, realmente, yo no era un amigo muy cómodo: no salía de casa por la noche, no invitaba a la mía, no podía prestar dinero

Por desgracia, una persona que está sentada en casa sigue necesitando comida y ropa. Así que yo trabajaba telemáticamente. Mi casa es mi oficina. Cuando no estaba ocupado con mi hija, trabajaba, y viceversa. Hablando con sinceridad, no esperaba invitados. Tampoco tenía dinero extra, además, la mayor parte de este iba destinado a pañales, comida y el pago de facturas.

Una vez a la semana, mis padres me llamaban diciéndome que me habían encontrado un buen trabajo y que ya no tenía que quedarme en casa

El gato sorprendido porque mi juego de pajaritas de vestir estaba tirado en el suelo junto a Moana. Sin embargo, aquí no hay nada sorprendente, ahora no salgo a ningún lado, así que todo esto solo sirve para jugar.

Mis padres son buenas personas, de la vieja escuela, empezaron a trabajar cuando estaban en secundaria y continúan trabajando incluso ya jubilados. Así que primero traté de explicarles que se podía trabajar a distancia, pero en respuesta oí algo del tipo: “¿Cómo? ¿Por Internet? ¿Qué tontería es esa?”. Luego me harté y monté un escándalo. Expresé todo lo que pensaba acerca de su percepción sobre mi vida, les recordé que era mía, no de ellos, y que era libre de hacer aquello que creía conveniente. Dejamos de hablar durante un mes y, hasta ahora, nuestra relación no se ha arreglado del todo.

En algún momento, me di cuenta de que yo no era un buen “amo de casa”

No me da tiempo de cocinar comida sin parar, la casa siempre está desordenada y mi hija claramente carece de mi atención. Y al mismo tiempo, constantemente, me siento agotado. Un día, simplemente, me senté en medio de todo este desastre, apenas evitando sollozar. A toda voz, agitando las manos y sacudiendo la cabeza. Fue justo después de hablar con mis padres. Todo lo que se acumulaba en mí desde el momento de renunciar al trabajo encontró la salida. Sí, no tenía idea en absoluto de lo que significa ser amo de casa. Y no estaba preparado para esto. Pero ya no había vuelta atrás, mi esposa había firmado el contrato de trabajo y no teníamos dinero para una niñera. Sin embargo, tampoco se puede regresar al pasado, tuve que juntar mis pensamientos, aglutinar mis fuerzas y elaborar un plan.

Me di cuenta de que no podía ser un padre y esposo ideal

Simplemente, ya no podía mantener el mismo nivel de tensión. Terminaría sufriendo una crisis nerviosa. Tenía que priorizar y elegir qué cosas hacer en primer lugar y cuáles podrían esperar. Y resultó que tampoco tenía que ser perfecto, nadie esperaba eso de mí, ni mi esposa ni mi hija. La primera necesitaba a una pareja tranquila y razonable; la segunda, a un padre alegre y del que fiarse.

Aprendí a hacer todo poco a poco y disfrutar de los pequeños logros

Arriba está la lista de cosas por hacer (estoy terminando una remodelación en casa), debajo está la lista de compras, la elaboro para una semana y tacho a medida que voy completándola. Eso me motiva y es fácil tenerlo en mente.

Me resultó complicado obligarme a no prestar atención al desorden y los platos sucios, pero decidí que primero me ocuparía de mi hija y determiné el orden de las tareas domésticas.

  • Elaboramos un plan de paseos para saber de antemano a dónde ir.

  • Hicimos una lista de compras estándar, para no pensar qué comprar cada vez que paso por la tienda regresando del parque infantil.

  • Resultó que, en casa, mi hija puede entretenerse sola, para esto había pinturas, un juego de construcción, plastilina.

  • No es necesario tener tres juegos de platos y tazas en casa, basta con un juego mínimo: es más fácil de fregar y no ocupa espacio.

  • No hace falta organizar una limpieza total: es suficiente con devolver periódicamente las cosas a su lugar a medida que vas viéndolas y, simplemente, al igual que con la vajilla, reducir su cantidad en casa.

  • Es necesario obligarse a dormir. El descanso es más importante que todo lo anterior.

Así, poco a poco, aprendí la multitarea. Mientras escribía esta parte del texto, logré acercarme a la cocina y poner a hacerse la comida para mi hija. De paso, recogí un par de juguetes que yacían en el piso y, al abrir el refrigerador, anoté lo que había que comprar de comestibles.

Al mismo tiempo, no creo que esté ayudando a mi esposa con nuestra hija. Esto significaría que ella es la progenitora principal, y yo, el ayudante

Somos iguales en lo que se refiere a la crianza de nuestra hija y compartimos la misma responsabilidad. Y esto no significa que haga algo por encima de lo que puede y debe hacer un hombre, que sea algún tipo de hazaña. No, simplemente, soy esposo y padre, y ya está. Para mí, no hay cosas de mujeres o de hombres, solo aquello que hay que hacer sin importar el género.

Por la mañana, mientras mi esposa mantenía una reunión por Skype, preparé el desayuno para mi hija, cantando algunas canciones de Moana y nunca me sentí más varonil

Mido 183 cm, mi esposa,162, adivina quién llega a los estantes de los armarios de la cocina. Sí, en la cocina todo está hecho para mí.

Me encargaba de todo: comida, nuestra hija, toda la casa. ¿Cómo puede no gustarme eso? Me siento realizado como periodista, esto es suficiente para mí. No tengo auto, no voy al gimnasio, no llevo trajes caros. Ahora me enfrento a nuevos desafíos: pedagogía, psicología infantil, el arte de la cocina, al fin y al cabo.

Sé cuándo nuestra hija tiene que acostarse, cuándo va al baño y cuántos pañales nos quedan. Y en mi teléfono, en vez de fotos de chicas y motos, tengo imágenes de mi niña y nuestros gatos. Y ahora escribo este texto y mi pequeña está sentada en mi regazo montando una pirámide. Pero de todas mis acciones, dependen su vida, la vida de mi esposa y la mía. ¿Qué podría ser más importante, una visita al gimnasio o cuatro ruedas con motor?

Por supuesto, este texto no carece de jactancia, pero no escribí todo esto para presumir. Mi idea es sencilla: puedes ser un hombre en cualquier condición y no hace falta demostrar tu masculinidad a los demás porque lo importante es cómo te sientes tú mismo.

Comentarios

Recibir notificaciones

Es normal que la redactora jefa se sorprendiera porque no es lo habitual

-
-
Responder

Lecturas relacionadas