Ahora sé lo que es estar en una mesa de operaciones en un país extranjero (el seguro médico no es solo un trozo de papel)

Historias
hace 4 años

Si no eres un bloguero de viajes, entonces, como la mayoría de la gente, seguramente organizas tus vacaciones con anticipación. Lo mismo hicimos nosotros. Habíamos elegido un país no tan popular entre los turistas: Turquía. Durante las 2 semanas de nuestras maravillosas vacaciones cumplimos todos nuestros deseos y estábamos preparados para volver felices a casa. Pero el destino hizo sus ajustes, y a partir de allí, la trama se desarrolló como en una película dramática. Los problemas de salud pueden tomarnos por sorpresa en cualquier parte del mundo, pero generalmente no relacionamos esas situaciones con nosotros mismos: “A mí no me va a pasar”. Pero el último día de nuestras vacaciones pudo haber sido el último para mí, en el sentido más literal de la palabra.

Todavía no me he presentado. Me llamo Mariana y soy autora de Genial.guru. Hoy decidí contarte mi historia para que sepas cómo actuar en una situación así y no tengas miedo de tomar decisiones que muchas veces no son fáciles.

Episodio N° 1: nada presagiaba problemas

Nuestro penúltimo día comenzó de la misma manera que los demás: un desayuno perezoso y un traslado a la playa para nadar hasta cansarnos y respirar el aire del mar. Por la noche nos esperaban la cena y el armado de las maletas, ya que al día siguiente teníamos un vuelo nocturno. Mi actitud alegre comenzó a deteriorarse debido a una sensación de incomodidad en el abdomen y un dolor apenas perceptible en el estómago. Pensé: no es nada, ya pasará. Luego tomé un par de pastillas y por un tiempo me olvidé del dolor, solo quedó una sensación de incomodidad en el abdomen. Cuando me sentí mejor, con mi esposo y mis hijos nos despedimos del mar, juntamos algunas cosas y nos fuimos a la cama. Pero mi estómago comenzó a protestar.

Episodio N° 2: cuando ningún medicamento ayuda

Al principio pensé que era indigestión o intoxicación. Comencé a tomar pastillas para eliminar estos síntomas, pero no ayudaron, luego el dolor aumentó, así que tomé unos analgésicos. Eso tampoco funcionó. Y empecé a ponerme nerviosa. Nunca antes me había pasado que ninguna píldora o remedio me ayudara. Comencé a pensar: ¿y si es algo serio? No, me consolé, nada grave me puede pasar. Lo importante es calmar el dolor y llegar a casa.

La perspectiva de ir a un médico en Turquía me daba miedo, los estereotipos sobre los seguros médicos de los turistas no paraban de dar vueltas en mi cabeza. Un poco más tarde, al dolor abdominal se le sumaron la diarrea y los vómitos. Entonces pensé en la apendicitis, traté de comprobarlo con ejercicios especiales, no hubo ningún acierto. A la una en punto la paciencia se agotó y mi marido insistió en avisar al seguro y llamar al médico. Me resitía y me oponía, pero finalmente fuimos a la recepción del hotel y desde allí llamamos a la oficina de seguros, donde nos dijeron que dentro de 20 minutos llegaría un automóvil que me llevaría al médico. A partir de este momento, comenzó la cuenta regresiva hasta la hora X, pero eso lo entendería más tarde.

Episodio N° 3: aguantar es para peor

El automóvil llegó al hotel rápidamente, era una especie de taxi, y me llevaron a la clínica para ver al médico. Resultó ser pequeña, de un solo médico y su asistente. Llené un cuestionario y pagué 30 USD por la apertura de un caso con seguro extranjero. Luego, el médico me escuchó, asumiendo de inmediato que se trataba de una intoxicación, me inyectó un anestésico, me prescribió unas pastillas y me envió de vuelta al hotel.

Pero antes de que me fuera dijo: “Si el dolor no desaparece, vuelve”. Alrededor de las 3:00, finalmente llegué a la habitación, y me dormí rápidamente de agotamiento. Me desperté de un dolor agudo. La decisión se tomó de inmediato: basta de aguantar, necesitaba ir a un hospital normal y no a un pequeño puesto de primeros auxilios para los turistas que comieron y bebieron demasiado.

Episodio N° 4: llévenme a un hospital

Con toda la familia, fuimos a la recepción, ya no me movía precisamente como una gacela, el dolor en el estómago no me permitía dar pasos completos y mantener mi espalda recta. Una vez más contactamos con el seguro, explicando la situación. Después de un tiempo, llegó el mismo auto con el mismo conductor. Mi marido se quedó con los niños, y yo me fui hacia lo desconocido. El doctor se sorprendió de que volviera por una simple intoxicación. Insistí en que me llevaran a un hospital y me examinaran, expresé mis sospechas sobre la apendicitis, aunque me resistía a ese pensamiento con todas mis fuerzas. El personal se alarmó y contactó rápidamente a alguien, después de 15 minutos, ante mí apareció el hospital de la ciudad.

Episodio N°5: la operación es inevitable

Una vez en el hospital, me proporcionaron un acompañante y me enviaron a realizarme los análisis. Más tarde me examinó un médico clínico y confirmó mis sospechas. Luego se me realizó una ecografía, donde un médico alemán, sin dudarlo un instante, dijo que se trataba de una peritonitis y que había que operarla urgente. Los análisis mostraron un proceso inflamatorio. Empezaron a prepararme para la operación rápidamente, revisaron el funcionamiento del corazón y la reacción a la inminente anestesia.

Cuando me asignaron una habitación, mis sentimientos estallaron. Tenía miedo, mezclado con desesperación, dolor, desesperanza e incertidumbre. Logré llamar a mi esposo y a mis padres, contándoles la situación sin detalles innecesarios. Tenía que calmarme, no desarmarme y no sentir pena por mí. Por el temor a la operación, le pregunté al médico: “¿no hay ninguna posibilidad de que vuelva a casa hoy?”. Me miró como si estuviera loca, y solo dijo que era imposible y que era una amenaza para mi vida.

Mi estado comenzó a deteriorarse bruscamente, apareció una terrible debilidad y niebla en la cabeza. Pronto apareció una delegación de médicos, y me llevaron a la sala de operaciones. La apendicitis era grave, la operación duró 1,5 horas.

Después de eso, me desperté en la habitación bañada por el sol, y me llené de paz y alegría de saber que lo peor había pasado. Antes de la partida, mi esposo y mis hijos pasaron por el hospital para saludarme y apoyarme. Y luego tuve que extender mis “vacaciones” por otra semana más.

Episodio N° 6: las diferencias del período de recuperación y el tratamiento cubiertos por el seguro

Un médico entró en la habitación para averiguar sobre mi estado y contarme sobre la operación, y agregó que difícilmente habría llegado a mi casa viva sin ella. Yo ya lo había entendido. Aunque me había aterrorizado realizar una operación de emergencia en un país extranjero, esa decisión había sido la única correcta. Desafortunadamente, en mi caso fue imposible realizar una laparoscopía, por lo que se me realizó una cirugía abdominal. Me sorprendieron las diferencias en la recuperación postoperatoria: no había ninguna dieta que seguir, ya era posible bañarse al segundo día. La costura se cubría especialmente con un apósito líquido.

Cada noche me hacían caminar, hasta me armé una ruta: hasta la terraza de los limoneros y de vuelta a la habitación. Unos días más tarde, fui contactada por un seguro, que me ofreció pasajes de regreso para elegir. Los médicos y el personal del hospital fueron muy amables y atentos. También me visitó el personal del hospital responsable de trabajar con los extranjeros. Quiero enfatizar que la compañía de seguros se hizo cargo de todos los costos, no pagué ni un centavo, aparte de la apertura de un caso con seguro extranjero. De no haber tenido seguro, tendría que haber pagado todo de mi propio bolsillo. Pero aquí es importante un claro algoritmo de acciones: si te sucede algo, debes llamar de inmediato al departamento de seguros y no ir a alguna clínica y pagar por sus servicios por tu cuenta.

Episodio N° 7: el camino a casa

Una semana más tarde, fui dada de alta y me esperaba un incómodo camino a casa. Qué felicidad fue estar en casa después de todas esas pruebas. Otra semana más tarde, me retiraron los puntos, y la cirujana elogió el trabajo del médico turco que me había hecho una hermosa puntada cosmética. Muchas veces recuerdo y le agradezco al médico que me salvó la vida, porque eso fue lo que había hecho. Supe por mi propia experiencia que una póliza de seguro médico para viajar al extranjero no es solo un trozo de papel que se puede arrugar y poner en una maleta. Es un documento importante y necesario que puede ser útil.

Posdata

Les cuento mi historia a mis amigos para que tengan menos miedo y estereotipos con respecto a las situaciones de este tipo. No soportes el dolor, no esperes a llegar a tu país natal, no tengas miedo de buscar ayuda médica en el extranjero; hacerlo puede costarte muy caro. Entiendo que hay casos y casos. Solo estoy hablando de mi experiencia, que ahora tú también conoces. Comparte esta historia con tus amigos que viajan seguido al extranjero.

Comentarios

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También que mala suerte justo apendicitis en ese momento…

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