Para mi perrito que amé tanto, y cuyo recuerdo no quiero que desaparezca

Historias
hace 1 año

No es de extrañar que los perros sean las mascotas domésticas por excelencia de los humanos. Su fidelidad, protección y amor que brindan a sus dueños, los hacen únicos y completamente adorables. A lo largo de la historia, existen miles de anécdotas que dan fe de esta devoción, que quienes han tenido y amado a un perro, entienden perfecto cómo se hacen parte de sus familias. Esta es la historia de una chica que amó tanto a su perro, que a través de una carta buscó que su existencia fuera conocida por otras personas y así honrar, de cierta forma, la vida de su tan querido animal.

Si te gustan las historias sobre caninos adorables, puedes también leer estos artículos, uno, dos, trescuatro. Y si quieres conocer la explicación científica del dolor que se puede sentir debido a su fallecimiento, puedes leer este artículo.

Mi perro se llamaba Chico por la película Ventana Secreta: “¡Hey, Chico!”, solíamos decirle. Él era un schnauzer tamaño estándar, ni grande, ni pequeño, con patas anchas y muy trompón. Se lo habían regalado a mi papá, y mi mamá me llamó diciéndome que ellos no lo podrían tener, así que fui a verlo, y desde el primer momento sentí una especie de explosión en mi corazón, algo tan único que solo pude llevármelo a casa.

Chico siempre me provocó demasiada ternura, era de esos perros que parece que siempre están sonriendo, especialmente si estaba encima de mí. Toda su esencia era de un ser bonachón, cariñoso, juguetón, valiente y comilón. Esto último fue motivo de muchas risas, de fotos robándome comida, de cosas que creyó que eran comida y se comió sin permiso, e incluso protagonista de historias, como una vez que logró abrir el refrigerador y se comió todo un queso, por lo que tuve que comprar un seguro para niños y así evitar que volviera a abrirlo... aunque al final, esta característica también fue motivo de su muerte.

Chico estaba por cumplir 10 años, y en su oreja le había salido una bolita que le molestaba cada vez que se sacudía, el veterinario dijo que era normal, un vasito de una vena se tronó y se hizo un coágulo, así que una operación sencilla lo drenaría y estaría como nuevo. Sin embargo, él siempre fue muy travieso y por un descuido tiró un bote de basura y comió algo en la veterinaria, y lo que parecía ser consecuencias de su operación (inapetencia, poca movilidad) terminó con su vida.

Esa noche tuve que internarlo y permaneció en el hospital por 3 días. Intentaron sacarlo adelante, pero ya nada se podía hacer. Yo fui a verlo a diario y me quedaba sentaba con él, tomaba su carita y aunque lo notaba triste, le prometí llevarlo a la playa en cuanto se compusiera. Pasados esos tres días, el veterinario me dijo que médicamente se había hecho lo posible, era hora de regresar a casa y ver cómo evolucionaba.

Ahora entiendo que Chico soportó todo porque era valiente, como siempre fue, no se rindió en el hospital para poder estar conmigo y despedirse. No negaré que al principio pensé que libraría la noche y el hecho de estar conmigo le daría la fuerza necesaria para salir adelante, pero conforme pasaron las horas me di cuenta de que simplemente él había vuelto para no irse sin mí.

También le di las gracias, por todos los momentos que vivimos, como cuando le quitaba con cuidado las calcetitas a mis hijas para jugar, o me acompañaba a cocinar, a ver si se me caía algo e irremediablemente, no podía con su trompota, y le terminaba compartiendo un pedazo. También le dije que fue el mejor perro que pudo ser, el más valiente y bueno y le prometí ser valiente como él, incluso en ese momento. Con todo y mi corazón roto yo solo quería que se sintiera tranquilo, sin miedo y conmigo a su lado.

Chico murió más tarde esa noche, yo caí dormida y no me percaté, sé que trascendió sin sufrir y mirándome. Hoy yacen sus cenizas en un espacio de la casa donde le gustaba pasar sus tardes. Y en cada Día de Muertos, el altar es para él, revivo su recuerdo porque aunque han pasado más de dos años, aún extraño mucho a ese chico trompudo y comilón que se robó mi corazón.

Cómo vivir el duelo de una mascota

Existen varios consejos sobre qué esperar, cómo enfrentar la muerte de una mascota, e incluso qué hacer si un ser cercano atraviesa este duelo, algunos son:

  • Aceptar que se está en duelo. La conexión y el vínculo con una mascota puede ser tan grande que es normal e inevitable sentir dolor con su fallecimiento.
  • El proceso de duelo es diferente para todos. Para algunos puede durar días, para otros años. Sentimientos como ira, culpa, depresión y aceptación de la realidad, son los pasos comunes por los que se atraviesa en un duelo. El tiempo que cada uno pasa en esa etapa es tan individual como cada persona.
  • Buscar ayuda. Si se siente la necesidad de conectar con otros que puedan empatizar sobre la pérdida, está bien hacerlo. Se pueden buscar grupos de apoyo o incluso contactar con amigos o familia, son también buenas herramientas.
  • Expresar los sentimientos. Puede ser en una carta, diario, poema, ensayo o cuento. O hacer un funeral para la mascota. Expresar lo que se siente da una sensación de cierre y ayuda al procesamiento de esta nueva realidad, en la que la mascota ya no se encuentra en su vida.
  • Acompañar sin juzgar. Si no tienes mascotas, pero un ser querido cercano está atravesando por un duelo así, lo mejor es escucharlo sin juzgar. Recordemos que el proceso es distinto y válido para cada persona.

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