Cómo la regla de 20 minutos ha cambiado mi vida

Historias
hace 4 años

Me llamo Irina, tengo 38 años y soy una persona muy desorganizada. Esto me impide lograr mis objetivos. Y los tengo. Por ejemplo, estudiar un idioma extranjero, desarrollar musculatura, aprender a dibujar y, al final, acostumbrarme a tener las cosas en orden: confieso que odio hacerlo. Decidí que durante 1 mes iba a seguir la regla de los 20 minutos, es decir, dedicar a cada una de estas tareas un tercio de una hora al día.

Ya había contado a los lectores de Genial.guru cómo renuncié al alcohol y el tabaco, y cómo empecé a deshacerme de los kilos de más. Por cierto, hasta el día de hoy, no bebo ni fumo y sigo perdiendo peso. Y ya ha llegado la hora de emprender un nuevo experimento.

Tarea número 1: mejorar la musculatura y perder peso

Antes. Desde que empecé a adelgazar, he perdido 30 kilos, sin embargo, dado que la actividad física no era intensa, mis músculos no estaban en sus mejores condiciones. Además, tenía grandes problemas de equilibrio: no podía permanecer apoyada solo en una pierna por más de unos segundos y esto era también algo que quería mejorar.

Antes de eso, hacía deporte, pero de manera irregular: no más de 1-2 veces por semana, y, obviamente, tenía poco sentido. Mi récord manteniendo la plancha fue de 1 minuto y 1 segundo, y después de alcanzarlo ya no tenía ganas de moverme en absoluto.

Durante. La carga en los ejercicios era igual: flexiones, planchas, sentadillas y ejercicios con un expansor simple pero efectivo, que utilicé para brazos y piernas.

Durante el mes asignado para el experimento, incrementé el tiempo manteniendo la plancha hasta 5 minutos y un poco más. Además de los músculos notablemente fortalecidos, comencé a poseer un mejor equilibrio: logré aguantar, apoyada en un pie, durante un minuto y medio. También, los músculos de los brazos y del muslo se han vuelto más prominentes.

Dos semanas después. Continúo con mis entrenamientos todos los días, pero ya durante media hora y, al parecer, se ha desarrollado una pequeña adicción. Pero eso es bueno.

Conclusión. Funciona. Y, por cierto, la plancha realmente fortalece los músculos, incluso en poco tiempo. Es más, mi peso durante el experimento disminuyó 5 kilos en vez de los 2 habituales durante los últimos meses.

Tarea número 2: mejorar mis habilidades mentales

Antes. Siempre tuve ganas de aprender a jugar al ajedrez y al póker, pero, desafortunadamente, mi mente “de humanidades” se resistía de todas las maneras posibles. Por supuesto, los simples problemas lógicos del tipo “Cada estudiante tiene un lápiz. Cualquiera que tenga un lápiz es estudiante”, los puedo resolver, pero los más complejos resultaban muy difíciles para mí. El objetivo que me marqué era bastante elevado (para mí): resolver el famoso rompecabezas de Einstein.

Durante. Probablemente, tal vez, este sea uno de los puntos más complejos del experimento porque el libro de texto que elegí para dominar los conceptos básicos del pensamiento lógico resultó ser muy complicado. Tanto es así que a un capítulo le dedicaba 3, y a veces 4 días, y no 20 minutos, sino 40. Pero me costaba mucho llegar a aprender aquello que estaba estudiando. Sin embargo, logré mi objetivo: aprobé el examen en forma de resolver el enigma del gran genio, aunque me supuso alrededor de una hora hacerlo.

Dos semanas después. Sigo estudiando el libro de texto y parece que comprenderlo se está volviendo más sencillo. Después de este, tengo planificado leer el “Órganon” de Aristóteles y luego ponerme con el tutorial de ajedrez.

Conclusión. Este es el resultado más importante del experimento para mí, que demostró que incluso un amante empedernido de las letras puede convertirse en un pequeño experto en matemáticas.

Tarea número 3: estudiar un idioma extranjero

Antes. Comencé a estudiar noruego unos seis meses antes del experimento, pero no avancé mucho: dominé un poco su difícil pronunciación y aprendí a leer varias combinaciones de letras correctamente: en este idioma, nada de eso es simple. Mi vocabulario era escaso: solo podía presentarme y contar algunas cosas sobre mí misma. Mi objetivo era ver un capítulo de la serie “Skam” (“Vergüenza”) y entender al menos la mitad de lo que decían.

Durante. Dividí la lección de 20 minutos en 2 bloques: 10 minutos para un libro de texto y la misma cantidad para ver un video-tutorial en Internet. Además, a cada lección y video le asignaba 3 días. El primer bloque ayuda a manejar la gramática y aprender nuevas palabras, mientras que el segundo, a percibir el habla al oído, lo cual es bastante difícil, teniendo en cuenta su fonética compleja y un número elevado de dialectos. Tras 20 días, puse “Vergüenza” y, para mi sorpresa, en términos generales, logré entender de qué estaban hablando los personajes. Es cierto que tenía puesto los subtítulos, pero también en noruego.

Dos semanas después. El plan de estudios seguía siendo el mismo, pero añadí otros 10 minutos para ver la televisión noruega. Y cuanto más lo hago, más entiendo el idioma. Mi próximo objetivo es ver el largometraje “Thelma”.

Conclusión. Desde mi punto de vista, este es uno de los resultados más significativos de todo el experimento. El método funciona por completo, pero quizás 20 minutos no sean suficientes.

Tarea número 4: aprender a levantarme 20 minutos antes

Antes. Hace aproximadamente un año, me enseñé a mí misma a despertarme a las 6:30 de la mañana para que me diera tiempo a hacer todo lo posible. Pensé que 20 minutos nunca estaban de más y decidí adelantar la hora de levantarme un tercio de hora más. Para mí, siendo un pájaro nocturno de toda la vida, me parecía bastante difícil lograrlo, dado que me llevó acostumbrarme a una nueva rutina unos seis meses.

Durante el experimento. Básicamente no tengo nada que contar sobre esto, porque, al contrario de mis expectativas, no me resultó difícil cumplir con esta condición: me levantaba fácilmente de la cama a las 6:10, a pesar de que me iba a dormir a la hora de siempre. Lo importante es no seguir tumbada en la cama, sino poner los pies en el suelo justo al sonar la alarma. Pero el beneficio fue notorio: si antes me sentaba para trabajar a las 7:00, ahora, a las 6:30. Ni tenía ni tengo somnolencia, ni empeoramiento de la concentración ni pérdida de atención.

Dos semanas después. Ahora pongo el despertador a las 6:00 y planeo adelantar la hora de despertarme 10 minutos una vez al mes hasta que llegue a las 5:30.

Conclusión. Cualquier persona, incluso aquella que se considera un pájaro nocturno puede aprender a levantarse más temprano. Si, por supuesto, alberga este objetivo.

Tarea número 5: dominar una habilidad de la que careces de talento por naturaleza

Antes. Tuve el deseo de aprender a dibujar durante mucho tiempo, pero me parecía aterrador empezar: debido a mi carácter, me cuesta mucho asimilar los más mínimos fracasos y mis habilidades artísticas, por decirlo suavemente, son bastante mediocres. Me atraen especialmente los retratos. Por eso, como objetivo, opté por los labios, ya que me parecen la parte más expresiva del rostro humano.

Durante. En mi libro para aprender, establecía que primero hacía falta probar a retratar el objeto tanto como permita el nivel del estudiante en cuestión. Dado que el “artista” era muy principiante, el resultado quedaba muy lejos de lo deseado, sin embargo, ya en una semana el progreso se hizo visible. Para la tercera semana del experimento, los labios me salieron mejor y al final de la última logré dibujar un ojo.

Dos semanas después. En realidad, cualquier persona puede dominar los conceptos básicos de las bellas artes, lo importante es la práctica. Sigo dibujando, pero ya no lo hago a diario. No apareció una gran pasión por la pintura, pero confío en que conseguiré mi objetivo: crear un retrato.

Conclusión. Funciona si uno tiene suficientes ganas.

Tarea número 6: trabajar sin distracciones durante 20 minutos

Antes. Como ya mencioné previamente, soy una persona desorganizada, por lo que es vital para mí aprender a concentrarme en el trabajo. Me resultaba complicado, aunque ya había intentado acostumbrarme a la disciplina, que terminaba siempre en fracaso.

Durante. Instalé una extensión especial en el navegador, que me cuenta el tiempo que trabajo y descanso, cerrando todas las pestañas potencialmente que me distraen como YouTube o Instagram. Para no fijarme en sonidos extraños, me puse tapones en los oídos que me aislaban al 100 % de cualquier ruido.

Los primeros días resultó muy difícil para mí no abrir una pestaña “prohibida”, pero los 20 minutos pasaron tan rápido que incluso quería retrasar el tiempo de descanso y trabajar un poco más, sin embargo, seguí estrictamente la norma. Tras pasar una semana, ya podía trabajar sin tapones en los oídos: mi cerebro aprendió a concentrarse por completo en el trabajo y desconectar de todo lo innecesario.

Dos semanas después. El método ha echado raíces y lo sigo a rajatabla, no en vano, ahora dedico 30 minutos a trabajar y 7 minutos en vez de 5 a descansar. Cada tres horas hago una pausa para llevar a cabo una de las rutinas de 20 minutos, por ejemplo, estudiar noruego o leer mi libro de lógica.

Conclusión. Funciona y muy bien. La productividad aumenta notablemente, mientras que la fatiga, por el contrario, disminuye. Lo importante es acostumbrarse a no distraerse con asuntos extraños durante el tiempo asignado al trabajo.

Tarea número 7: acostumbrarme al orden

Resultó que después de ordenar las estanterías, estas gozan de mucho más espacio libre.

Antes. Odio la limpieza y la considero la cosa más desagradable del mundo. Vivo con una amiga que una vez por semana organiza un “día de limpieza” y mis responsabilidades incluyen solo cocinar y pasar la aspiradora por el departamento. Sin embargo, el experimento de 20 minutos no se lleva a cabo solo por placer, sino por necesidad también, por eso, la limpieza formó parte de mi plan.

Durante. Honestamente, esta parte del “programa de mínimos” se interrumpió tras pasar dos semanas, ya que la cantidad de células nerviosas que perdí en el proceso llegó a un nivel crítico. Me dio tiempo a ordenar varios armarios en la cocina y uno de ropa, así como limpiar el polvo en todas las estanterías, 11 en total, limpiar el refrigerador y poner en su sitio un montón de prendas colgadas de una barra de ejercicios no destinada para tal fin. En pocas palabras, el método es realmente efectivo.

Dos semanas después. Fracaso completo y rotundo. Empecé a odiar la limpieza más que nunca, pero debo admitir que se produjo mucho más orden en casa durante mi breve experimento.

Conclusión. Funciona, pero no despierta amor por las tareas domésticas.

Tarea número 8: aprender a descansar por completo

Antes. Para mí, descansar es una oportunidad para leer un libro, ver una película o un video en uno de mis canales favoritos de ciencia y educación. Sin embargo, la regla de los 20 minutos supone que el descanso es algo diferente: tienes que simplemente tumbarte, escuchar música ligera y pensar en algo agradable.

Durante. Aunque pensaba que era el momento más sencillo de todos los puntos del programa, en realidad, resultó ser el más complicado. Tal vez, yo no sepa relajarme porque durante esos 20 minutos “sin hacer nada” estuve constantemente pensando en todo lo que podía ver o leer durante este momento. Y en una ocasión, incluso la pasé pensando en que ya había pasado la mitad de mi vida y yo estaba tumbada en la cama sin hacer nada. El experimento se interrumpió en la tercera semana debido a un fracaso más que obvio.

Dos semanas después. Por lo visto, una relajación de este tipo no es para mí. No en vano, ahora dedico 20 minutos al día a leer o ver algo ligero y pasajero.

Conclusión. Es probable que este tipo de relajación sea ideal para las personas que pueden sumergirse en pensamientos positivos o ya han dominado el arte de la meditación.

Tarea número 9: dominar una habilidad desde cero

Antes. Mi madre lleva tejiendo toda su vida y en varias ocasiones trató de inculcarme este pasatiempo, pero no aparecían deseos en mí para tal fin. Dicen que tejer llega a asemejarse a la meditación, y dado que soy una persona bastante nerviosa, decidí tratar de dominar esta habilidad.

Durante. Para aprender, elegí videos en Internet dirigidos a los niños. Mis primeros días me dolieron los dedos como si alguien los hubiera golpeado con un martillo y por las noches soñaba con un inquisidor que los metía en una prensa. Una semana después, el dolor desapareció y aprendí a hacer bucles en las agujas de tejer con sumo cuidado. Al final de los siguientes 7 días ya conseguí tejer de manera uniforme y al comienzo de la tercera semana decidí elaborar un gorro para la muñeca de mi sobrina, el cual logré terminar en los días restantes del experimento.

Dos semanas después. Una vez más, me di cuenta de que yo y el tejer no estamos hechos el uno para el otro, por lo que los hilos y las agujas fueron desechados para siempre.

Conclusión. Aprender a tejer cosas sencillas en un mes es bastante posible.

Resultados del experimento

A pesar de que algunos puntos del programa mensual no fluyeron sin dificultad, en líneas generales, estoy satisfecha con el experimento. Me enseñé a mí misma a trabajar sin distraerme, mejoré notablemente el noruego, aprendí a tejer y un poco a dibujar. Pero también hay cosas que no han cambiado, por ejemplo, no domino el arte de la relajación. Y con algunos de estos puntos me peleé por completo: ahora odio limpiar más si cabe, aunque no puedo no reconocer la eficacia del método.

Ahora, entre mis planes, está el de vencer a la computadora al ajedrez. De momento, ando por el nivel inicial. Pero solo por ahora.

Y tú, ¿cómo organizas tu vida? ¿Tal vez tengas tus métodos propios? ¿O eres una persona disciplinada por naturaleza? Comparte tu experiencia en los comentarios.

Comentarios

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No soy nada disciplinada ni conocía la regla de los 20 minutos. Creo que tendré que utilizarla para lograr algunos objetivos

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Yo intenté con el inglés lo de dedicarle 20 minutos al día pero no era nada constante

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