Una historia que demuestra que en ocasiones los padres ponen su propia comodidad por encima de la de sus hijos

Historias
hace 2 años

La idea de que tenemos una deuda de gratitud con nuestros padres puede ser cierta. Pero hay ocasiones en las que algunos miembros de la familia no solo exigen que paguemos esta deuda, sino que además la quieren con todo e intereses. Precisamente de eso se trata la historia que escribió el autor del canal ¡No necesito un agente inmobiliario!

En Genial.guru esperamos que no hayas tenido que enfrentarte a lo que le pasó a la protagonista de nuestra historia. Y deseamos que este episodio solo sea un amargo recuerdo del pasado.

Sofía aún seguía durmiendo en su primer y verdadero día libre, cuando de pronto sonó el teléfono.

La única llamada que podía recibir era de sus padres, puesto que ella había colocado el modo “No molestar” en su teléfono.

—¡Hola, sí! ¿Todo bien?

—¿Sigues durmiendo? ¡¿A las 10 de mañana?!

—¡Mamá, es mi día de descanso! ¿Qué pasó?

—Tu padre y yo decidimos que estaríamos más cómodos viviendo en la ciudad. El aire fresco y la tranquilidad son cosas increíbles, pero vivir en la ciudad es una comodidad. Así es que prepárate. El lunes estaremos contigo.

—¡¿Qué?! ¿Se quieren venir a vivir a mi departamento?

—¡¿Y a dónde más?! ¡No olvides que nosotros te dimos nuestro dinero para comprar ese departamento!

—En primer lugar, solo me dieron la mitad. Y, por otra parte, ya les he dicho miles de veces que estoy muy agradecida por eso. Pero este es mi departamento.

—Sofía, no te comportes como una niña ofendida. A ti te gusta vivir en las afueras de la ciudad. Aquí tienes tranquilidad y además está más cerca de tu trabajo. No olvides que te gusta vivir aquí.

Sofía suspiró. Estaba cansada de esto, todos los años era lo mismo. Y desde hacía tiempo, ya había dejado de luchar.

—Está bien, será como ustedes digan.

—¡Ya verás cómo no pasa nada! Entonces mañana iremos con nuestras cosas. ¡Espéranos!

Sofía se mudó a casa de sus padres, en las afueras de la ciudad, y ellos a su departamento. En honor a la verdad, ella ahí se sentía más cómoda. Su trabajo le quedaba más cerca y nadie la molestaba, podía vivir como quería.

Sí, las labores de casa eran mucho mayores. Pero también el espacio le daba la oportunidad de tener más cosas.

Una mañana de octubre, los padres de Sofía le hablaron con la siguiente noticia:

—¡Tu hermano Bernardo vendrá con su familia! Nos va a traer a los niños.

—¡Me alegro por ustedes!

A Sofía todo el tiempo le ponían el ejemplo de su hermano mayor: un increíble trabajo, familia, hijos, en general, todo lo que ella no tenía. Y ahora Bernardo posiblemente dejaría a los niños con sus padres y se iría a hacer sus cosas.

—Bueno, hija. Necesitamos la casa por unas dos semanas. Ya sabes, con los niños en un departamento tan pequeño es imposible, ¡así que prepárate para regresar al departamento!

—No puedo. Yo ya me he instalado por completo aquí. Nos pusimos de acuerdo en que sería hasta la primavera. Así que no me iré de aquí.

—¡No digas tonterías! —exclamó el papá con dureza—. Apiádate de tus padres, que no podemos tener a dos bodoques en el departamento. ¡Empaca tus cosas!

Sofía estaba deprimida, pero no tenía ganas de discutir. Empacó sus cosas y se mudó a su departamento después de 3 días. No alcanzó a ver a Bernardo porque ya se había ido. Pero esta vez, había ido sin su superhermosa esposa.

Sofía llegó al departamento y no lo reconoció. No faltaba nada. Solo que habían reorganizado todo. Había suciedad por todas partes, como si no hubieran limpiado en semanas. Pero no iba a acusar a sus padres de nada, eso sería solo una pérdida de tiempo.

Después de vivir casi 3 semanas en su departamento, Sofía recibió un nuevo aviso para que se mudara:

—Bernardo vendrá a recoger a los niños. Y aquí es muy aburrido para nosotros. Empaca tus cosas, tenemos que llegar a la ciudad. Ahí estamos más cerca de los servicios médicos.

Para sorpresa de su papá y su mamá, Sofía ni siquiera se molestó en objetar esa decisión. Aceptó tranquilamente y les pidió 3 días para empacar sus cosas.

Cuando llegó la hora de mudarse, los padres, con su infinidad de cosas, intentaron abrir la puerta del departamento de su hija.

Se sorprendieron porque la llave no abrió y la llamaron.

—No sé qué puede pasar con sus llaves. ¿Tal vez se confundieron? Intenten tocar a la puerta.

—¿Acaso estás en casa?

—Estoy en el trabajo. Pero ustedes toquen a la puerta.

Sin entender nada, el papá tocó a la puerta. Para su gran sorpresa, un joven les abrió la puerta.

—Buen día. ¿Ustedes son los papás de Sofía? Ella me pidió que les diera algo.

El joven entregó en las manos de la angustiada madre un sobre. En ese momento cerró la puerta del departamento. En el sobre había una breve nota: “He comenzado a dar en renta el departamento, así que no podrán vivir ahí, regresen a su casa en las afueras de la ciudad. Y no olviden revisar la calefacción y la bomba de agua antes de que llegue el invierno”.

Los papás leyeron tres veces la nota y no podían entender qué pasaba.

Para buscar una respuesta, nuevamente le hablaron a su hija:

—¿Qué has hecho? ¡Les has quitado a tus papás su vivienda!

—¡Qué dicen! Este es mi departamento. Sí, yo sé que me lo regalaron. Sé lo complicado que fue esto. Pero el departamento es mío y puedo hacer con él lo que quiera.

—Muy bien, ¿entonces así lo has “decidido”? ¿Y por qué no lo consultaste con nosotros?

—¿Y por qué habría de hacerlo?

—¡Porque nosotros queríamos vivir en este departamento! ¿Acaso no somos nada para ti? ¡Desaloja a tu inquilino de inmediato y entréganos las llaves del departamento!

—¡No! El departamento es mío. Y yo lo estoy arrendando. Si no quieren vivir en la casa, entonces ese es su problema.

—Espera, ¿y tú dónde vives?

—Vivo con un amigo.

—¿Amigo?

—Sí, vivimos juntos desde hace 2 años. La verdad es que ustedes, durante todo este tiempo, nunca me preguntaron sobre mi vida personal. Pero bueno, me tengo que ir a trabajar. ¡Mucha suerte en su casa!

Los padres regañaron durante mucho tiempo a su hija, pero no les quedó otra opción que vivir en su casa en las afueras de la ciudad, en una zona casi deshabitada. Ellos no podían creer que Sofía los hubiera “traicionado”.

Hablaron con su hijo y estaban esperanzados en que los ayudaría a regresar rápido a la ciudad, ya que cuanto más se acercaba el invierno, menos y menos les gustaba vivir ahí. Sin embargo, Bernardo no pudo ayudarlos. Por el contrario, hizo enojar aún más a sus padres, ya que él se divorció y los niños se quedaron con su mamá, la cual hasta el momento se había negado a que los niños visitaran a sus abuelos.

Sofía ni siquiera saludó a sus papás en Navidad y Año Nuevo.

Ella estaba tan feliz de no saber nada de sus padres y su hermano. A pesar de que este último le había contado todo cuando le pidió vivir en su departamento. Cuando ella le preguntó qué había hecho con todo el dinero que le habían dado sus padres, él se limitó a sonreír con tristeza y a hablarle acerca del divorcio, la separación de bienes y los procedimientos judiciales.

Pero a Sofía todo esto le era indiferente. Ella tenía una vida propia y, sobre todo, su propia vivienda.

La editorial de Genial.guru publica este texto con permiso del autor del canal ¡No necesito un agente inmobiliario!

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