Una historia sobre cómo el amor siempre llega inesperadamente y es inútil resistirse a él

Historias
hace 5 años

El amor lo conquista todo. Es capaz de calentar y ablandar el corazón más frío y más duro. Gracias a ese sentimiento nos transformamos, nos volvemos mejores y más amables, aún si antes no considerábamos necesario cambiar nada en nosotros mismos o en nuestra vida. Eso le pasó a la heroína de esta historia, que cometió un “error” y se enamoró a primera vista de alguien a quien no tenía absolutamente ninguna intención de apegarse.

Con el permiso de la autora, la famosa psicóloga y escritora, Anna Kiryanova, Genial.guru comparte contigo una bondadosa y cálida historia sobre cómo el amor verdadero puede cambiar la vida de una persona en 180 grados.

Una mujer cometió un terrible error en Navidad. Al principio hizo todo bien, o eso pensaba. Se puso unas botas altas, al estilo militar, un abrigo de piel y un enorme y abrigado gorro. Se sentó al volante de su jeep y condujo hacia la casa de una idiota. De una serpiente egoísta. Para poner las cosas en su lugar.

Digamos que el nombre de la mujer era Clara Sánchez. Ella tenía un hijo único, a quién había tenido tarde, solo para ella. Y vivieron juntos durante treinta años. Amaba a su hijo locamente. Por él vivía y trabajaba con todas sus fuerzas. Y se hizo rica por él. Y su hijo conoció a una chica llamada Eli, que vivía en un barrio pobre. ¡Y encima tenía un hijo!

Clara sabía cómo era la gente. Sabía que esa chiruza, como llamaba a Eli, quería quitarle a su hijo y sacar provecho de su dinero. Así que iba a poner las cosas en claro para la chiruza, porque había logrado averiguar dónde vive. Y decidió intimidar o sobornar a esa Eli, dependiendo de cómo salgan las cosas. Pero alejar a la serpiente de su hijo, que había dejado de hacerle caso a su madre y hablaba de casarse.

Clara Sánchez parecía un bulldog. Su rostro pesado y lleno de arrugas y pliegues. Y sus ojos ardían de ira, como los del sabueso de los Baskerville. Era una mujer grande como un monumento a la Patria. Y, quizás, se podría decir que se parecía un poco a la abominable mujer de las nieves.

Por el camino, Clara Sánchez compró algunas manzanas y peras. Y un sonajero para el bebé. Porque, después de todo, era Navidad. Y había que comenzar la conversación de alguna manera, ¿verdad? ¡Ella no era una bestia feroz, no era un jaguar salvaje!

Así que lo estaba haciendo todo bien. Llamó al timbre, entró como un cíclope, se quitó las botas y el abrigo de piel. Felicitó por la Navidad a esa chiruza, y ya estaba por comenzar su discurso, pero entonces, vio al niño en el corralito.

Un niño pequeño y blanquito. Que se llamaba Pedrito, según dijo tímidamente Eli, que estaba de pie y temblaba de miedo. Porque, ¡créeme que Clara Sánchez podía asustar!

Clara Sánchez se acercó al corralito y le dio al niño el sonajero. ¡Toma! Y entonces, el pequeño de repente estalló en una risa tan alegre que Clara hasta se sobresaltó. El niño agarró el sonajero por el asa y comenzó a mover alegremente las piernas en unos pequeños calcetines, sujetándose con una mano de un barrote del corralito, como si estuviera bailando. A la vez, agitaba el sonajero y no apartaba sus ojos azules de Clara. Y también chillaba de alegría. Por alguna razón, ¡Clara Sánchez le había causado al pequeño una extraordinaria felicidad! Comenzó a estirar las manos hacia la mujer, chillando y riendo. Su ojos se cerraban, la boca con dos dientes se estiró hasta las orejas...

Fue ahí donde Clara cometió el error: tomó al niño en sus brazos, instintivamente. Pedrito la abrazó con todas sus fuerzas. Y luego comenzó a tocarle la cara, a golpear el sonajero despacito en su frente y a decirle algo en su idioma de bebé...

Y ella comenzó a responderle, a decirle con una voz dulce todo tipo de palabras tontas y sin sentido: “¿Quién es este pequepeque? ¿Quién es este cuchicuchi? ¿Quién es este bomboncito tan dulce?”. Se convirtió en una tonta. Y su corazón se hundió tan dulcemente, y sintió tanto calor en el pecho... ¡Y Pedrito no apartaba sus ojos llenos de amor y se aferraba a ella con todas sus fuerzas! Y no quería ir con su mamá. Y olía a felicidad. Y a amor. Y a ángeles; si los ángeles huelen a algo, seguro que es a niños pequeños...

Y Clara Sánchez ya no quería entregar al bebé. Podía renunciar a todo por Pedrito en ese momento. Se había enamorado. ¡Bum!, y listo. Y por los pliegues de su cara corrían lágrimas llenas de calor...

Bueno, y lo que siguió es fácil de adivinar. ¡Clara Sánchez le ordenó a su hijo que se casara! Y, aunque él no cumplía sus órdenes, se casó igual, porque amaba a Eli y a Pedrito. Con chantaje y promesas, Clara Sánchez convenció a los jóvenes de que vivieran en su enorme casa. Pero no los molestaba demasiado, así que vivían bien, en paz. Toda la atención de Clara estaba absorbida por Pedrito. Simplemente no pueden estar el uno sin el otro, están enamorados. Realmente, se aman mucho, mucho.

Así fue cómo una mujer cometió un terrible error. ¿O casi lo comete? ¿Cómo saberlo? Y encontró inesperadamente su regalo de Navidad. La Navidad es un día especial. Y los regalos en ese día también son especiales...

Autora, Anna Kiryanova

Ilustradora Natalia Breeva para Genial.guru

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¡Bonita historia! No hay que fiarse de estereotipos y primeras impresiones.

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