20 Historias que prueban que existe la solidaridad femenina

Mujer
hace 3 años

Algunos todavía creen que las mujeres son rivales, pero eso no coincide con la realidad. Por supuesto, hay casos puntuales, pero la sororidad llegó para quedarse. Una verdadera empatía, independiente de la clase, la etnia, la religión y cualquier otro aspecto.

En Genial.guru recopilamos algunas anécdotas de nuestras seguidoras que prueban este principio. ¡Échales un vistazo!

  • En un baile de Oktoberfest en mi ciudad me di cuenta de que un chico estaba persiguiendo a una muchacha. Ella iba a alguna parte y él estaba siguiéndola. Decía que no quería, que se alejase. En medio de 2 500 personas la tomé del brazo; se quedó sin entender nada. Dimos varias vueltas hasta que el chico la perdió por completo de vista. Más tarde, ella me lo agradeció... ©Arii Casagrande/Facebook

  • Después de una gran decepción amorosa, llamé a mi amiga (que estaba en otra ciudad) llorando. Durante la llamada me calmé y colgamos. Después de unos minutos, a mi casa llegó una hermosa fondue de chocolate que ella me había enviado ❤️. ©Letícia Pavão/Facebook

  • Era 2015. Mi dama de honor, Neide, y yo teníamos prisa por no olvidar ningún detalle. Llovía mucho y compartíamos un pequeño paraguas. Frente a nosotras, una pareja atravesaba una situación similar, hasta que la sandalia que llevaba la chica se destrozó y ella comenzó a caminar descalza frente a nosotras. Neide no lo pensó dos veces, tomó la sandalia plana recién comprada que estaba en una bolsa y se la dio a la muchacha. El novio, sin creer la situación, pidió registrar el momento con una foto, y Neide, discreta y generosa, se negó a aceptar cualquier tipo de exaltación por su buen gesto. ©Ana Carolina/Facebook

  • Trabajo de cajera en una tienda de zapatos. Una clienta elogió mis cejas, dijo que no podía dibujar las suyas y que no le había gustado cómo quedaban pintadas con henna. Yo uso mi propio maquillaje de cejas con un molde plástico; el empaque que compro viene con tres tonos y diez moldes diferentes. Solo utilizo un color y una horma. Le enseñé a usarlo, le di el tono ideal y el molde que se ajustaba mejor a su rostro. También le hablé sobre dónde podía comprar más cuando se le terminara. ©Suelen Pimentel/Facebook

  • Una vez fui a visitar a mi hermano a otra ciudad donde nunca había estado antes. Dijo que tomara el autobús y que me bajara en determinado lugar. Le avisé al conductor, pero no se detuvo. Terminé en un sitio al azar, y no tenía crédito en mi celular ni sabía qué hacer. Vi un mercado abierto y le pedí a una chica usar el teléfono. No solo me lo permitió, sino que también pidió hablar con mi hermano. Preguntó dónde vivía (solo conocía la referencia de la parada del autobús). Esa muchacha me llevó hasta el lugar y quedé muy agradecida, porque encima ya se acercaba la hora del cierre de todo. Y no me cobró nada. ©Dienifer Correa Gomes/Facebook

  • Estaba en una terminal de autobuses volviendo a casa después de pasar días lejos de mis hijos, y de la nada empecé a llorar, probablemente por la alegría de regresar. Solo sé que no pude controlarlo. Una chica se me acercó, me preguntó qué estaba pasando y no pude decir nada, pero siguió hablando conmigo, tratando de calmarme. Aunque no pude hablar con ella sobre lo que estaba pasando, me sentí aliviada. Me dio un abrazo y se subió a su bus. Me quedé feliz. ©Cléo Santos/Facebook

  • Una vez, mientras iba a trabajar, me senté en el asiento trasero del autobús. Siempre bajaba al final y, cuando una chica que estaba a mi lado se levantó, fue imposible no notar una rotura en sus pantalones. Era el uniforme de una farmacia que estaba en la calle donde yo trabajaba. Le advertí sobre eso, y consideró sentarse de nuevo y volver a casa. Su bolso era muy pequeño y yo tenía uno grande, uno de gimnasia. Así que se lo presté y la acompañé a su trabajo. Dijo que tenía otro par de pantalones en el armario. ©Suelen Pimentel/Facebook

  • Mi madre fue al mercado a comprar levadura para el pan. La empleada dijo que no conocía ninguna receta práctica. Así que mamá anotó la suya con rapidez y le explicó detalladamente cómo lo hacía. ©Patricia Ferreira/Facebook

  • Tuve una vecina que me ayudó mucho en momentos difíciles. Era muy necesitada, pero muy caritativa. Me mudé y, unos años después, de repente sentí un fuerte deseo de visitarla. Cuando llegué allí, me enteré de que había fallecido y que su cuerpo estaba en la morgue desde hacía 12 días. Entonces recordé que ella siempre decía cuánto temía que eso le pasara, por el frío del refrigerador. De todos modos, entendí que era hora de retribuir lo que ella había sido para mí, una amiga. Hice su funeral. ©Lena Souza/Facebook

  • Hace un año, una pasajera y su novio entraron en mi auto. Empezaron a pelear en el coche y él se puso un poco agresivo. Me detuve en medio de una calle y le dije al tipo que bajara. ¡En mi auto no! En la dirección opuesta había un vehículo de la policía militar. Los llevaron a los dos a la comisaría. Ella registró la agresión y yo, con mucho gusto, fui su testigo. ©Marília Gabriela Roque/Facebook

  • Cuando la médica vino a decirme que mi madre había fallecido, una muchacha que nunca había visto en mi vida me miró y me preguntó si podía darme un abrazo. ¡No puedo sacarlo de mi cabeza, una chica iluminada! Fue el mejor abrazo que recibí. ©Camila Lima/Facebook

  • Nunca lo olvidaré: cuando era adolescente, estaba en un día supertriste porque era San Valentín y estaba sola. Poco después de llegar de la escuela, en la época de la secundaria, sonó el timbre. Lo contesté yo. Era un hermoso ramo de un admirador (mi madre, hermosa). ©Livia Toledo/Facebook

  • Una vez, en un día lluvioso, “el cielo comenzó a derrumbarse”. Estaba con mi hija y la cubrí con mi blusa fría (esas que están hechas de tela que no se moja). Me quedé debajo de la carpa de una cafetería hasta que la tormenta se calmara. Entonces, una chica en bicicleta se detuvo y me dio su paraguas sin preguntarme si yo lo quería. Le agradecí y ella dijo que estaría bien, que me quedara con él. Hasta el día de hoy estoy agradecida por su amabilidad. Eso me demostró que todavía hay gente buena ❤️. ©Daiane Carolina/Facebook

  • Hace unos años, una amiga y yo trabajábamos en una farmacia. Ella tenía ataques epilépticos, pero habíamos tenido una pelea y no nos hablábamos desde hacía mucho tiempo. Un día, ella tuvo una crisis, y era necesario llevarla al hospital. Era de noche, ya era mi hora de salida, pero fui con ella y me quedé hasta que llegó su marido. Fue una de las mejores cosas que hice en la vida. Gracias a Dios recuperamos nuestra amistad 🙏. ©Maria Gomes/Facebook

  • Un día estaba con mi esposo para ver al médico en el servicio de emergencias. Escuché a una enfermera decirles a dos niñas que estaban en el lugar equivocado, que para ver su pie hinchado tenían que ir a la unidad de atención urgente. La parada de autobús estaba demasiado lejos para ir cojeando, y la unidad de urgencia aún más. Eran de otra ciudad. Le avisé a mi esposo, me dirigí hacia las dos y les pregunté si querían que las llevara al centro de urgencias. Las llevé, las dejé y regresé. Necesitamos ayudarnos. ©Roberta Dos Santos/Facebook

  • Una chica que trabajaba en una tienda de bocadillos me dio dinero para el boleto de autobús para que me fuera a casa. Nunca lo olvidaré ❤️. ©Kamila Chinelatto/Facebook

  • Una vez, hace muchos años, perdí el autobús que me llevaría a la fábrica donde trabajaba. Llegué tarde a la parada y no tenía ni un centavo en el bolsillo, porque el transporte era de la empresa y no tenía que pagar. Lloré en voz alta y una extraña que estaba en el lugar esperando a otro autobús, el de la empresa en la que ella trabajaba, me preguntó qué había pasado. Le conté el hecho y ella rápidamente me dio el dinero para el boleto. Nunca olvidé ese episodio. Aproximadamente 20 años después nos convertimos en compañeras en la facultad. Cuando le comenté, ella dijo que no lo recordaba. Pero nunca olvidé el bien que me hizo ese día. Y ya han pasado 25 años... ©Elisa Martins Gabana/Facebook

  • Domingo, 6:30 p. m., y el neumático de la motocicleta pinchado. Ya la había empujado unos 500 metros cuando pasó una joven en moto. Hizo un giro en “u”, ofreció ayuda, se adelantó unos metros y regresó diciendo que no había nada abierto. Le hizo una seña a otro motociclista y le pidió ayuda. El sujeto fue a otro barrio, trajo a un gomero y llevó la llanta. Mientras tanto, ella se quedó conmigo. Le pregunté si conocía al hombre y respondió: “No, pero tampoco te conozco a ti”. Me acompañó hasta que el gomero trajo el neumático reparado. Luego, cada uno siguió su camino. Ángeles en la tierra 💕. ©Renata Nascimento/Facebook

  • Una vez estaba en el autobús yendo a la escuela, más o menos a las 7 de la mañana. Había un tráfico absurdo y el transporte estaba tan lleno que no podía pasar para bajarme. Sabía que iba a llegar tarde una vez más, así que comencé a llorar desesperadamente. Una muchacha con necesidades especiales y una camiseta de pasantía vino y dijo: “¿Estás bien, niña? No llores, eres demasiado hermosa para quedarte así. ¿Vas a estar bien? ¿Quieres un abrazo?”. Entonces, muerta de vergüenza, acepté su abrazo y luego le agradecí con una sonrisa. Esas cosas cambian no solo el día, sino también la vida de las personas ❤. ©Helena Aguiar/Facebook

  • Estaba detrás de un automóvil en una avenida concurrida en una pendiente. La conductora no podía subir la rampa para salir, y la línea de autos detrás de nosotras empezaba a crecer. Salí de mi coche, le pedí permiso y me senté en su lugar. Llevé el auto hasta que logré sacarlo de la avenida. Luego volví a buscar el mío. Ella era una conductora principiante. Pensaba que el problema estaba en el coche. Le dije: “Sucede, los autos son así”. Ella estaba muy nerviosa, pero ¿por qué decir eso? Gentileza genera gentileza. ©Jandira Une/Facebook

¿Qué piensas de estas historias? ¿Alguna vez experimentaste una situación similar? Nos encantaría saber más de ti. Comparte tus anécdotas con nosotros en los comentarios.

Imagen de portada Lena Souza/ Facebook

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