Después de 7 años deseando en vano tener un hijo, llegué a estas conclusiones sobre la vida y la familia

Mujer
hace 3 años

Hoy te contaré cómo es desear tener un hijo durante 7 años. Lo he deseado con todas mis fuerzas, he intentado hacer todo lo posible y no lo he conseguido. Pero me alegra que exactamente esta experiencia me haya preparado para lo que sea que el destino me depara.

Soy de las muchas mujeres que no consiguen quedar embarazadas sin motivo alguno. Nada puede explicarlo, simplemente no sucede. Ningún doctor, y entre ellos, créeme, ha habido eminencias de la medicina, ha podido resolver este misterio. Me han dicho: "Tienes tal problema, ve y cúrate", "Tienes tal enfermedad, es incurable, busca otras alternativas".

Me he sometido a miles de análisis, ultrasonidos y hasta a una operación. En total, tuve que dar 3 litros de mi sangre para llevar todo esto a cabo, sin mencionar el efecto negativo que ha tenido en mi paz mental y emocional. Todo este esfuerzo y sufrimiento ha sido en vano; la causa de mi infertilidad nunca fue encontrada.

Días, meses y años de espera han dejado en mi alma heridas profundas, pero sin ellas, no habría podido darme cuenta de lo que sucedía a mi alrededor. Al final, llegué a algunas conclusiones y ahora las comparto con los lectores de Genial.guru.

1. Los hijos no son el pegamento para las relaciones

Me aterran las mujeres que escriben bajo las fotos de sus hijos: "el hombre que más amo en el mundo". Perdona, pero este es tu hijo, y el hombre sobre el cual estás escribiendo, seguramente es su padre. ¿No? Entonces, ¿cómo es que llegaste a dar a luz sin haberte comprometido a él como lo hacen las personas normalmente?

Todavía no he encontrado a una mujer que crea que un niño no puede salvar una relación. Pero todos tenemos a esa amiga que alguna vez ha dicho: "yo creo que cuando nazca el bebé todo cambiará". Sí, realmente, con la llegada de un hijo, en una familia todo cambia, pero no se convierte en un paraíso con pajaritos cantando donde todo sale bien por sí solo, sino en una fábrica que trabaja 2 turnos en un modo 24/7 en la que tu esposo y tú ocupan 700 puestos.

2. El embarazo no resolverá los problemas, solamente los agravará y añadirá nuevos

Es algo ilógico esperar que el nacimiento de un hijo mejore la situación financiera o mejoren las condiciones de vida. El embarazo no activa ningún botón mágico que responda por la actividad del modo "superhombre" en tu pareja. A los maridos flojos les gusta estar acostados en el sofá y así lo harán siempre, y la frialdad con la cual no le presta atención a su esposa, seguirá siendo así tanto para ella como para sus hijos.

3. La maternidad no le da sentido a la vida de las mujeres

Vamos a hablar sobre el sentido de la vida de las mujeres. Estos 7 años, por todos lados he escuchado: "nosotros le damos la vida a nuestros hijos y ellos nos dan sentido para vivirla". Estas mismas mujeres, después de los 40 años, dicen: "yo les he dedicado toda mi vida y ellos son unos desagradecidos".

Dedicarle la vida a alguien a sabiendas, es privarse de la felicidad para uno mismo hasta el final de los días. Los niños necesitan amor y apoyo, cariño y afecto, pero no en una esclavitud de adoración en la cual muchos padres se inscriben voluntariamente.

El sentido de la vida es ser feliz cada día, sentir que aquí y ahora estás en tu lugar y que cada elección es tuya y no fue impuesta por alguien más.

La felicidad humana se determina en cuán feliz estás como mujer, como madre e incluso como hija, amiga o vecina. Esta lista puede continuar hasta la infinidad. Al vivir solamente en uno de sus roles, las mujeres voluntariamente se condenan a la infelicidad, la cual no es perceptible de inmediato: se encuentra en algún lugar ahí en el fondo del alma.

Los primeros años sin hijos, cuando todas las fuerzas tanto morales como financieras se invierten en tratar de solucionar los problemas, sentía que no había vivido mi vida y escribí un borrador sobre ella. Sin embargo, me di cuenta de que no tenía ningún sueño, no tenía construido ningún plan, porque siempre, mi mente me decía: "para entonces ya estaré embarazada, de todos modos, no podré hacerlo". Pero, lamentablemente, se fueron los meses e incluso los años, y no solo parecía estar más lejos de mi sueño, sino también de mi propia vida.

Por mucho que quisiera ser mamá, de repente, me di cuenta de que muchas de mis conocidas eran mujeres que no habían podido convertirse en madres, y yo podría ser una de ellas.

No, no me di por vencida, no me desesperé y no acepté mi destino sin hijos. Solo recordé que estoy viva. Y el significado de la vida es vivir y no sentarse en un rincón con lágrimas y ver cómo los demás viven sus vidas.

4. El hombre y la mujer se convierten en una familia hasta que nacen los hijos

Sé que tendré hijos cuando llegué su tiempo. Y estoy increíblemente feliz de que, antes de su aparición, estas cosas muy importantes hayan sucedido: mi marido y yo nos convertimos en una familia. Una real, fuerte y cálida en la cual el amor y la comprensión mutua crecen cada día. Yo no digo que todos deben vivir sin hijos 7 años, pero se necesita bastante tiempo para crear una conexión especial entre dos corazones enamorados.

Cuando un hijo llega rápidamente, esto crea el riesgo de que el hombre y la mujer aprendan a desempeñar el rol de padres, pero pueden olvidar que ellos son pareja. Los niños son la continuación de mamá y papá, y únicamente los adultos amorosos uno con el otro pueden compartir su amor con su nuevo pequeño.

Qué doloroso y espeluznante es ver cuando una mujer intenta cambiar el amor hacia su pareja por el de un hijo, particularmente si sabes a lo que te puede llevar. Cuando aún era adolescente, leí un libro de un psicólogo. En él había muchos ejemplos de la práctica científica que mostraba simples verdades: el amor maternal excesivo hacia el hijo lleva a una verdadera tragedia.

5. No existen los hijos ideales

Estoy feliz de no haber quedado embarazada durante el tiempo en que solía soñar con un hijo ideal. En realidad, yo pensaba que, ya que había esperado tanto tiempo, entonces tenía derecho a esperar tener un hijo ideal, con el cual no tendría ningún problema. Él, a priori, debía de ser guapo, inteligente y talentoso. Solamente porque así lo quería yo.

Imagínate, ¿qué tanto habría dañado la vida de un niño de quien yo hubiera esperado el idealismo? Conforme solo con mi percepción subjetiva. Al imaginarme a mí misma, me dio un poco de terror.

Ahora me da igual, si será niño o niña, escorpión o tauro, un chico calmado o hiperactivo. Yo sé que lo aceptaré como el nazca, con todas las cosas buenas y malas.

Las diferentes características y capacidades de los niños en una familia son otra prueba de que los niños no están ligados con los padres tan fuerte como pensamos. Él es un simple invitado al que hay que alimentar, educar y, cuando llegue el tiempo, dejarlo ir.

6. Un niño saludable, bien alimentado y vestido no significa que sea feliz

Si los padres no pueden influir fuertemente en el carácter de su hijo, entonces una gran responsabilidad recae en ellos sobre su felicidad. Amar a un niño significa desearle el bien, hacer lo mejor para él y no lo más conveniente para ti.

Para algunas madres es más sencillo callar completamente la boca de su hijo con dulces para no escuchar sus berrinches frente a los ojos de los extraños. Yo no digo que los niños delgados no tengan problemas psicológicos, pero no existe un niño con sobrepeso que no los tenga. ¿Entiendes lo que quiero decir?

Y si la obesidad infantil resalta de inmediato, entonces puedes darte cuenta de otros problemas internos de una persona pequeña cuando ya es demasiado tarde para arreglarlo.

7. La felicidad no está en los hijos

Sí, yo vivo con un dolor en el corazón, y en ocasiones, este dolor ahoga toda la felicidad que tengo. Pero esto no dura para siempre, porque pronto recuerdo que soy feliz.

Una persona feliz no es aquella que en la vida no le sucede nada malo, sino aquella que aprende a aceptar con gratitud la alegría y la tristeza.

No existen las personas sin preocupaciones, todos nos preocupamos por algo en algún momento, cada quién tiene su dolor, su tristeza. Y todos debemos entender una simple verdad: la felicidad dentro de nosotros es nuestra vida. No está en los hijos, ni en el dinero, ni siquiera en el más grande y puro amor, sino simplemente en ser, respirar, sentir.

Imagen de portada depositphotos.com

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