Hace 5 años me dijeron que no podría embarazarme de forma natural. Y me ofrecieron una fecundación in vitro

Mujer
hace 4 años

En la sociedad no se suele hablar sobre las dificultades para concebir un hijo, ya que es un tema bastante íntimo y muy embarazoso. Sin avergonzarnos hablamos sobre algún dolor en la espalda, pero nos da miedo confesar que no podemos tener hijos. Esto a pesar de que, actualmente, la medicina puede ayudarnos en ambos problemas.

Me llamo Julia, tengo 39 años y hace 8 años no podía quedar embarazada y tener hijos. Me gustaría contar mi historia y apoyar a aquellos que han pasado o están pasando por una situación similar. A todas las personas que se preocupan mucho, se ponen tristes, dudan y no pueden tomar una decisión.

Esta historia también es para los lectores de Genial.guru que desconocen este problema. Tal vez entenderán mejor qué es lo que siente tu colega o amiga cuando le dices “ya es hora de tener un bebé” o “se te está acabando el tiempo”. Apóyala.

El reloj comenzó a hacer tic toc

Comencé a pensar en tener un hijo después de los 30 años. En la imagen ideal de mi mundo, debería haber tres niños. En consecuencia, ya era hora de proceder a su nacimiento.

Cuando en el primer año de intentos no sucedió nada, no estaba particularmente molesta: aún me faltaban 20 años para la menopausia y, teóricamente, debería tener suficiente tiempo. Sin embargo, fui al doctor. Yo tenía algo de conocimiento y sabía que debía acudir de inmediato al especialista en fertilidad.

Entonces comenzó un ciclo de aproximadamente unos cuatro años. El dinero para estudios y pruebas se iba muy rápido, mi esposo y yo acudíamos con doctores y laboratorios sin cesar, pero no había avances. Durante este tiempo, mi marido no perdió tiempo y se curó una enfermedad inexistente. Sin embargo, el milagro no sucedió.

Desesperanza

Hablaba con chicas por Internet que tenían el mismo problema, leí sobre las posibles causas, pensaba en eso y estaba preocupada. Probablemente esto le suene familiar a todas las mujeres que se han enfrentado a la imposibilidad de tener hijos: ¿Por qué yo? ¿Qué problema tengo? A lo mejor, hay algo malo en mí si no puedo quedar embarazada. ¿Tal vez es una señal y no debo tener hijos? ¿Voy a morir sin ellos? ¿Pero qué señal podría ser? No creo en las señales y ¿por qué no debería tener hijos? ¡Yo los necesito, necesito!

Esto duró muchos años. Finalmente, me sentí tan mal que decidí ir al psicoterapeuta. Sentí un alivio, pero no de inmediato.

Después de tres años de comenzar a visitar doctores, me di cuenta de que no había a dónde ir. Visitamos todas las clínicas en nuestra gran ciudad, solo teníamos una carpeta llena de pruebas y ya. No teníamos un diagnóstico preciso, ni un pronóstico y tampoco un hijo. Dejé de confiar en los doctores durante estos tres años: tenemos un montón de pruebas, pero no tenemos nada grave y nadie sabía por qué no podíamos tener hijos.

Pero si sigues adelante...

Trataba de ser feliz con lo que tenía. Intenté aceptar que probablemente nunca tendría un hijo. Nunca tendría un recién nacido con un delicioso aroma, un gracioso niño curioso y un irritante adolescente.

Pero... nos sugirieron ir a otra clínica que se encontraba en otra ciudad y era altamente recomendada. No teníamos nada que perder y emprendimos el viaje.

Sorprendentemente, todo ocurrió muy rápido y sin conversaciones extra. El doctor vio los resultados de nuestras pruebas, envió a mi esposo a realizarse otro estudio y me revisó. Recibimos los resultados, nos dijo el pronóstico: la probabilidad de embarazarme de manera independiente era de un 5-10 por ciento... Los milagros existen, lo he oído. Pero ya tenía 34 años.

Resultó que los resultados de las pruebas de mi esposo no eran muy buenos. También tenía un problema por el cual el embrión no podía fijarse. Todo esto se podía resolver con ayuda de la fecundación in vitro y medicamentos especiales.

Para recoger esta información, no esperamos una semana, ni un mes, ¡únicamente un día! En la mañana llegamos a la clínica y en la tarde regresamos a casa. Teníamos sentimientos encontrados: me impresionó la velocidad, ya que había intentado conseguir algún tipo de certeza durante tres años y, al mismo tiempo, la necesidad de hacer fecundación in vitro me daba mucho miedo.

A pesar de que la fecundación in vitro era algo lógico y esperado, era muy difícil atreverme a hacerlo. Sabía que era una presión tremenda para el organismo, sabía que tenía que tomar enormes dosis de hormonas. Para este entonces, busqué mucha información para realizar este procedimiento tranquilamente. Solo una pregunta no me dejaba en paz: ¿por qué yo?

No pude encontrar la respuesta. Sin embargo, en un momento, lo acepté. No sé cómo y por qué sucedió esto, pero sentí un alivio. Probablemente un papel importante lo jugó mi trabajo con el psicoterapeuta.

Durante varios meses, fui a la clínica tres veces. Después de medio año, llegué para realizarme la fecundación in vitro. Aunque ya para este momento, yo no iba a un tratamiento de medicina, sino por mi hijo.

Resulta que no es tan aterrador

Si hablamos de gastos, entonces todo este procedimiento duró 2,5 semanas y gastamos poco más de 2 000 USD. Fue menor que el costo de todas las pruebas y tratamientos anteriores. Por muy raro que parezca, no es tan depresivo.

La preparación para la FIV comenzó a finales de abril: la maravillosa y simbólica época del florecimiento y el renacimiento. Llegué a la cita con mi doctora y recibí una receta para comprar todos los medicamentos necesarios. En la clínica conocí a una chica con la cual alquilamos un departamento.

Diariamente, mi doctora me hacía un chequeo: me realizaba un ultrasonido y me decía qué dosis de hormonas necesitaba inyectarme al día siguiente. Para esto, podía ir a la clínica y la enfermera se encargaba de todo, pero resultó que las inyecciones en el abdomen no daban tanto miedo y tampoco era tan difícil como parecía, así que comencé a inyectarme yo misma. Durante mi tiempo libre, trabajaba a distancia y paseaba por la ciudad primaveral.

No tuve ningún cambio extraño debido a las hormonas: no reía ni lloraba sin razón, no engordaba o adelgazaba. Todo fue como siempre, solamente que en una ciudad desconocida. Incluso era agradable: paseaba mucho y pasaba mi tiempo en cafeterías. Después de una semana y media, llegó mi esposo, ya que era su turno de participar en el procedimiento.

Momento crucial

Antes del día de la extracción de los óvulos, mi doctora me obligó a comprar otro medicamento e inyectármelo estrictamente en un tiempo determinado. A las 8 de la mañana del día siguiente tenía planeada la extracción de óvulos.

Esto se llevó a cabo el primero de mayo. Me imaginaba una mañana bajo el silencio del día festivo, entraría al quirófano, donde el anestesista tendría prisa por terminar y pasar tiempo con su familia, me inyectaría rápidamente y la doctora haría su trabajo con la misma rapidez e iría a hacer sus cosas. Me equivoqué: toda la clínica trabajó de forma regular. Había bastantes pacientes.

Todo fue rápido y conforme al plan, a las 10 a.m. ya me había recuperado de la anestesia y podía irme. Por la tarde, me llamaron de la clínica y me dijeron que habían logrado impregnar cinco óvulos.

Llegó el día en que tenían que traspasar los embriones desde los tubos de ensayo a mi cuerpo. Es un procedimiento sin dolor. Para ese momento, ya estaba tan acostumbrada a las manipulaciones médicas que pasar 40 minutos en una silla ginecológica no era nada complicado para mí.

Después de transferir los embriones, tenía que estar acostada durante media hora en la misma posición. Pero ¡¿qué es “estar acostada un rato” cuando en ese momento probablemente ocurrirá algo que puede cambiar tu vida?!

Luego, me vestí y me fui al departamento. Allí estuve acostada un poco más y así pasaron los días, después, regresamos a casa.

P.D. Fue muy difícil escribir todo esto, ya que a cada rato se acercaba mi hijo de tres años y trataba de brincar encima de mí.

Todos los días le canto una canción, en nuestro cuarto de baño tenemos un orinal con Winnie the Pooh y nuestro departamento es un completo desorden. No me molestan los juguetes esparcidos por todos lados. Cada día, veo a mi hijo y pienso en la increíble suerte que tuve.

Además, no es vergonzoso tener algún problema para concebir. Se puede y se tiene que hablar sobre esto. Busca personas con ideas afines. Habla sobre tus problemas, sobre tus sentimientos. Sentirás un alivio cuando te des cuenta de que hay muchas personas como tú.

Todas las mujeres con las que me comunicaba en esa época, ahora son mamás. Porque ninguna se dio por vencida y todas siguieron adelante.

¿Has pasado por alguna situación similar y te gustaría contarnos tu historia? Déjanos tus respuestas en la sección de comentarios, ¡estamos ansiosos por leerte!

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Cada vez hay más parejas que tienen problemas para concebir y no debe ser tabú.

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