Para qué contratar a un estilista a la hora de renovar el guardarropa

Mujer
hace 1 año

Hasta este verano, era completamente incomprensible para mí el hecho de contratar a un estilista para ir de compras, si puedes ir a comprar tú misma, ¡y gratis! Pero durante el año pasado, debido a problemas de salud, subí unos 20 kg y salté de la talla 46 a la 50. Estaba llegando el caluroso verano y resultó que solo tenía unos jeans, un suéter y una playera. Todo lo demás me quedaba chico. Incluso estaba dispuesta a ponerme un saco de papas, ya que “¿Cuál es la diferencia? Igual todo me queda mal”. Pero era una pena pasar mi época favorita del año de esa forma.

Una amiga me convenció de ir de compras con un estilista. Al principio dudé: a mis casi 40 años, me resultaba vergonzoso no saber elegir ropa. Pero luego decidí intentarlo, y ahora quiero contarles a los lectores de Genial.guru mi experiencia: tal vez le sea útil a alguien.

Qué es lo que ofrecen los estilistas

Los 2 principales servicios que ofrecen los estilistas son el análisis del vestuario existente y la compra conjunta de prendas nuevas. Los objetivos aquí son completamente diferentes: en el primer caso, se trata de crear combinaciones modernas a partir de lo que uno ya tiene y hacer una lista de lo que se necesita adquirir para complementarlas. Y en el segundo, acudir a la ayuda de un profesional para comprar piezas elegantes que combinen entre sí y enfaticen los puntos fuertes.

Analizar las prendas que uno ya posee con un especialista tiene sentido si el guardarropa está repleto y sientes que no tienes nada para ponerte, como suele pasar. En este caso, el estilista irá a visitarte (aunque también se puede acordar un análisis online), contemplará toda la ropa acumulada desde el punto de vista profesional, valorará la relevancia de las prendas y ayudará a crear combinaciones modernas.

Revisé muchas páginas web que mostraban el trabajo de distintos estilistas y me sorprendió lo diferente que los profesionales ven la ropa. Ofrecían unas combinaciones de prendas que, al mirarlas, me hacían preguntarme: “¿Usar esto junto? ¿Acaso es una broma?”. Pero, de hecho, las imágenes resultaban padrísimas. A muchos, después de la visita del estilista, solo les quedaba comprar un par de artículos básicos de vestuario y listo: podían disfrutar de la temporada con una imagen actualizada.

Pero no todas las personas están mentalmente preparadas para que alguien ajeno hurgue en sus cosas. Una amiga mía que había contratado este servicio después me contó que se sentía sumamente incómoda a la hora de revisar su guardarropa. No solo porque era algo muy personal, sino porque la estilista le había echado leña al fuego con comentarios como: “Pero ¡qué tipo de pedrería terrible! ¿Acaso lo compraste en un bazar?”, “¿A quién se le puede ocurrir comprar esto?”, “Hasta tocarlo es desagradable: ropa sintética”. Al parecer, a ella le tocó una estilista insensible. Decidí no arriesgarme, sobre todo porque no tenía nada para revisar: el 95 % de mis prendas me quedaban chicas.

El segundo servicio era la compra de ropa conjunta. Antes de concertar la cita con una estilista en particular, revisé las páginas de una docena de especialistas de mi ciudad, me suscribí a las tres chicas cuyo estilo me pareció similar al mío y seguí sus actividades durante un mes. A pesar de que el costo de los servicios de las muchachas era casi el mismo, cada una trabajaba a su manera. Era importante para mí coincidir lo máximo posible en mis puntos de vista con la persona a la que le confiaría vestirme por dinero, por lo que durante mucho tiempo estuve estudiando las opciones que tenía. Pero finalmente tomé una decisión.

Antes de reunirnos en el centro comercial, la estilista me envió una lista de preguntas. En particular, cuestionó sobre el propósito para el que se requería el vestuario (trabajo de oficina, vacaciones, fiesta, etc.), cuánto tenía planeado gastar y qué resultado quería obtener. Las compras con mi estilista elegida iban a durar solo 2 horas, por lo que era importante ser lo más específica posible para poder recopilar el conjunto de prendas que necesitaba y hacerlo en poco tiempo.

Compras conjuntas

En lo más profundo de mi alma estaba segura de que, en 2 horas, en un gran centro comercial, se podía comprar, como mucho, un par de playeras, o ni siquiera eso. Ya que primero había que recorrer todas las tiendas, probarse todas las opciones, comparar los precios, pensarlo bien y solo después ir a la caja. Si estuviera sola, así lo haría. Pero todo es diferente cuando tienes a una profesional como asistente.

Si yo visito los grandes centros comerciales un par de veces al año, se puede decir que los estilistas viven en ellos. Conocen casi de memoria el surtido de cada tienda, ya que los suelen contratar para hacer compras varias veces a la semana (o incluso 2-3 veces al día). Es por eso por lo que no necesitan recorrer todo el establecimiento en busca de lo que necesitan: dependiendo del objetivo, los especialistas planifican una ruta a tiendas específicas, lo que reduce significativamente el tiempo de las compras.

Como trabajo de forma remota, mi objetivo era extremadamente simple: elegir un vestuario de verano cómodo y práctico, para poder pasear por la ciudad con mi hijo, salir de viaje al campo o visitar ferias callejeras. Quería por fin dejar de usar mis jeans gastados y suéteres negros, y sentir todos los colores del verano. Así que nos fuimos basando en eso.

Tras la primera hora de compras conjuntas, no habíamos comprado nada, y en mi corazón me sentía triste. Las opciones propuestas por la estilista me parecían demasiado extravagantes, luego pálidas, y después sentí que me quería convertir en una pelota con piernas.

No me gustaron las ofrecidas faldas caqui ni las de color morado, a pesar de que ese tono estaba de moda en aquella temporada, pero por alguna razón me avergonzaba expresarlo. Me las probaba y me daba cuenta: no me hacían feliz. Después de la primera hora, me animé a decir que quería colores claros y brillantes, como el verde hierba, mostaza soleado, que el azul o el celeste también eran buenas opciones. Y después de eso las cosas empezaron a avanzar.

Durante los 55 minutos restantes compramos 2 faldas (me enamoré tanto de los colores como del estilo y no pude elegir entre ellas), unos shorts de mezclilla (eran cómodos para andar en bicicleta), unos pantalones, 2 playeras, un chaleco, una chamarra de mezclilla y unos tenis de cuero. Cuando uno sabe lo que busca, el proceso es muy rápido: la estilista traía piezas de las tallas adecuadas al probador y, si algo no me quedaba, las reemplazaba mientras yo me cambiaba, así que no perdíamos ni un minuto. Pudimos terminar exactamente en 2 horas.

Después de las compras conjuntas, adquirí lo que creí necesario: pedí una mochila y un cinturón por Internet, elegí unas sandalias a juego con la falda (quería tener calzado abierto para el verano) y otra playera. Luego, entre mis cosas viejas encontré algunos accesorios adecuados: pulseras, colgantes, aretes. Por primera vez en un año, me miré en el espejo de cuerpo entero con interés y quedé satisfecha.

Hace poco estuve charlando con una vecina que había notado los cambios en mi imagen. Le conté sobre ir de compras con un estilista y ella dijo: “¡¿Acaso no tienes en qué gastar dinero?! Además, ya tienes casi 40 años, estás casada, ¿para qué arreglarse tanto?”. Y me di cuenta: ¡lo quiero hacer para mí misma! Eso en primer lugar. También quiero que mi marido y mi hijo vean hermosa a su esposa y madre. Y que los demás también puedan disfrutar de este placer estético, no me cuesta nada.

Ahora, todos los días me visto con gusto para salir de casa, sin mencionar que se ha vuelto rápido y sencillo. Mi guardarropa se tornó universal, es decir, todas las prendas (sean inferiores o superiores) combinan entre sí. Puedo mezclarlas con los ojos cerrados y seguirán viéndose bien. Es una emoción especial no tener tantas prendas, pero sí un montón de opciones para los atuendos.

Otra ventaja innegable es el ahorro de tiempo. No puedo ni imaginar cuántos días me llevaría comprar prendas que me quedaran así, y con la estilista lo hicimos en tan solo 2 horas. Además, estoy segura de que tampoco perdí dinero contratando este servicio. En primer lugar, usé las tarjetas de descuento de mi estilista contratada (y ella tenía los descuentos máximos en casi todas las tiendas). En segundo, no compré nada de más, y eso también vale mucho.

La próxima vez quiero intentar hacer las compras por mi cuenta con los consejos de un estilista. Muchos de ellos administran grupos cerrados en línea con una pequeña tarifa, donde publican modelos actuales de ropa y zapatos de temporada que se pueden pedir en línea, con enlaces a sitios populares. Me parece que esta forma de actualizar el guardarropa también puede tener éxito, sobre todo para aquellos que tienen una base y les faltan solo algunas cosas complementarias.

Impresiones y conclusiones

En las 2 semanas que han pasado desde que hicimos las compras, no me he arrepentido del dinero gastado en la estilista, ya que, en mi opinión, recibí mucho más a cambio. Ahora no tengo miedo de mirarme en el espejo, no me desanima la perspectiva de vestirme para pasear con mi hijo, ya no soy tímida si me encuentro en la calle con viejos conocidos que me recuerdan joven y esbelta. Lo admito, no logré bajar de peso para el verano por causas objetivas, pero eso no me impide lucir elegante.

¿Has intentado ir de compras con un estilista o crees que puedes hacerlo sin recurrir a la ayuda de profesionales?

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