Un investigador británico pasó 60 días en la calle y decidió que nunca más daría dinero a personas sin hogar

Psicología
hace 4 años

Ed Stafford es un excapitán del ejército británico, aventurero y viajero. Como parte del rodaje de la película documental “60 días en la calle” para Channel 4, decidió llevar a cabo un experimento: dejar a su hijo, esposa y casa acogedora para ser una persona sin hogar durante 2 meses. Tuvo que vivir en invierno, sin comida, dinero ni refugio, para descubrir así por qué las personas se convierten en vagabundos y cómo viven en realidad.

Genial.guru se ha interesado por el experimento de Stafford y decidió contarles algunos de los pormenores a sus lectores.

El problema de las personas sin techo es algo que se produce no solo en los países con muchos habitantes con bajo poder adquisitivo. Según datos de 2018, en Reino Unido se contabilizaron 320 mil personas sin casa o departamento propios (aproximadamente una de cada 200). Al mismo tiempo, más de la mitad de esta gente vive en Londres y muchos vagabundos son exmilitares.

Ed Stafford, que ahora tiene 43 años, decidió descubrir en primera persona cómo acaban en la vía pública las personas, por lo que se fue con este fin a las calles de Londres, Manchester y Glasgow.

Una nueva experiencia extrema

Anteriormente, Ed superó a pie una distancia de más de 6,4 mil kilómetros a lo largo del río Amazonas, entrando así en el Libro Guinness de los Récords como la primera persona que realizó un viaje de este tipo. Durante el rodaje para la cadena Discovery Channel, Ed pasó 60 días aislado en Olorua (una isla desierta en Fiji), sin comida, agua, vestimenta, ni herramientas. Hubo momentos en los que el coraje lo abandonaba por completo y estaba tan sensible que podía llorar por cualquier nimiedad, así como hubo días en los que sufría de un apetito canino y no conseguía saciarse. No en vano, fue la experiencia de la vida sin techo la que resultó ser la más aterradora para él.

Aumentó 5 kilos de peso

La vida sin hogar resultó ser mucho más lucrativa de lo que pensaba Ed. Durante la noche, podía alcanzar entre 100 y 200 libras (entre 130 y 260 USD), más de lo que un londinense gana de media en el trabajo.

Tampoco necesitaba comida: los voluntarios distribuían hamburguesas y otras comidas rápidas a las personas sin hogar, de manera gratuita, y obviamente en más cantidades de las necesarias.

En Glasgow, Ed contó hasta 26 voluntarios distribuyendo alimentos, aunque solo había dos personas sin hogar. Uno de los vagabundos incluso se quejó de que las personas lo estaban sobrealimentando.

En 60 días, Ed engordó más de 5 kilos, aunque tenía previsto pasar hambre y perder peso. Sin embargo, la analítica ha demostrado que si hubiera continuado comiendo alimentos tan grasientos, podría haber acabado sufriendo de enfermedades cardiovasculares.

No en vano, durante el experimento, Ed también se arriesgó a probar el contenido de un contenedor de basura. En uno de ellos, por casualidad, encontró una buena ensalada. Pese a eso, Stafford no disfrutó de esta comida: masticándola descubrió dentro la goma de mascar de alguien.

Además, en ocasiones, Ed se vio obligado a lavarse con el agua de los inodoros en los baños de cafeterías. Porque solo en una cabina cerrada podía desvestirse completamente y limpiarse las zonas del cuerpo con picazón debido al sudor y la suciedad.

Al obtener 100 libras, a casa, a disfrutar de una ducha caliente

Él pensaba que nadie estaría dispuesto, por voluntad propia, a pasar la noche mermado por el frío, pero en realidad muchos vagabundos preferían la calle a un refugio temporal. Uno de los hombres, en 20 minutos, consiguió 20 libras pidiendo dinero a los transeúntes para acudir a un albergue, pero los gastó en drogas.

Ed no fue el único mendigo ficticio: algunos, incluso teniendo su propio departamento, se dirigían en busca de dinero fácil a las calles. Pedían dinero para un alojamiento y luego lo gastaban en drogas o bebidas alcohólicas. Uno de estos “desamparados”, Darren, afirmó que a veces conseguía recibir de los transeúntes borrachos hasta 600 libras en una noche, pero, por lo general, al recaudar 100 libras, se dirigía a su apartamento para cenar y disfrutar de una ducha caliente.

Otro mendigo falso, después de salir de la cárcel, se hizo con un departamento y al principio incluso estaba dispuesto a buscar trabajo. Sin embargo, las 8 libras por hora ofrecidas por los empleadores no le convencieron, por lo que optó por una manera más fácil de ganar dinero.

Incluso las personas que ciertamente carecen de hogar, según Ed, no necesitan tanto de dinero como de ayuda psicológica y reinserción social. También confesó que, a pesar de que empezó a sentir simpatía por las personas que lo rodeaban, e incluso hizo amigos en las calles de Londres, él ya no daría nunca más dinero a los sin techo, tanto a los verdaderos como a los ficticios.

Cómo la gente acaba en la calle

Ed, con una nueva amiga, Deana, en su “tocador” (así es como ella llama a su refugio).

A pesar de todas las dificultades que supone vivir en la calle, al final del experimento, Ed ya sentía un cierto placer por gozar de una total libertad, así como por la ausencia de cualquier tipo de régimen y restricción. No en vano, subraya que incluso aquellos que han aceptado su destino quieren llevar, en su corazón, un estilo de vida vagabundo.

Algunos acabaron en la calle por huir de sus padres drogadictos, escapar de la violencia de sus familiares o se quedaron sin hogar debido a una situación difícil en su infancia. En Manchester, Ed conoció a Deana, madre de seis hijos. Según esta mujer, había sido durante un tiempo modelo para Debenhams y M&S. Su vida se descarriló cuando tenía 13 años, sus padres se divorciaron y ella comenzó a vivir con su madre drogadicta. A los 15, Deana se enamoró de un chico, con el cual tuvo sus hijos. Ahora estos viven con su padre, mientras que ella se ve obligada a huir del frío en un refugio temporal construido con carpas y carretas viejas. A pesar de que esta mujer es drogadicta, sufre mucho la separación de sus hijos. Deana se alegró de compartir su “hogar” con este exmilitar e incluso lo invitó a comer galletas.

Deana seca sus calcetines en la pared de la comisaría de policía.

Durante su participación en el experimento, Ed tuvo que enfrentarse a la agresividad y la adicción a las drogas, fue testigo de la lucha entre dos vagabundos por un lugar favorable, así como también fue ahuyentado por la policía, bajo la amenaza de un arresto por pedir limosna. Una vez, su saco de dormir acabó mojado porque alguien había hecho sus necesidades sobre el mismo. Y esto no fue lo peor: a los sacos de dormir de algunos vagabundos, les prendían fuego. Y cuando Ed, tras pasar un tiempo, volvió a aquel lugar donde pasó la noche con Deana, resultó que su refugio temporal ya había sido retirado y ella ya no estaba allí.

¿Crees que a los vagabundos se les debe dar dinero? ¿Qué organizaciones, según tú, deberían lidiar con los problemas de las personas sin hogar? ¿Tal vez tú mismo hayas sido testigo de una historia interesante sobre esto? Cuéntanoslo en los comentarios.

Imagen de portada channel4 / Instagram

Comentarios

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Me llama la atención que con todo lo que ha hecho esta sea la experiencia más aterradora…

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A veces yo me he preguntado que hacen con el dinero, y por eso en ocasiones no ayudo.

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Yo siempre les doy dinero siempre y cuando estén viejitos. Las personas jóvenes y fuertes siempre pueden conseguir algún trabajo, incluso cargando cosas en la central, pero para la gente vieja es muy difícil porque ya nadie les da trabajo y nadie los cuida. Y sobre todo he visto que no piden dinero porque sí, sino que venden algún dulce o algo chiquito. Siempre que puedan ayuden a los viejitos, ya nadie ve por ellos. Y por favor, por muy cruel y triste que sea, a los niños no les ayuden, porque entonces aprenderán que es fácil vivir de esa manera.

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