La mujer que no dejó que su falta de estudios ni las críticas la frenaran a la hora de proteger a los chimpancés

Animales
hace 1 año

Cuando somos niños, soñamos con lo que nos gustaría ser al llegar a la adultez: cantantes, médicos, meteorólogos, ingenieros, artistas e innumerables profesiones más. Los ejemplos nos llegan desde la tradición familiar, de libros, películas o de nuestras caricaturas favoritas. Así fue el caso de Jane Goodall, quien supo de pequeña cuál sería la pasión de su vida gracias a la serie Tarzán y el Dr. Dolittlea un mono de peluche que la acompañaba. Conozcamos la historia de esta mujer que ha contribuido a la ciencia de manera notable.

¿Qué querías ser tú cuando eras niño? ¿Qué te llevó a tener esa ilusión?

Comenzó en la infancia

A los cuatro años, Jane tuvo su primer contacto con los seres que serían parte crucial de su historia. En febrero de 1935, una chimpancé llamada Boo-Boo, en un zoológico de Londres, Inglaterra, dio a luz a una cría. Meses después, la pequeña Goodall recibió una réplica de peluche de la chimpancé recién nacida en su cumpleaños y la llamó Jubilee.

Durante su infancia, además, leyó la serie de Tarzán y el Dr. Dolittle. En su hogar, mientras tanto, convivió con animales como Rusty, un perro al que quería mucho, así como un poni y una tortuga, entre otras especies que formaron parte de su familia. De esta manera nació y creció el amor de Jane por la naturaleza y el sueño de ir a África para trabajar con los animales que veía en sus libros.

El sueño va tomando forma

Goodall, originaria de Bournemouth, Inglaterra, terminó la preparatoria, pero no pudo continuar con la universidad, ya que no podía pagarla. En su lugar ingresó a una escuela de secretariado, en donde aprendió mecanografía, taquigrafía y contabilidad.

Aunque su meta de viajar y aprender sobre los animales salvajes parecía lejana, ella no se había rendido. Con el objetivo de ahorrar dinero, trabajó en una empresa de documentales y en un restaurante como camarera.

En 1957, cuando tenía 23 años, logró emprender un viaje a Nairobi, Kenia, para visitar a una amiga. En el barco ocurrió algo que la acercaría a su sueño: conoció al famoso paleoantropólogo Louis Seymour Bazett Leakey. Viendo el entusiasmo de la joven por la naturaleza, él le ofreció un trabajo en el museo local de historia natural.

Pocos meses después, Leakey y su esposa, Mary, fueron a explorar Olduvai Gorge, en lo que ahora es el norte de Tanzania, y Jane fue con ellos.

“Había leones, rinocerontes y jirafas; es decir, todo estaba allí”, recordó Goodall en una entrevista, y agregó, “a menudo pienso que fue uno de los momentos más mágicos de toda mi vida”.

Cumpliendo metas y rompiendo patrones

En aquel viaje en el que estaban en búsqueda de primates y homínidos, el científico mencionó la idea de establecer un estudio complementario sobre chimpancés salvajes al oeste de la zona en la que se encontraban. En 1960, tres años después, Jane Goodall comenzó su estudio en la Reserva de Chimpancés de Gombe Stream, acompañada solo por su madre y un asistente, pues no se permitía que estuviera sola.

“Me senté y simplemente no podía creer que estaba allí. Parecía absolutamente irreal”, contó.

Descubrimientos revolucionarios para la ciencia

El comienzo no fue fácil: “El problema fue que los chimpancés se escaparon tan pronto como me vieron”, expresó Goodall en una entrevista.

Sin embargo, meses después de instalar su campamento, encontró a un primate al que nombró David Greybeard, debido a que tenía un vello plateado en el rostro. Él fue más tolerante y permitió que la científica lo observara. Así fue como hizo un descubrimiento revolucionario, pues notó que él y otro chimpancé quitaban las hojas de las ramitas para luego meterlas en un montículo de tierra y sacar termitas para comerlas.

Ese momento mostró que los chimpancés fabrican y usan herramientas, una habilidad que antes se creía que solo los humanos podían tener. Además, otro dato que pudo descubrir en su acercamiento a la vida salvaje fue que los primates no son herbívoros, como se llegó a creer, sino que son omnívoros, y que incluso cazan.

Pese a sus grandes hallazgos, Jane cuenta que la comunidad científica no tomó tan bien el estudio que ella había realizado y documentado.

“Bueno, has hecho mal tu estudio. No deberías haber nombrado a los chimpancés. Deberían haber tenido números. Eso es ciencia. Y no se puede hablar de personalidad, de una mente capaz de resolver problemas o de tener emociones, porque esas son únicas para nosotros”, cuenta que le dijeron.

Sin embargo, los comentarios no la detuvieron, ella siguió en la exploración de campo y en 1962 comenzó su doctorado en Cambridge, aun sin tener un título universitario. En 1966 se convirtió en una de las pocas personas que han obtenido este título sin tener una carrera profesional formal previa.

“Solo estaba haciendo esta tesis por el bien de Leakey. Nunca había tenido la ambición de ser científica ni de formar parte de la academia”, reconoce la primatóloga y antropóloga.

Goodall ha escrito libros como Mis amigos, los chimpancés salvajes, La sombra del hombreMotivo de la esperanza: un viaje espiritual. Ella continuó trabajando durante 20 años más con los chimpancés en Gombe.

El camino hacia el cuidado

La doctora Valerie Jane Morris-Goodall es reconocida como una pionera en el estudio de los chimpancés. Actualmente, luego de que en 1986 acudió a una conferencia en donde se trató el tema de la deforestación en sus sitios de estudio a lo largo del mundo, es una conservacionista y activista que lucha por preservar el hogar de sus amados chimpancés y de los animales en general.

Continúa con su labor publicando libros y dando conferencias, así como reuniéndose con personas clave para alcanzar su objetivo de resguardar la naturaleza.

“Lo menos que puedo hacer es hablar por aquellos que no pueden hablar por sí mismos”, ha mencionado la científica.

Imagen de portada janegoodallcan / Instagram

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