Llevo varios años viviendo en República Checa y quiero contarte qué debemos aprender de los papás checos

Curiosidades
hace 5 años

Los padres checos y sus hijos causan una admiración silenciosa. Como si entraras a un templo y necesitarás guardar silencio. Te lo juro, solamente que estos padres visten shorts, están bronceados y tienen músculos.

Me llamo Anastasia y he decidido contarles a los lectores de Genial.guru qué cosas podemos aprender de los padres checos.

Un padre en el parque ocupado con los niños: uno anda en su bicicleta y se cae cada vez, pero ¡papá lo atrapa! ¡Uy! ¡Otra vez lo atrapó! ¡Y de nuevo! Él otro lo sostiene de la mano, el tercero está durmiendo en una mochila-cargador detrás de su espalda. Está presente en algún momento siempre de forma invisible y, en el momento necesario, saca de la bolsa los aperitivos, agua y el botiquín de primeros auxilios. No está la mamá en las cercanías. En general, no está. Un padre pasea solo con sus tres hijos y tiene el rostro de una persona feliz, no como en el cuadro de Edvard Munch.

Los padres checos no agobian a los niños

Un padre está en un picnic, sobre el césped está colocada una alfombra con rayas, en una mano hay un sándwich para el hijo mayor y en la otra un pañal para el menor, cerca de ellos están las raquetas de bádminton, juguetes, sándwiches. Nuevamente, mamá no se encuentra. Pero, nada extraordinario, llegaron los tres al picnic, es normal.

El padre que abraza con ternura a su hijo de primaria cerca de las puertas del colegio. “¡Bien, que tengas buen día!”, y su hijo le responde: “¡Y tú también!”. A su respuesta, su papá le dice “¡Te quiero, hijo!” — “Y yo también papá” — “Pero yo más”. Piensas recargándote en una pared de concreto, ¿son reales? ¿O tal vez hay que tocarlos con un palo y se revelarán?

O el padre en la clínica con una paciencia infinita que tranquiliza al recién nacido. Mamá está cerca, pero está hablando con su amiga. Es en este punto en el que, según mis percepciones, él tiene que decirle con voz irritante: “¡Ana, ocúpate de tu bebé, no escuchas cómo está gritando!”, pero el padre checo mira de forma tierna a su bebé rojito que está gritando, quita su calcetín y besa su suela y sigue tranquilizándolo. Y lo tranquiliza y tranquiliza. Y le da su botella. Finalmente, el bebé se calla y se duerme felizmente.

U otro ejemplo, un papá en la cafetería con un recién nacido y el perro. Todos están muy silenciosos, están muy satisfechos: el papá de su bebé, el bebé del perro, el perro por el bebé, el papá le da de comer al recién nacido una papilla de la botella. Es completamente normal en los días laborales. El perro lame la papilla de la carriola y, en general, de todo.

Nuevamente, otro padre. Estuvimos sentados cerca de él por una hora y media. Una hora y media. Durante todo este tiempo, él ni una sola vez tomó su teléfono, y yo, por cierto, lo ocupé tres veces para responder rápidamente un correo, ver algo en el diccionario y fijarme en la hora. Ni una vez gritó ni se enojó. Ni una vez vio de forma irritante el reloj. Unas veces le dio de comer al niño algo de un recipiente. Jugaba con él. Le ayudó 15 veces a subir a una escalera y bajar. Con un movimiento evasivo de un padre experimentado, comprobó el pañal. Y todo esto sin dejar de hablar con tanta ternura.

Por Dios, ¿qué puede ser más atractivo? Dan ganas de dar a luz otros tres hijos inmediatamente. Mientras su esposa está en algún lado y toma el café con sus amigas. O una limonada. O se hace la manicura, corre, lee un libro acostada en la tina.

Yo todavía no se en dónde ni cómo educan a los padres checos. Pero estoy segura de que es una receta muy sencilla. Las mejores recetas son las más sencillas. Sin ingredientes complicados: guerra, revolución, miedo y humillaciones. Y sin el estereotipo de que “todo está mal”. Sin eso de: “no ganas un millón, entonces no eres un hombre” y sin esto de “al cambiarle el pañal al bebé dejas de ser un hombre”.

Si nunca eres un hombre, entonces significa que el problema no se puede resolver y no vale la pena esforzarse, sino que tienes que acostarte en un sillón con el teléfono y esperar la muerte pacientemente. Es una buena receta para el drama, pero no para una vida pacífica.

Pero los padres checos están hechos para la vida pacífica. Para la alegría y la infancia feliz.

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