Por qué los aviones comerciales no tienen paracaídas

Curiosidades
hace 4 años

A veces creemos conocer cosas que encierran particularidades que escapan de nuestra razón, y, al descubrirlas, aprendemos también a interpretar la realidad de otra manera. Un ejemplo de eso son los aviones: nadie quiere que en su vuelo haya imprevistos, pero, en caso de que eso suceda y nuestro medio de trasporte aéreo comience a precipitarse hacia el suelo, ¿por qué las aerolíneas, además de colocar chalecos salvavidas, no incluyen también un pequeño paracaídas debajo de los asientos de los pasajeros? Seguramente piensas que así se podría salvar a miles de personas, pero, aunque suene extraño, no lo haría.

Genial.guru ama los datos curiosos, por lo que quiere compartir contigo las razones por las que no hay paracaídas en los aviones comerciales.

Saltar con un paracaídas no es algo que se pueda improvisar

El paracaidismo no es tan fácil como parece. No se trata saltar en el aire, presionar un botón para que el paracaídas se abra y esperar tranquilamente a volver a poner los pies sobre la tierra. Lo cierto es que los principiantes normalmente necesitan un asesoramiento intensivo para ser instruidos en cuestiones básicas como:

  • La forma de maniobrar su cuerpo cuando están cayendo.

  • Preparse para salir de la puerta del avión

  • Mantener el cuerpo estable cuando este se encuentra expuesto a una gran altitud y a un viento veloz.

Los paracaídas son pesados y costosos

Por obvias razones, con el tiempo que tarda la preparación para un vuelo, armar las valijas, y el traslado y el papeleo para un viaje, no todas las personas estarían dispuestas a realizar un curso de paracaidismo de varias horas antes de un vuelo, y, aunque se les explicara las instrucciones durante el viaje, una gran cantidad de pasajeros no les prestarían atención. Además, todo el equipamiento para paracaidismo puede llegar a pesar hasta siete kilos, y no es nada barato.

Así que, si un avión puede transportar a 200 personas, se necesitarían 200 paracaídas. Eso agregaría un peso extra de 1 360 kg en total, lo que haría que la aeronave gastara más combustible y, en consecuencia, el vuelo fuera más costoso (lo que se reflejaría en el precio del pasaje). Otro detalle es que, ya de por sí, algunos pasajeros se sienten incómodos con el acotado espacio disponible entre los asientos. ¿Te imaginas cómo se sentirían si se sumaran 200 equipos de paracaídas a un avión? No quedaría lugar ni siquiera para las piernas. Además, en caso de una emergencia, el tiempo que tardaría alguien en colocarse el equipo de paracaidismo sería mucho, por lo que lo más seguro sería que, por protocolo, lo usaran durante todo el viaje, lo cual sería, sin dudas, muy incómodo.

No resultarían útiles ante una emergencia

Solo los paracaidistas entrenados saltan de alturas superiores a 4 500 metros con oxígeno suplementario. Los estudiantes y en tándem saltan a 3 000 metros aproximadamente, mientras que a un amateur se le recomienda hacerlo a 1 000 metros. La altitud a la que un pasajero inexperto debería arrojarse de un avión comercial sería de 10 600 metros. Con una temperatura del aire inferior a −60 C°, el golpe de frío podría congelar inmediatamente la nariz, la boca y hasta los ojos, por lo que se necesitaría una máscara especial, un tanque de oxígeno, un traje de vuelo y un altímetro, el cuál deberías saber usar para sobrevivir.

Para poder saltar con un paracaídas, el avión debería estar en pleno vuelo, pero solo un 9 % de los accidentes fatales se dan en esas circunstancias. La mayoría de estos acontecen durante el aterrizaje o el despegue, es decir, a una altura demasiado baja, por lo que el paracaídas no podría tener el impulso suficiente para desplegarse.

Pero aun estando en la altura necesaria no sería útil. Normalmente, los acontecimientos que provocan accidentes aéreos en gran altitud son las tormentas eléctricas o viento racheado, lo que descarta completamente usar un paracaídas, algo que, en esas circunstancias, sería extremadamente peligroso. Ni hablar de que el avión se movería demasiado rápido porque las puertas de emergencia no están diseñadas para “saltos en caída libre”, haciendo imposible que, en el intento de arrojarse, los pasajeros eviten recibir severos golpes con la puerta y paredes, o que salgan volando antes de haber tomado el impulso para saltar.

Las personas no suelen reaccionar bien bajo presión

A pesar de todo lo dicho, supongamos por un momento que se colocaron paracaídas individuales debajo de los asientos de los pasajeros. Si el avión está en problemas, muy seguramente será motivo suficiente para que todos entren en pánico. Aunque es comprensible, lo cierto es que, en estas situaciones, es necesario mantener la calma. Los pasajeros deberían sacar el paracaídas y colocárselo con una mascarilla en su rostro, sin desabrocharse el cinturón de seguridad. Así que, si colocarse una camiseta con un cinturón de seguridad en un auto estacionado es toda una proeza, ¿te imaginas ponerte un equipo de 7 kg a unos 10 600 metros encima de la tierra y en una situación de emergencia potencialmente fatal? Los expertos aseguran que muchos ni siquiera llegarían a conseguir un paracaídas.

Y, aunque milagrosamente todos (o casi todos) los pasajeros escucharan las instrucciones y lograran colocarse el paracaídas correctamente, tendrían que arrojarse con una distancia prudente entre sí, para no chocar los unos con los otros y evitar enredos. Eso implica que debería haber un margen de tiempo entre cada salto, ¡no pueden hacerlo todos a la vez! ¿Crees que los pasajeros en pánico esperarían pacientemente a que llegara su turno de salir del avión?

¿Qué tal un paracaídas para el avión entero?

Si los paracaídas individuales no funcionan, ¿qué sucedería con uno para todo el avión? Lamentablemente, tampoco es una buena idea. En realidad, existen paracaídas que pueden sostener pequeños aviones de 5 pasajeros como máximo en el aire. Cuando surge una emergencia, el piloto puede jalar de una manija que se encuentra en el techo para que se despliegue el paracaídas del avión. Aún en ese caso, el impacto equivaldría a un salto desde una altura de 4 metros para los pasajeros, y eso debe ser muy doloroso.

A pesar de la existencia de esos paracaídas, sería muy diferente en el caso de los aviones comerciales. Por empezar, la aeronave debería estar a una altura elevada para poder abrirlo, y, como ya dijimos, la mayoría de los accidentes ocurren durante el despegue o el aterrizaje, lo que no le daría tiempo al piloto para desplegarlo.

Otro factor en contra es que, para poder contener un avión de 200 toneladas, el paracaídas debería ser increíblemente fuerte y grande, lo que provocaría que sea muy pesado, implicando mayores gastos de combustible e incrementos de costos. Además, un paracaídas no sería suficiente, se necesitarían muchos de ellos ubicados en distintas partes del avión, y cada uno debería tener el tamaño de un campo de fútbol. No suena muy realista, ¿verdad?

La alternativa más viable

Lo que no les hace falta a las grandes mentes es imaginación, por lo que personas han especulado también en que, al momento de la caída, el avión podría prescindir de algunas de sus partes más pesadas, salvando solamente la cabina de pasajeros. Esta idea fue sugerida por Gleb Kotelnikov en 1920, quien propuso un mecanismo con el que, en caso de un accidente, se cortarían las alas con grandes cuchillas y se separaría la cabina en varias partes, lo que reduciría la velocidad de la caída. Y, aunque es un plan antiguo, lo cierto es que es uno de los más viables que tenemos hasta el día de hoy.

¿Alguna vez saltaste con un paracaídas? Si no es así, ¿te atreverías a hacerlo? ¿Te gustaría que hubiera uno como medida de seguridad obligatoria en los vuelos? Comparte tus pensamientos con nosotros en la sección de comentarios.

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