15 Cosas que las parejas olvidan debatir antes de casarse

Una persona puede ser para sí misma, tanto el amigo más fiel como su peor enemigo, y en ambos casos, actuará con las mejores intenciones. Presta atención a tus palabras y acciones: ¿Todas te aportan sentimientos de alegría? ¿Estás seguro de que la sonrisa constante en tu rostro y la voluntad de ayudar a todo el que te rodea es tan buena como parece a primera vista?
Genial.guru ha recopilado 10 afirmaciones que pueden afectar de manera negativa tus nervios y estado de ánimo. Y si las repites día tras día, cuando te detienes a contemplar tu vida, comenzarás a experimentar una leve sensación de náuseas.
Amamos y odiamos, nos ofendemos y envidiamos, estamos celosos y enojados, y esto es algo normal. El profesor de psicología de la Universidad de Toronto, Brett Ford, en su estudio, demostró que una sonrisa forzada causará más daño que beneficio y la aceptación de las emociones negativas es la clave para gozar de una buena salud mental.
Atendiendo a los resultados de un estudio realizado por los psicólogos de Harvard, Daniel T. Gilbert y Matthew A. Killingsworth, el 46,7 % de su tiempo, las personas reflexionan, recuerdan algo o sueñan con algo. Los lamentos por el pasado provocan sentimientos de disgusto y ataques de autocrítica injustificada. Además, en este momento, no nos involucramos en tareas reales, sino que nos dedicamos a reflexiones que no llevan a buen puerto, pensando por enésima vez sobre algo que ya no tiene ningún valor ni sentido.
Incluso si eres una persona muy independiente, a veces también te preguntas qué pensarán los demás de ti. Craig English y James Rapson, en su libro Ansiedad por agradar, hablan de que los buenos niños y niñas, a menudo, se convierten en personas “agradables”, lindas y cómodas para los demás. Son hipersensibles a la crítica y necesitan de la aprobación de terceros. Y esto es justo lo que buscan los demás.
“Déjaselo a tu mamá, no podrás hacerlo bien”, le dices a tu hijo de 11 años y le preparas la mochila para la escuela. “Es complicado, mejor lo hago yo”, le dices a tu subordinado y elaboras un informe por él hasta entrada la noche. Melody Beattie, autora del libro Mas allá de la codependencia (Beyond Codependency): cómo crecer y manejar nuestras relaciones y convivencia con los demás, llama a esas personas codependientes. Se consideran responsables de todo el mundo que les rodea, siempre están dispuestas a dar, pero no saben recibir. Mientras tanto, los demás a su lado se acostumbran a no hacer nada.
Albert Einstein dijo en una ocasión: “La locura hace que una persona haga lo mismo y espere un resultado diferente”. Y nosotros añadimos: no hacer nada en absoluto es también un callejón sin salida. Y no solo porque los cambios milagrosos en la vida no se producen por arte de magia. Los científicos de la Universidad de Michigan descubrieron que no hacer nada agrava aún más el estrés y el estado de nerviosismo.
Cuando sientas que estás cansado, tenso o deprimido, no te derritas como medusas por el sofá. Es mejor dedicar un poco de tiempo a aprender nuevas informaciones que te inspiren. Reflexiona sobre cómo es posible solventar la situación. Y haz algo para que te sientas mejor. Sí, aunque sea preparar galletas de jengibre.
Si durante el día no has oído, al menos, cinco elogios sobre tu apariencia, entonces estás convencida de que hoy luces horrible. Por la noche, aferrándote a tu esposo, le preguntas: “¿Realmente me quieres?”, y en un encuentro con una amiga (que perdió unos cuantos kilos) puedes sumergirte en el abismo de la desesperación.
Las personas llevan a cabo acciones buscando que otros reaccionen a sus actos para demostrar que se merecen lo mejor y son más poderosas. La motivación de “hacerlo en contra de” se convierte en un fuerte estímulo para el desarrollo. En contra de los demás, se casan, pierden peso, consiguen trofeos y medallas... El problema es que estos hechos heroicos no se hacen para lograr su propio placer, sino para demostrar a alguien su valor, o bien para castigar a quien los ofendió o humilló. Estás haciendo algo, sí, pero no para ti, más bien para otro.
Los niños pequeños son más propensos a actuar de este modo. Así es cómo conocen el mundo, definen sus límites y luchan por captar la atención de sus padres. Pero tú ya no eres un niño, ¿verdad? Y si realmente quieres demostrarle algo a alguien, entonces tiene sentido hacerlo solo porque te genere a ti alegría, crecimiento personal y felicidad.
Estás convencido de que vives en tiempos difíciles y el mañana no te traerá nada bueno. El pesimismo, por supuesto, tiene sus lados positivos. Rob Yeung, autor del libro Confidence: The power to take control and live the life you want, asegura que una actitud negativa hace que las personas ahorren más dinero, mientras que una positiva permite ganar más.
Te dicen que no existen las personas perfectas, pero estás dispuesto a demostrar lo contrario con tu propio ejemplo. En el libro La búsqueda de la felicidad: Por qué no serás feliz hasta que dejes de perseguir la perfección, Tal Ben-Shahar menciona cuatro características de un verdadero perfeccionista: el deseo de lo inalcanzable, exigencias demasiado altas hacia uno mismo, el miedo a los fracasos y la percepción del mundo en blanco y negro (“O soy un ganador, o un perdedor”).
A partir del lunes, al gimnasio, el próximo mes empiezo a estudiar inglés y con el Año Nuevo comenzaré a escribir mi libro. El tiempo pasa, la tarjeta del gimnasio se cubre de polvo y tu inglés no pasa más allá de la frase “How do you do?” y similares. El autor de Procrastinación: Por qué dejamos para mañana lo que podemos hacer hoy, Piers Steel, afirma que aproximadamente el 95 % de las personas admiten postergar las cosas para más tarde. Sospechamos que el 5 % restante, simplemente, oculta la verdad.
¿Cuál de estas afirmaciones consideras la más peligrosa? Si pudieras deshacerte de alguna de las peculiaridades de tu carácter que no te gusta, ¿cuál sería? Nosotros dejaríamos atrás la procrastinación, aunque la opinión de los científicos, por la cual la pereza es un indicador de inteligencia, nos agrada. ¿Qué opinas tú?